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Los problemas de los barrios

Los comerciantes piden más policía contra las bandas de menores

Dueños de tiendas y vecinos, divididos sobre las ventajas de restringir el tráfico en el barrio

El problema de la inseguridad y el abandono de Lavapiés parece intermitente. "Depende de la época", explica Juan Alberto Luján, un vecino de la calle del Sombrerete. Después de un tiempo de calma, algunos residentes y comerciantes del barrio han vuelto a protestar por el clima de inseguridad y dejadez que, a su juicio, atraviesa últimamente el barrio.

Hace un mes, el ecuatoriano Ulbio Ramón Molina fue golpeado casi hasta la muerte por un ciudadano ucranio que quería quitarle una camiseta de la selección española. Ocurrió en la glorieta de Embajadores. Este suceso es extremo, pero los vecinos se quejan de robos al descuido, peleas con botellas en la calle, tráfico de menudeo de drogas, botellón en las plazas y suciedad procedente de las basuras de las tiendas al por mayor.

"Los chavales detenidos por pequeños hurtos salen a la calle a las pocas horas", admite un agente

La comunidad china en el barrio es una de las más extendidas y activas en el comercio de la zona. Unos 5.000 chinos viven y trabajan en Lavapiés. Su portavoz, Felipe Chen, denuncia un aumento de la delincuencia en los últimos meses. "Hemos reclamado varias veces al concejal de Centro una mayor presencia policial y nos han prometido más atención", asegura. El principal problema, según este comerciante, son las bandas organizadas de menores, "que están todo el día conectados entre ellos a través del teléfono móvil y roban todo lo que pueden".

Algunos comerciantes denuncian que es muy complicado hacer frente a estos grupos porque, debido a su condición de menores y extranjeros, salen a la calle pocas horas después de su detención. Un agente del Cuerpo Nacional de Policía que patrulla la zona corrobora esta versión: "Cuando detenemos a un menor por un hurtillo llamamos a sus padres -o a su tutor, en el caso de que estén acogidos por la Comunidad-. Vienen a buscarle y a las pocas horas el chaval vuelve a estar en la calle delinquiendo", cuenta.

El marroquí Said Armohz acaba de cumplir 18 años y trabaja como camarero en el restaurante Albahia, en la calle de Lavapiés. "Aquí no dejamos entrar chusma porque tenemos clientes buenos y tenemos que cuidarles", explica este joven, que se encoge de hombros cuando se le pregunta por los parabienes del inminente cierre parcial al tráfico en la zona.

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La Delegación del Gobierno y el Ayuntamiento firmaron hace un año un convenio para aumentar la presencia policial en Embajadores. Y, según el presidente de la asociación de vecinos La Corrala, Manuel Osuna, "eso se nota mucho en las calles". "Hay más Policía Nacional patrullando, y también hay policía secreta. Lavapiés no es peligroso, puede haber algún grupo de delincuentes que trapichea con droga, pero nada grave", opina Osuna. Él tiene muchas esperanzas en los planes del Ayuntamiento para restringir el tráfico en el barrio a partir de junio (podrán circular los residentes, pero no los conductores de paso).

"La medida nos parece muy positiva porque, entre otras cosas, regulará la carga y descarga, que ahora hace imposible el tráfico en la zona", afirma. Y justo esa razón es la que lleva a muchos comerciantes, sobre todo de tiendas mayoristas, a oponerse a los planes municipales: temen que las restricciones al tráfico acaben con sus negocios.

Otros como Gerardo, un asturiano con un bar en Lavapiés, se muestran escépticos acerca de los efectos que sobre la seguridad ciudadana pueda tener el cierre a la circulación: "A los chorizos les da igual si pueden pasar o no los coches. Esto no se va a terminar nunca, limpian una zona de delincuentes y se pasan a otra", protesta.

"Aquí ya no se puede estar tranquilo"

A César Montes, nacido en Lavapiés y propietario de uno de los establecimientos con más solera de la zona, Casa Montes, dos menores le dieron "un buen susto" el pasado mes de agosto. El empresario no quiere detallar cómo fue la agresión, pero lo pasó tan mal que está pensando en cerrar el bar. "Ya son muchos años y aquí ya no se puede estar tranquilo", sentencia desde detrás de la barra de su local, donde el sábado por la noche sirve a destajo cañas, tapas y vinos.

Otros hosteleros prefieren aguantar, a pesar de que la mayoría ha sufrido algún robo o conoce a otro empresario cuyo negocio ha sido asaltado. Los dueños de bares y restaurantes consideran que, a pesar de los problemas de inseguridad, Lavapiés tiene suficiente tirón para que un negocio hostelero triunfe. "En el barrio hay una treintena de bares y, a pesar de los problemas puntuales, calles como la de Argumosa siguen siendo lugares atractivos para emprender un negocio", opina José Luis Salazar, presidente de la Asociación de Bares de Copas de Madrid.

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