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HISTORIAS DEL 'CALCIO' | Fútbol | Internacional
Columna
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La Vieja Señora y el viejo artista

Enric González

Podríamos contar que el Juventus no ha ganado ninguno de sus últimos cinco partidos. La Vieja Señora se mantiene al frente de la tabla desde principios de la pasada temporada, pero sus 15 puntos de ventaja se han quedado en 3 a falta de tres encuentros para el final de la Liga. Un defensor competente como Cannavaro se ha visto reducido a la condición de agresor -la semana anterior dislocó una clavícula y el sábado rompió una tibia-, el loado Ibrahimovic arrastra dos pies cuadrados, Emerson sufre de pubalgia, Vieira padece una astenia, Zebina y Zambrotta juegan sonánbulos... Fabio Capello ha fundido por enésima vez un equipo y los diez millones de seguidores viven horas de aflicción. El Juventus más arrogante de la era contemporánea se arriesga a quedarse sin un scudetto que daba ya por liquidado.

Vendrame convive con la depresión y escribe libros desgarrados

Si habláramos del Juventus, nos atendríamos a la segunda acepción que el diccionario da al término "deporte": "Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas". Preferimos, sin embargo, la primera definición, la que deja de lado entrenamientos, sujeciones y normas: "Recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre". Y hablamos de un hombre que, inevitablemente, soporta mal a la Vieja Señora. "Los débiles carecen de representación en la tierra. Por eso he detestado siempre al Juventus. Para mí, ganar era un accidente", dice ese hombre; "para el Juventus es una condena".

El hombre no exagera cuando habla de victorias accidentales. Sus palabras son avaladas por las hemerotecas. ¿Pruebas? Las hay en abundancia. Este señor, que amaba jugar al fútbol, pero se negaba a ejercer como futbolista, le hizo una vez un túnel a Gianni Rivera delante de todo San Siro e inmediatamente le pidió perdón. "No se podía humillar así a un artista", explicó. Otra vez, después de driblar al portero contrario, se negó a marcar a puerta vacía: también le parecía un gol "humillante". Su momento supremo, el que le definió para siempre, llegó en un Padua-Cremonese. Su equipo, el Padua, había apostado por una táctica defensiva que no le gustaba. Hizo lo que le pareció lógico: tomó el balón y corrió hacia su portería, regateando a sus propios compañeros, hasta plantarse ante el guardameta. Entonces se frenó. Demasiado tarde, por desgracia, para un tifoso del Padua que, convencido de que el artista iba a marcar un golazo en propia puerta, sufrió un infarto y murió.

Antes de hacer un pase largo se encaramaba sobre el balón -no lo intenten en casa- y oteaba el horizonte con la mano de visera. En un Padua-Udinese se sonó la nariz con el banderín del córner y anunció al público, con gestos inequívocos, que iba a marcar directamente desde el ángulo. Y marcó.

Este señor, del que dijeron que tenía los pies más exquisitos del calcio, no llegó a la selección porque le gustaban demasiado el alcohol, el tabaco y las mujeres. Se llama Ezio Vendrame, tiene 59 años, convive con la depresión y escribe libros desgarrados y fascinantes en los que a veces habla de fútbol. Su estilo es, salvando las distancias, el mismo que el crítico Harold Bloom atribuye a san Marcos y Edgar Allan Poe, "dos fantásticos malos escritores". Pasó la infancia en un orfanato y tuvo su primer abrigo gracias a su primera paga como juvenil en el Udinese. Minutos después de comprarse el abrigo, vio a un niño gitano y se lo regaló.

Fabio Capello conversa con Ibrahimovic.
Fabio Capello conversa con Ibrahimovic.REUTERS

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