Sobre el tedio

En algún momento de las divagaciones de Adrià Collado, recién llegado a la casa de un amigo ibicenco (Eric Francès), se dice que por qué no escribir un filme de esos en los que no pasa nada, que son los que ganan en los festivales. Inteligente reflexión sobre la auténtica naturaleza de la película, la frase deja en el aire una duda: ¿será acaso que Marqués, no contento con endilgar al respetable un filme en el que literalmente no pasa nada, se permite tomarle doblemente el pelo?

Filme maximalista hasta la extenuación, Aislados se puede leer de dos maneras. Una, como una inmensa broma (y ahí sí que tendría gracia, y más aún la frase que el guionista Marqués pone en boca de su personaje). Otra, como una divagación existencial sobre los jóvenes, que es la tentación que puede asaltar a un crítico en edad de no soportar tonterías. Y visto así, la cosa no puede ser más que descorazonadora: soportar durante hora y media las majaderías supuestamente existenciales de dos perfectos tontos, considerablemente machistas y cultores de la ética del menor esfuerzo, a los que, además, el director no juzga, puede ser un ejercicio particularmente árido. Por no decir penoso.