Reflexiona, Gallardón
El autor critica que el alcalde no rectifique, a pesar de que el juez dio la razón a los concejales que apoyaron a los vecinos de Virgen del Puerto contra la tala de árboles.
El 20 de julio de 2005, los concejales socialistas del Ayuntamiento de Madrid Óscar Iglesias y José Manuel Rodríguez, junto con la concejal de IU Inés Sabanés, cumpliendo su labor de concejales, defendieron a los vecinos del paseo de la Virgen del Puerto ante la tala indiscriminada de árboles que estaba realizando el alcalde Alberto Ruiz-Gallardón. Días después, el alcalde iniciaba un juicio político ante los tribunales acusando a los concejales de resistencia a la autoridad e incitación a la violencia. Mentiras y falsedades que lo que pretenden y pretendían era asustar a los vecinos e impedir que la oposición haga su labor.
28 de marzo de 2006, el juzgado de Instrucción número 43 da la razón a los concejales, acuerda el sobreseimiento y dice, entre otras cosas, las siguientes:
Su ridícula altivez deja al descubierto su talla moral y le desacredita como regidor
-"Teniendo en cuenta la función que tienen (los concejales) atribuida por la ley y la voluntad mediadora que les guiaba, no pueden ser catalogadas como constitutivas de un delito o faltas de desobediencia a los agentes de la autoridad".
-"No protagonizaron ninguna acción violenta, de palabra o hecho, y se limitaron a pedir con insistencia que se reconsiderase la decisión de talar los árboles".
-"Los hechos imputados carecen de relevancia penal".
-"Es lógico inferir que el inspector jefe recibió órdenes de la máxima autoridad municipal".
-"Cabe la posibilidad de interpretar que (los concejales) se personaron en el lugar de los hechos a petición de una serie de vecinos y en su calidad de concejales del Ayuntamiento de Madrid y que su única finalidad era el evitar enfrentamientos entre los vecinos presentes y los miembros de la Policía Municipal" (informe de la fiscalía).
-"Tampoco se considera debidamente justificada la perpetración de la falta de desobediencia, porque los imputados tenían la condición de autoridad, al igual que los policías municipales"(informe de la fiscalía).
Los hechos son claros. Un alcalde, Gallardón, intenta meter en la cárcel a unos concejales de la oposición por no opinar como él, pero un juez le dice que no. La democracia triunfa sobre el autoritarismo, pero nos encontramos nuevamente con la suficiencia insuficiente de un alcalde que no rectifica, se empecina y no actúa políticamente ante semejante revolcón judicial destituyendo al concejal de Seguridad, Pedro Calvo, y al inspector jefe de la Policía Municipal, José Luis Morcillo.
El alcalde nos pide que reflexionemos, y tiene el atrevimiento de decir que el hecho de que una conducta no sea merecedora de sanción penal no significa que sea una conducta de la que podamos estar orgullosos. Me siento orgulloso de lo que hice en Virgen del Puerto: apoyar a los vecinos y mediar, es decir, realizar el trabajo para el que me han elegido los madrileños.
Nos pide reflexión, y la hemos tenido y la tenemos, pero podemos hacerla juntos, y no sólo en este caso, sino con la adjudicación de los parquímetros, el informe de Melis sobre la construcción de la línea 9 del metro, la tala de árboles y las subidas de impuestos. Hagamos nuestra reflexión con tres ejemplos.
Primer ejemplo. El 21 de julio de 2005 usted declaraba: "Lo que allí se produjo fue un hecho insólito del funcionamiento de las instituciones y es que unos representantes de los ciudadanos que ejercen la oposición, en lugar de utilizar argumentos dialécticos, usaron argumentos físicos para oponerse a una decisión legítima adoptada por esta Corporación".
En septiembre pasado, su concejal de Seguridad decía: "Incitaron a los vecinos a ejercer la violencia contra los agentes y son responsables de que haya policías heridos"; "los agentes detectaron grupos ajenos a los vecinos con una actitud violenta, no siendo corregidos por los concejales presentes, sino que al contrario también les apoyaban y animaban."
El juez dice: "No protagonizaron ninguna acción violenta, de palabra o hecho, y se limitaron a pedir con insistencia que se reconsiderase la decisión de talar los árboles." Usted miente y no rectifica. Su ridícula altivez deja al descubierto su talla moral y le desacredita como alcalde.
Segundo ejemplo. El concejal Pedro Calvo, en el Pleno del Ayuntamiento, en septiembre de 2005, refiriéndose a los concejales de la oposición: "Lo que existió fue un ejercicio patético de falta de civismo, de resistencia a la autoridad y desobediencia, por la que se ha presentado por parte de la policía las denuncias correspondientes"; "los concejales presentes no sólo no realizaron su trabajo, sino que entorpecieron el de los demás y tuvieron un comportamiento, cuanto menos, incorrecto por no poner otros calificativos más graves."
El juez afirma: "Cabe la posibilidad de interpretar que [los tres concejales del PSOE e IU] se personaron en el lugar de los hechos a petición de una serie de vecinos y en su calidad de concejales del Ayuntamiento de Madrid y que su única finalidad era evitar enfrentamientos entre los vecinos presentes y los miembros de la Policía Municipal" (informe de la fiscalía).
El tiempo pone a cada uno en su lugar. Pero causa alarma social ver cómo la persona que tiene que garantizar la seguridad y los derechos de los madrileños miente con tanto descaro y actúa con tanta impunidad.
Tercer ejemplo. Pedro Calvo, concejal de Seguridad, en el Pleno del Ayuntamiento, en septiembre de 2005, dice: "Lo que subyace en esta situación es un problema de desorden público, que fue consecuencia de su actitud, de tres concejales del Ayuntamiento de Madrid, que no actuaron como tales"; "sepan que la actitud de estos concejales fue de una desobediencia clara, manifiesta, cuando se les pidió que por propia seguridad desalojaran una zona de riesgo".
El juez en el auto, refiriéndose al informe de la fiscalía: "Tampoco se considera debidamente justificada la perpetración de la falta de desobediencia, porque los imputados tenían la condición de autoridad, al igual que los policías municipales".
Después de estos ejemplos, ¿Madrid merece tener como alcalde a una persona que quiere encarcelar a los concejales de la oposición y a los vecinos por no opinar como él, a una persona que no rectifica? Creo que no, Madrid no se merece un alcalde que no entiende la democracia sino que la usa para su interés particular. Le encanta hablar de un Madrid moderno, rebelde y vanguardista. Pero esas palabras, que en él suenan huecas, vacías, dan paso a su intento de convertir Madrid en una ciudad gris, autoritaria, en blanco y negro, sin libertades, que los madrileños no queremos y vamos a combatir. El alcalde tuvo su particular 18 de julio y los tribunales le han recordado el 6 de diciembre del 78, ya tenemos Constitución.
Señor Gallardón, actuó mal y lo sabe. La excusa: había que talar los árboles por las obras de la M-30 y daba igual lo que dijeran los vecinos. La casualidad: unos árboles que la hoy presidenta del Gobierno regional, Esperanza Aguirre, había protegido cuando era concejal de Medio Ambiente. El objetivo: silenciar e intimidar a todos los madrileños que intentaran protestar por sus obras faraónicas, defender su parte de Madrid, su barrio, sus acacias.
Los vecinos de Virgen del Puerto, recordando ese Madrid que se levanta contra las injusticias, cuando vieron que cortaban sus árboles el día 19 de julio sin saber por qué, sin información, se levantaron, pidieron justicia, pidieron que se paralizara el corte de acacias y pidieron reunirse con el Ayuntamiento para que les explicaran por qué. Pedían información y les trajeron policías, muchos policías. Y también mucho silencio, el silencio cómplice de un alcalde que confunde gobernar Madrid con ser el dueño de Madrid.
De un alcalde se espera rectitud y responsabilidad, no mentiras ante la opinión pública y los tribunales. Se espera que utilice el diálogo en lugar de la fuerza policial. Su autoritarismo convirtió una reivindicación vecinal en un conflicto social del que pretendió salir con porrazos a los vecinos, gaseando a la oposición e instaurando un matonismo institucional propio de otras épocas.
Los tribunales le han quitado la razón. Señor Gallardón, reflexione, destituya al concejal de Seguridad y al inspector jefe de la Policía Municipal para evitar que se repitan situaciones como éstas y para velar por el buen nombre de la Policía Municipal de Madrid. Pero, sobre todo, sea alcalde de Madrid, sea el alcalde de los madrileños, que para eso fue elegido.
Óscar Iglesias es portavoz adjunto del Grupo Municipal Socialista de Madrid.
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