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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Suspiros italianos

"Por un suspiro", gracias al voto de los emigrantes para el Senado, logró Romano Prodi y su Unión de centro-izquierda alzarse con la victoria oficial en las reñidas elecciones italianas. Pero de forma irresponsable el actual primer ministro y líder de la derecha, Silvio Berlusconi, se negó ayer a aceptar la derrota de su Casa de las Libertades proclamada por el Ministerio del Interior de su Gobierno y pidió un recuento de "millares" de votos dudosos, ante la diferencia de 36.000 papeletas que le separan de su rival en los comicios a la Cámara de Diputados. Berlusconi parece aplicar las lecciones de Bush frente a Gore en 2000.

Aunque se abre un periodo de incertidumbre que puede ser largo y pernicioso para Italia, de momento, el vencedor oficial es Prodi. Que su primera proclamación haya sido para asegurar que la paz y Europa estarán en el centro de la política de su Gobierno debe ser motivo de satisfacción para el conjunto de la UE. No tanto para la Casa Blanca, pues Prodi se ha comprometido a retirar las tropas italianas de Irak, lo más rápidamente posible en concertación con las autoridades iraquíes. Pero si las va a retirar lo mejor que puede hacer es no demorarse, para evitar que se le complique la situación.

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Un problema central es que, junto a una mayoría exigua en el Senado, Prodi está al frente de una compleja coalición, lo que no garantiza ni la estabilidad de su futuro Gobierno, que no podrá formarse antes de dos meses, ni su longevidad política. Puede ser un Gobierno débil, aunque en los últimos lustros otros Ejecutivos sin gran peso son los que han llevado a cabo más reformas estructurales. Italia las necesita, empezando por un saneamiento a fondo de sus cuentas públicas. Al menos, la victoria del gris Prodi es garantía de que Italia no contempla salirse del euro.

Si estas elecciones eran una suerte de plebiscito sobre Berlusconi, los resultados indican que hay Cavaliere para rato. Su derrota pone fin, al menos temporalmente, a la anomalía italiana, la de un primer ministro que suma el control de los medios de comunicación públicos a su condición de mayor magnate mediático del país, y la capacidad de cambiar las leyes para protegerse de las acusaciones de corrupción. No parece haber llegado aún el fin político de Berlusconi, que intentará evitar todo suplicatorio y agrupar a toda la derecha -su Forza Italia que sale como el primer partido del país, y sus socios de la Liga del Norte y la Alianza Nacional-, bajo una única organización.

Berlusconi ya fue derrotado en 1996 por el Olivo de Prodi, que duró sólo dos años. Este precedente y la posición de bloqueo adoptada ayer son garantía de que la derecha no favorecerá el reencuentro de una sociedad profundamente dividida entre izquierda y derecha -aunque aspire mayoritariamente a ser gobernada desde el centro- y entre Norte y Sur. Berlusconi no parece querer despedirse, y, si se ve forzado a ello, más que con addio, intentará un arrivederci

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