Berlusconi se aferra al poder
El candidato conservador gana en el Senado y Prodi en el Congreso, según los resultados parciales
Italia estaba anoche en suspense. Diez horas después de cerrarse las urnas, todos los resultados electorales seguían siendo posibles. Las encuestas a pie de urna, que predecían una cómoda victoria de Romano Prodi, fueron desmentidas por el recuento real. Con el 99% del escrutinio y a falta de contar los votos procedentes del extranjero, que debían asignar seis escaños, Silvio Berlusconi parecía haber mantenido el control del Senado por un escaño de diferencia. En la Cámara de los Diputados, con el 95% escrutado, el centro-izquierda obtenía el 50% de los votos frente al 49,6% del centro-derecha. Las dos Cámaras italianas cuentan con poderes idénticos, por lo que un empate haría prácticamente imposible la gobernabilidad y podría forzar la convocatoria de nuevas elecciones en otoño.
La victoria de un bloque en cada Cámara obligaría a nuevas elecciones
El resultado, en cualquier caso, fue peor para Prodi que para Berlusconi, protagonista de una fenomenal recuperación.
La participación fue muy elevada. Votó el 83,6% del censo, frente al 81,4% que en 2001 dio la victoria a la Casa de las Libertades berlusconiana. Silvio Berlusconi había dicho que por encima del 83%, la victoria era para él. Quizá tuvo razón. Sólo una cosa estaba clara: aunque ganara y pudiera formar gobierno, la administración de Romano Prodi estaba condenada a la precariedad. "Un empate sería, para mí, una derrota", declaró Prodi en la última semana de campaña. El espectro de esa "derrota" se hacía más espeso según avanzaba la noche.
Minutos después de las 3 de la tarde, cuando aparecieron las encuestas a pie de urna, los partidos del centro-izquierda cantaron victoria. Las dos principales sociedades de sondeos predecían una ventaja global de al menos cinco puntos para La Unión, que debía conseguir una amplia mayoría en la Cámara de los Diputados, gracias a los escaños suplementarios o "premio de mayoría" concedidos por la nueva ley electoral a la coalición vencedora. En el Senado la ventaja se perfilaba más estrecha, debido a que el "premio de mayoría" se distribuía por regiones, pero bastaba. Romano Prodi anunció una comparecencia pública y multitudinaria, en plena plaza de los Santos Apóstoles, para las 6,30. Los triunfadores se aprestaban a celebrar el éxito en el centro de Roma y de otras ciudades. Algunos representantes del centroderecha, como Ignazio La Russa (Alianza Nacional), se declararon "muy dispuestos a hacer un buen trabajo en la oposición".
Papeleta a papeleta, con una lentitud propia de otras latitudes, empezaron a llegar los datos reales. Al principio confirmaban las predicciones de los sondeos. Luego, hacia las 6, la tendencia se torció, sobre todo en el Senado: regiones que el centroizquierda daba por amarradas, como Puglia o el vital Piamonte, viraron hacia la duda y hacia el color azul de la Casa de las Libertades. Romano Prodi retrasó su aparición una hora, hasta las 7,30.
Prodi suspendió también la comparecencia de las 7,30 y dijo que no hablaría hasta que concluyera el recuento. La sociedad Nexus, que había firmado las proyecciones que a media tarde daban la victoria al centroizquierda, efectuó una corrección radical a las 8 de la noche: el Senado iba a ser para Berlusconi y quizá la Cámara también. Lo que parecía imposible empezaba a ser verosímil. Las regiones del norte, Lombardía, Veneto, Friuli-Venezia-Giulia y Piamonte, base del poder berlusconiano, no habían dado el vuelco. En algunas, como en Lombardía y Friuli-Venezia-Giulia, la Casa de las Libertades venció por márgenes muy amplios. Las regiones más ricas de Italia permanecieron del lado del Cavaliere.
El error de los sondeos a pie de urna y el viraje del recuento en favor del centroderecha tenían explicaciones sociológicas. Quienes respondieron a los encuestadores apostados junto a los colegios electorales no se ajustaban con exactitud al perfil del votante real, ya que, según fuentes de Nexus, la sociedad que "cocinó" los datos y las proyecciones para Rai y Mediaset, fueron las mujeres y las personas ancianas las más reticentes a confesar el sentido de su elección. Y las mujeres y los ancianos, sobre todo los residentes en zonas rurales, eran la "fuerza oculta" que en los sondeos preelectorales nutría el epígrafe de los "indecisos". Eran la "fuerza oculta" con la que contaba Berlusconi para dar la sorpresa.
Por otra parte, las ciudades y las regiones "rojas", como Toscana y Emilia-Romaña, siempre se dieron más maña en el escrutinio que las zonas rurales y las regiones conservadoras o basculantes de un lado a otro. Los primeros votos contados procedieron de lugares como Bolonia o Florencia. Luego afluyeron, muy poco a poco, los votos de la Italia "profunda", una Italia que demostró no haber perdido la fe en Silvio Berlusconi.
El centroizquierda necesitaba una victoria clara para gobernar con un mínimo de comodidad, ya que la ley electoral aprobada por Silvio Berlusconi ya al final de la legislatura era un auténtico campo de minas para Prodi. El retorno al sistema proporcional, con atribución de escaños en el Senado región a región, y no de forma global, y con penalización a los pequeños partidos (más numerosos en La Unión que en la Casa de las Libertades), puso las cosas un poco más difíciles a Prodi que a Berlusconi.
La situación de incertidumbre y la sombra del empate técnico hicieron surgir las primeras voces en favor de un gobierno de "gran coalición". Rompió el fuego en ese sentido el democristiano Rocco Buttiglione, frustrado comisario europeo (el Parlamento de Estrasburgo le rechazó por homófobo) y ministro de Bienes Culturales. "Las grandes coaliciones formadas antes del voto son algo perverso; las que se hacen después constituyen una necesidad que a veces puede funcionar bien, como se ha demostrado en Alemania", dijo Buttiglione. "Si la Cámara quedara en manos del centroizquierda y el Senado fuera para el centroderecha no se darían las condiciones mínimas de gobernabilidad y habría que estudiar fórmulas alternativas, como una gran coalición basada en las fuerzas de centro", agregó.
Ante el estruendoso silencio de los dos líderes, Silvio Berlusconi y Romano Prodi, encerrados a la espera de descubrir si debían aparecer exultantes o compungidos, fueron los dirigentes menores los que reflexionaron en público sobre la situación. Ottaviano del Turco, presidente regional del Abruzzo y miembro de la dirección de los Socialistas Democráticos (coaligados con los Radicales de Emma Bonino en las listas del centroizquierda), comentó que, fuera cual fuera el resultado de las elecciones, el "tema de la gobernabilidad" sería "fundamental en la próxima legislatura". "Hará falta una gran fantasía política para manejar un país claramente dividido", dijo. Del Turco rechazó en principio la opción de una nueva convocatoria electoral, que durante la campaña habían respaldado tanto Berlusconi como Prodi para el caso de empate, porque, según él, Italia no podía vivir "en una campaña electoral permanente". "Corremos el riesgo de que alguien haga dejación de sus responsabilidades y recurra a unas elecciones en otoño con las que sólo se conseguiría crispar todavía más los ánimos", añadió.
"¡Recuerden Bush-Kerry!"
La confusión reinante y el baile de cifras llevó al ministro de Industria, Claudio Scajola, a referirse a los comicios de EE UU en 2004, cuyo escrutinio estuvo marcado por los bandazos a la hora de adjudicar el triunfo y que dejó a los demócratas de John Kerry con la sonrisa congelada. "¡Recuerden Bush-Kerry!", proclamó Claudio Scajola, dirigente de Forza Italia, el partido de Berlusconi, para disuadir a quienes celebraban prematuramente el triunfo de Prodi.
Si la autoridad electoral decide llevar a cabo recuentos para el Senado en las regiones en las que el margen entre La Unión y La Casa de las Libertades sea mínimo, la metáfora estadounidense puede convertirse en realidad. Los mercados, que no habían ocultado su preferencia por una victoria del centro-izquierda, temían enfrentarse hoy a la peor situación posible: un periodo de inestabilidad ya sea por la ausencia de mayoría clara o por la ausencia de resultado definitivo. "Mayorías diferentes en el Senado y en la Cámara de Diputados, como parece posible, sería el peor escenario para los mercados", aseguraba anoche un analista. El desconcierto había llegado también al recuento de los sufragios de los votantes en el extranjero, que eligieron a 12 diputados y seis senadores, un número nada desdeñable dado que anoche las dos coaliciones se movían en un pañuelo en busca de una mayoría mínima. Los italianos en el extranjero votaron en estas elecciones por primera vez. Sin embargo, el espectacular montaje instalado para llevar a cabo el recuento padeció una serie de problemas que convirtió la operación en una mala comedia.
En Castelnuevo di Porto, una localidad medieval situada a 40 kilómetros de la capital, se instaló todo un sistema de recuento para ofrecer cuanto antes los datos: habían participado el 42,7% de los 2.700.000 de italianos que podían votar fuera de la península. Según relata la agencia oficial italiana Ansa, habían sido movilizados 3.825 escrutadores, vigilados por dos observadores de la OSCE. Pero nadie había previsto que una multitud tan grande tenía que llegar hasta el lugar del escrutinio. El atasco para acceder al pueblo fue monumental, lo que retrasó todas las operaciones.
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