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DIETARIO VOLUBLE
Columna
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Inmoralidad

1Me he despertado sin principios morales. Y he aguardado a que alguien llamara por teléfono para mostrarme inmoral hasta extremos repugnantes. Quien ha llamado ha caído en un silencio profundo, como de persona escandalizada. Entonces he remendado unas palabras de Groucho Marx y he tranquilizado al pobre despertador automático de la Telefónica con el que estaba hablando. "Éstos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros", he dicho.

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Habiendo recuperado mis principios, he saludado a la primavera. Después de todo, primavera y principios son palabras que tienen el mismo origen. Los antiguos romanos consideraban a la primavera la estación primera, la más importante del año, tal vez porque supone siempre el inicio de una nueva vida en plantas y animales. A mí (precisamente porque soy animal y sospecho que, en efecto, es la estación más importante) la primavera me parece tan peligrosa como el mes de abril, ese mes al que muchos consideran el más cruel del año: el pobre, obvio, inocente (es un decir) mes de abril. Me parece que en la primavera todo también es demasiado inocente, obvio, claro y positivo. Todo nos es facilitado por alguien, da igual quien sea. Es un hecho que con la primavera todo nos es dado. Por eso, porque lo positivo nos es dado, en primavera es bueno distanciarse a veces de tantas luces y dedicarse a buscar el negativo de tanta vida, de tanto esplendor en plantas y animales. Caminar de vez en cuando por un atajo sombrío sin flores. Huir del esplendor en la hierba. Y, además, no olvidarnos de que para los hombres con principios la primavera (como su propio nombre indica) es sólo una redundancia.

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A cuestas con mi primavera negativa, me acuesto en cuanto cae la luz del día. Y lo hago con la convicción de que con la primavera conviene siempre ser crueles. En mi caso personal yo sé que, solamente si soy cruel con el mes y con la estación, sobreviviré a la nueva primavera. Y a eso me dedico mientras busco el sueño. Imagino a la pobre primavera viendo cómo huye, lejos de ella misma, ese genio que en alguna ocasión la acompañó. Como dice Giorgio Agamben, a todos nos llega ese momento en que debemos separarnos de nuestro genio. Puede suceder de noche, de repente, cuando al sonido de una gente alegre que pasa, sientes, sin saber por qué, que tu dios te abandona. O bien puede ocurrir que simplemente seamos nosotros mismos los que despidamos a nuestro genio en la hora más resplandeciente, en el momento extremo en que sabemos que existe la salvación y, sin embargo, ya no queremos ser salvados. ¿Por qué debería salvarse, por ejemplo, esta primavera? Creo que he vuelto a quedarme sin principios.

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En Marbella había un Ayuntamiento sin principios. Fue disuelto sin que nadie lo pidiera. Bono estaba por primera vez en el extranjero. Y Raphael escuchaba canciones de Juan Rulfo. El consistorio estaba envuelto en una gigantesca trama de corrupción. La alcaldesa rubia platino, la primera teniente de alcalde y el considerado cerebro de la red -que operaba con ayuda de la Policía Local- ya están en prisión. Los fiscales han actuado así porque el escándalo era notablemente exagerado. Bueno, en realidad venía siéndolo desde ya hacía años. La noticia ha sido mediática, pues no en vano estamos hablando del "asalto al dinero público". Vemos ahora en las pequeñas pantallas los discretos grilletes de la alcaldesa, de la primera teniente de alcalde y de otras figuras y tránsfugas políticos en permanente luna de miel con el dinero ajeno.

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A Fabián Estapé le parece útil, aun cuando sea por vía de simple sugerencia, que siempre que en un Ayuntamiento se produzcan casos de concejales tránsfugas se investigue, "porque ese primer caso doloso del representante municipal y de desobediencia a su partido constituye a mi modo de ver un indicio". Y cita muy oportunamente (porque con tanta jarana mediática ya nadie los cita) los casos que hay en Benidorm o en León al tiempo que señala que el robo y los tránsfugas municipales también los podemos hallar en las comunidades autónomas. En efecto, baste con recordar el caso de Tamayo y Sáez (¿sigue investigando ahí la policía?) que permitieron que subiera al poder autonómico madrileño Esperanza Aguirre.

¿Por qué la mediática noticia de Marbella no la dan acompañada siempre de cuestiones relacionadas con ella y así no perderíamos de vista a Tamayo, Sáez y compañía? Vendrán más tránsfugas y volveremos a sorprendernos, como si fuera la primera vez que llega la primavera o que se juega con el dinero público. Supongo que el truco está en lograr que, sin darnos cuenta, nos acostumbremos a ser engañados. Eso me recuerda que algunos columnistas han encontrado en los nueve motoristas recientemente muertos en Cádiz un motivo de escándalo y un tema original para sus artículos escritos con higiénicos principios morales, pero a ninguno le ha interesado hablar -por su falta de originalidad, supongo- de los 32 muertos de la patera que naufragó cerca de Nuakchot.

Esto me hace pensar en Baudelaire cuando comentaba que todos los imbéciles de la burguesía que pronunciaban sin cesar las palabras "inmoral, inmoralidad, moralidad en el arte" y otras majaderías le recordaban a Louise Villedieu, prostituta a cinco francos, que, habiéndole un día acompañado al Museo del Louvre (donde ella nunca había estado), se puso a rugir, a cubrirse la cara, y, estirándole de la manga de la camisa, a preguntarle, delante de las estatuas y de los cuadros inmortales, cómo era posible que se expusieran públicamente aquellas indecencias.

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