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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Despertador 'freak'

Distintos son los hábitos y distintas las formas de despertarse. Durante un tiempo me desperté con la vibración de un tren que, cuando pasaba por debajo de mi casa, generaba un leve cosquilleo a las siete en punto de la mañana. Últimamente, prefiero la radio y esos programas que, siendo redundantes, denominamos "despertadores". La tradición del género es larga y en las últimas décadas han destacado las aportaciones de Alfons Arús, los memorables años de La jungla (Cadena 100) y, desde hace un tiempo, el Freakandó matiner de RAC-105, una modalidad de despertador en catalán que empieza a las seis de la mañana y termina a las diez. A las seis en punto, pues, pongo el despertador, me despierto con la sintonía, deambulo por la casa automatizando mis gestos y salgo a la calle dispuesto a visitar el estudio desde donde se emite el programa.

Noche total. En la planta 15 de la Torre Barcelona, en un cubículo de 12 metros cuadrados con el aparato de aire acondicionado estropeado, trabajan los jóvenes Llucià Ferrer y Anna García (ninguno de los dos tiene 30 años). Aquí no hay despliegue de medios, sólo una polivalencia que permite al locutor (Ferrer) y a su megaayudante (García) torear el guión, los anuncios, las canciones, las conexiones con los servicios de tráfíco y de transporte público, el diálogo con los colaboradores (deliberadamente freaks), preguntas del día como "¿cuál ha sido el momento más decisivo de vuestras vidas?" y el contacto con una franja horaria que empezó teniendo 26.000 oyentes en 2004 y que hoy cuenta con casi 100.000. Este tipo de crecimientos suelen llamar la atención y por eso mismo resulta instructivo ver cómo Ferrer y García se multiplican para interpretar todos los papeles de un reparto en el que, con más medios, podrían llegar a intervenir el triple de personas.

Pese a sus reducidas dimensiones, la jaula en la que se cocina el Freakandó matiner mantiene cierto orden: micrófonos, auriculares, máquinas, ordenadores, sillas, muchos papeles, periódicos, teléfonos que no dejan de sonar, termos cafeteros y, como hombre orquesta, Ferrer, un tipo tan rápido como grande y lo bastante descarado para haber llegado a la conclusión de que o te espabilas por tu cuenta o te pudres esperando milagros. A las siete de la mañana el calor todavía no es asfixiante. Desde las ventanas del pasillo se ve cómo el amanecer intenta saltar la pared del horizonte. El contraste entre lo bucólico de la vista y el entorno cercano es brutal. A lo lejos, un esplendoroso sol naciente. A un metro, un extintor Exmon y una caja de galletas Príncipe ("más sabor, receta mejorada"). En principio, RAC-105 pertenece a la categoría de emisoras musicales y en el Freakandó matiner la selección musical es un factor importante, pero no el único.

A lo tonto a lo tonto, Ferrer y García han ido elaborando un programa con secciones, concursos, información de servicio, regalos de entradas o de aspiradores y esas preguntas existenciales que, como es lógico, casi nadie contestó. ¿Cuál ha sido el momento más importante de vuestras vidas? ¡Uf! Cualquier otra cuestión más terrenal, en cambio, genera una inmediata participación. Si una canción es un asco o no, si un cantante es feo o guapo, si hay atasco en la Ronda de Dalt, cualquier excusa es buena para transmitir eso que, arriesgándonos a ser cursis, podríamos denominar energía compartida.

"No és fàcil estar trempat a aquesta hora i cada dia", me comenta Ferrer mientras suena un canción de Coldplay. La radio, sin embargo, tiene la ventaja de que nadie te ve. Podrían hacer el programa en pijama, y el día que han llorado puede que se les note un poco en el tono de voz, pero nadie descubrirá ni los ojos enrojecidos ni la tristeza en la expresión (ésta es, digan lo que digan, la superioridad de la radio sobre la televisión). Aquí la radio pierde su dimensión legendaria y su retórica de magias patateras y recupera su lado más artesanal: atención, acción, imaginación, constancia. Cada dos minutos de creación deben compensarse con un minuto publicitario de financiación. Sin solución de continuidad, se pasa de la sección sobre sexo, en la que una voz guarrindonga elogia las virtudes afrodisiacas de untarse el cuerpo con aceite de canela, a un resumen de información seria; de una imitación delirante de Núria Feliu, a un comentario nihilista sobre la última metida de pata de Berlusconi. Y sin embargo, se respira cierto aire de familia y los oyentes llaman para pedir que les feliciten el día de su cumpleaños, envían e-mails con críticas vagamente constructivas y se unen a una causa que llaman freak pero que ya existía mucho antes de que lo freak se pusiera de moda: la de la gente que se levanta temprano. Para celebrar la buena marcha del programa y certificar su legado, Ferrer ha vuelto a generar una enésima ola de colegueo endogámico y ha conseguido editar un libro que se presentó ayer, titulado Freakandó matiner (Editorial Empúries), que incluye una selección de media hora de radio mañanera.

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