Campos Reina reflexiona sobre la figura mitológica de Orfeo en sus dos últimas novelas
El escritor cordobés analiza la capacidad de enajenación de las relaciones amorosas
Juan Campos Reina (Puente Genil, Córdoba, 1946) acaba de publicar La cabeza de Orfeo (DeBolsillo), un díptico que reúne dos novelas (Fuga de Orfeo y El regreso de Orfeo). Fuga de Orfeo tiene como protagonista al músico Leo, cuya vida está marcada por su devoción por las mujeres. El regreso de Orfeo está protagonizada por León, un cirujano al que un accidente le cambia su vida. Leo y León son primos hermanos. Campos Reina continúa con este díptico una trayectoria literaria que se inició a finales de los años ochenta.
El escritor, que reside en Málaga, es conocido como Campos Reina, ya que firma sus obras sólo con sus dos apellidos. Dentro de su obra narrativa figuran las novelas Santepar (1988), Un desierto de seda (1990), El bastón del diablo (1996) y La góndola negra (2003).
La figura de Orfeo es fundamental en sus dos últimas novelas. "Hay dos mitos esenciales en Orfeo. Uno es el descenso al infierno. El otro es el esencial para este díptico: el mito de la cabeza de Orfeo. Cuando Orfeo sale del infierno y no puede rescatar a Eurídice, las mujeres siguen encantadas con su presencia. Orfeo no las atiende porque sigue enamorado de Eurídice. Las mujeres cortan su cabeza y la arrojan a un río. La cabeza sigue cantando. Llega a Lesbos. Y la isla queda impregnada de su canto y se convierte en la patria de la poesía lírica", relata Campos Reina.
"En Fuga de Orfeo hay un niño al que los padres educan en la ultraortodoxia católica. En su educación no entra la sexualidad. Este niño se convierte en un joven que llega a Sevilla. Todo su afán son los libros prohibidos por la censura y la recuperación de la sensualidad. También hay una gran sensualidad en la comida. Parece que la lectura y la sensualidad son las dos determinantes de su vida. Hay momentos en que come y al mismo tiempo contempla a una mujer: en esos momentos hay como un sacramento pagano", señala el autor.
La caída del muro de Berlín es uno de los marcos temporales de la novela. Una de las frases de la obra -"Como el muro de Berlín, ya polvo somos y en polvo nos convertiremos"- recoge algo de su espíritu. "Hablamos de una ideología hecha polvo y, al mismo tiempo, de la sensualidad y del sexo", agrega Campos Reina. "Leo relaciona la caída del muro de Berlín con esa fuga, esa búsqueda de un nuevo horizonte que le lleva a ir a Nueva York, a la frontera de lo que está surgiendo", comenta.
Apoteosis de la vida
Una cita del escritor Albert Camus encabeza Fuga de Orfeo ("Unos han nacido para vivir y otros han nacido para amar"). "Quien ama cede un poco en la vida. Cuando ama realmente se olvida de vivir y se enajena. Cuando esa situación ha pasado, reconoce que ha estado en la apoteosis de la vida. Pero cuando ha vivido esa situación, no se ha dado cuenta de ello porque estaba amando", dice el novelista.
"Las mujeres me gustan tanto, que no siento el menor interés por el trato con los hombres", señala el protagonista de la novela. Campos Reina comenta que la pasión de Leo "no es sólo algo sexual". "Leo no es un donjuán, es la antítesis del donjuán. Las mujeres van entrando en su vida, lo van llamando. Su deseo es estar dentro de lo femenino, un mundo mucho más entrañable que el mundo de los varones", explica Campos Reina.
La segunda novela del díptico, El regreso de Orfeo, cuenta el retorno del cirujano León a Sevilla, su ciudad natal, tras sufrir un accidente de tráfico que le deja prácticamente ciego. Su encuentro con una mujer, una presencia de su infancia, le devuelve el placer de la vida.
"Todo hombre siempre acaba regresando a su infancia. León tiene el privilegio y la tara de regresar con la parte fundamental de su vida cortada. León tiene que recuperar la vida. Si no reverdecer como un árbol al que han cortado el tronco, León tiene que reverdecer con las ramas laterales. La música, el oído y el tacto se convierten en elementos esenciales. Este hombre se encuentra una nueva ciudad al volver a los recuerdos. El recuerdo se transforma y, al transformarse, le regala una vida que sustituye a la que ha perdido", concluye Campos Reina.
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