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Reportaje:

Objetivo, funcionario

Tres de cada cuatro jóvenes franceses quieren trabajar para el Estado y la mayoría trata de conservar la seguridad de un modelo en crisis

Un 75% de los jóvenes franceses quieren ser funcionarios, según un reciente informe del Senado. En Francia hay 3,5 millones de parados y 1,5 millones de erremistas (que reciben el ingreso mínimo de inserción, RMI en sus siglas en francés). Desde hace dos décadas el desempleo se mantiene en torno al 10% y entre los jóvenes alcanza cifras superiores al 23%, que en los barrios más desfavorecidos, aquellos que vieron arder cientos de coches el pasado otoño, sube hasta el 45%.

Tradición cultural aparte, el actual modelo social francés nace originalmente del programa de la Resistencia contra la ocupación nazi, de fuerte influencia comunista, y se desarrolla en el contexto de la gran industrialización de las décadas de 1950 y 1960 que generaron el consumo de masas. La generación de riqueza fue acompañada de grandes beneficios para los trabajadores. Todo fue bien hasta que se acabaron los "30 gloriosos", las tres décadas en las que Europa occidental desarrolló uno de los modelos sociales más prósperos de la historia. Cuando en la década de 1980 llegó el desempleo, el modelo empezó a hacer aguas.

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Pero Francia ha seguido manteniéndolo contra viento y marea, pese a que las fisuras son cada vez más evidentes. La deuda pública ha pasado en 15 años del 20% del producto interior bruto (PIB) al 66% y ha alcanzado la cifra gigantesca de 1,1 billones de euros. La gran industria sigue siendo eficaz, aunque cada vez más a menudo deslocaliza sus fábricas. La mediana y pequeña industria, sin embargo, no puede competir dentro de un modelo laboral que sigue protegiendo el puesto de trabajo como algo indestructible, pero no protege al trabajador.

Pero la sociedad francesa se niega a introducir cambios y atribuye todos sus problemas a la globalización -pese a que es uno de los países que más se benefician de ella- por más que la precariedad laboral ya sea un hecho a través de los numerosos contratos temporales. Los franceses quieren conservar la ilusión de una seguridad absoluta. Una joven de 18 años explicaba ayer en la marcha las razones por las que había salido a la calle. "Quiero poder comprarme cosas a crédito; quiero poder alquilar una buena casa; quiero un contrato indefinido para poder llevar una vida tranquila y segura".

El igualitarismo, por otra parte, es una de las características de esta sociedad rica, cultivada y bien preparada, por más que tenga una importante tasa de fracaso escolar. Y casi ningún político se atreve con este tabú en una sociedad que reúne la paradoja de ser conservadora y totalmente escorada hacia la izquierda en lo ideológico. Una de las frases que más repite Sarkozy es que en Francia se castiga el éxito.

Los franceses están gobernados por un Ejecutivo de derechas; la derecha tiene la mayoría absoluta en el Parlamento y la última elección enfrentó a un candidato conservador con otro de extrema derecha. Sin embargo, la sociedad considera que el líder laborista británico Tony Blair, cuyo partido forma parte de la Internacional Socialista, es el epítome del liberalismo neoconservador.

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