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DON DE GENTES
Columna
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Sola, fané, descangallada

Elvira Lindo

CUANDO SE ESTÁ SOLO se habla solo. Cuando se está solo, uno dice en voz alta: "Voy a hacerme un té". Y uno ve los tés enfilados, como una promesa de salud oriental al alcance de la mano, y se pregunta en voz alta: "¿Me tomo el verde que tiene antioxidantes o el rojo que elimina toxinas?". Cuando estás solito; en el caso que nos ocupa, solita, no una hora ni dos sino muchas, hablas en voz alta de lo que vas a comer, como el niño habla al amigo invisible. Cuando estás solo te vuelves niño, te vuelves viejo y te vuelves loco, las tres a la vez. Un pack espeluznante. Cuando estás solito pones la radio en la cocina y la tele en el salón a fin de que la casa se llene de ruidos. Al principio de estar solito empiezas con buenos propósitos, poniéndote mantelillo para comer, cubiertos bien dispuestos, copa de rioja y una comida digna; al principio de estar solo estás hasta ilusionado y, emulando a Robinson, sabes que hay que marcar los días y mantener a raya una disciplina. Pero la realidad es que cuando uno está solo se pierde la ilusión y la disciplina. Abres la nevera y qué, puerros gelatinosos, tomates blandurrios, yogures pasados. Cuando uno está solo y constipado y se da pena a sí mismo y necesitas una madre, aunque estés frisando la edad de Sharon Stone (motivo de esperanza), y querrías una mano que te diera vicks-vaporú en el pechito y una voz que celebrara con un ¡Jesús! cada estornudo; cuando uno se siente como El huerfanito de Machín y lo canta en soledad: "Huérfano, huérfano soy, yo soy, tacatacatá, un huerfanito". Cuando uno se pone el discman, además de la tele y la radio, y te dejas caer en el sillón y escuchas un disco que te trajo el más íntimo de los cantautores catalanes, Álex Torío, de voz ronca y rota como la de Tom Waits. Cuando uno, entregado a la ensoñación solitaria, se acuerda de pronto de que además del disco, Álex trajo una lata de cocidito madrileño de marca y cerdo desconocidos: "Es el más barato que encontré", dijo entregándome el regalo como si fuera un poema simbólico de Joan Brossa, como cuando Brossa, poeta hasta sus últimas consecuencias, gritó en un restaurante, ¡que me traigan al cocinero!, y le estampó uno de los huevos fritos en el delantal a modo de condecoración. De la misma forma, el cantautor catalán, que sabe que soy una amante del símbolo, me regaló la lata para que la pusiera de adorno, como si fuera una versión cañí de la sopa Campbell. Lo que no imaginaba mi cantautor es lo bajo que puedo caer yo cuando estoy solita, huerfanita de Machín, arrastrando las zapatillas por la casa como las muñecas de Famosa. Cuando una está en su casa, robinsona, solateras, entonces una echa mano de lo que sea, y se come la lata de garbanzos, pero casi sin calentar, en el mismo cazo, como hacen los taxistas en Nueva York, que aprovechan para comer en los semáforos esos fideos de olor insoportable, y luego eructan o lo que sea costumbre según la cultura de cada cual. Todo es relativo. Cuando una está sola toma colacao de postre. Eso es lo mejor de estar sola: ¡el colacao! El colacao es un canto a la esperanza. No hay constancia de ninguna persona que esté al borde del suicidio que se haya tomado previamente un colacao. Cuando una está sola explota los grumitos del colacao entre los dientes y tiene el barrunto de que la felicidad se aproxima. Cuando una está sola navega mucho por Internet. A veces una vota artículos de los periódicos digitales. A veces, por ejemplo, ya fuera de sí, vota cincuenta veces seguidas la foto de Sharon Stone, sólo para conseguir que aparezca como el primer de los artículos más valorados. Cuando una está sola contesta enseguida a las cartas de los amigos, tan rápido contesta que los amigos piensan: "Anda que no debe estar ésta sola". Cuando una está sola salta como un resorte cuando suena el teléfono, y si es una encuesta, la contesta. Luego llega a la conclusión de que las encuestas no deberían ser fiables porque sólo están dispuestos a contestar los huerfanitos de Machín. Cuando una está sola se dedica a reenviar todas las bobadas que le llegan al correo, por ejemplo, las fotos de calendario porno de la que fuera Pipi Calzaslargas. Fotos que vienen a demostrar que una pelirroja lo es hasta en sus partes más ignotas. Cuando una está sola se acuerda de Pipi los sábados por la tarde, de Pipi y Anika. A Pipi ya se la veía que iba a acabar enseñando la ignota zona, pero, escúchenme bien, amigos, si un día veo a Anika en bolas creo que no lo podré soportar. Ay, aquellos tiempos de Pipi, los grumillos del colacao, el vicksvaporú, el redoxón y la vida por delante. Cuando una está solita y febril tiende a la nostalgia. Qué bonita palabra, nostalgia, para definir un sentimiento tan tóxico. Nostálgica, febril, huerfanita, así estoy cuando de pronto aparece en la pantalla del computer: "ETA anuncia una tregua permanente". Cuando una está solita lee las noticias importantes en voz alta, como para simular que alguien te las está contando. Si estuviera en Madrid, piensa esta firme candidata al botulismo, llamaría a unos y otros, y conociéndome sé que compartiría la exultante felicidad de unos, la prudente alegría de otros, entendería la desconfianza de aquellos y el estremecimiento en el corazón de las víctimas. Tendría la cabeza como un bombo, habría sucumbido a la insana tentación de escuchar a los predicadores, sentiría la exigencia de expresar una rotunda opinión. Pero aquí puedo quedarme inmóvil, como la marmota Phil, que no asoma el morro hasta que no está segura de que ha llegado la primavera.

Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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