Vientos gitanos
Un guión tan previsible como eficaz: dos horas de metales atronadores por parte de una desenfrenada fanfarria. Si alguien puede poner patas arriba un local son estos 12 rumanos capaces de enloquecer al mismísimo metrónomo con sus instrumentos abollados. Su ritmo binario y la velocidad desbocada que alcanzan una y otra vez acaban por provocar alborozo.
Son romaníes, hijos de una heterogénea nación sin Estado, y se dedicaban a la música en bodas y bautizos tras cumplir como obreros o campesinos. Ahora viven de ella. Igual animan la fiesta de algún magnate en Moscú que viajan hasta Hollywood contratados por el compositor Danny Elfman para la celebración de su 50º cumpleaños.
Su autenticidad no tiene precio. Tocan deprisa, muy deprisa, Iag bari o Nicoleta, canción del dominio público, de la que se apropió el avispado Bregovic. Y convocaron al agente 007 con una versión apabullante de su tema principal. El cine no los ha desaprovechado: hace unos días grabaron para una película Born to be wild y a su música, vigorosa y vertiginosa, ha recurrido Álex de la Iglesia, que no perdió la ocasión de aplaudirles el miércoles.
Fanfare Ciocarlia
Oprica Ivancea (clarinete y saxo alto), Costica Trifan, Radulescu Lazar y Marian Bulgaru (trompeta y voz), Ioan Ivancea (clarinete), Dan Ionel Ivancea (saxo alto), Constantin Ivancea y Monel Trifan (tuba), Laurentiu Ivancea (trompa barítono), Constantin Calin (trompa tenor), Costel Ursu y Nicolae Ionita (percusión). Círculo de Bellas Artes. Madrid, 22 de marzo.
Terminaron como suelen: bajando del escenario para tocar rodeados por un público sonriente, mientras uno de ellos, con un billete de 20 euros pegado en la frente, agita una pandereta y pasa el sombrero en busca de un sobresueldo. Sucedió en el salón de baile del Círculo de Bellas Artes, que ahora adopta el nombre de Cabaret Círculo para sus noches musicales.
Babelia
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