A vueltas con el amor

Volver a los clásicos como si, en nuestro contexto, se buscara en Lope de Vega la inspiración que los anglosajones encuentran en Shakespeare (grandes obras, sólida tradición interpretativa, ambientación impecable): he ahí la apuesta que Pilar Miró hizo en El perro del hortelano y que ahora regresa, de la mano de Manuel Iborra, en otra pieza del mismo autor. Y el director tropieza con algunos problemas.

Por una parte, con la consistencia de la obra, que apela más aún que El perro... a las convenciones teatrales (¡ese cambio del personaje que interpreta Abascal, tan caprichoso y, sin embargo, capital para que funcione la obra!). Por la otra, con la endiablada dificultad del verso clásico, que en boca de algunos actores se hace punto menos que incomprensible. Y por la otra, en fin, con una ambientación muy cómoda, pero de andar por casa. Lo mejor, la gestualidad de Abascal, la composición de Coronado, el saber estar de Macarena Gómez... y el vestuario de Lorenzo Caprile. Poco más.