"Incendiaremos el Mundial"
Ultras europeos se reúnen en Braunau, ciudad natal de Hitler, para preparar un plan vandálico y exhibiciones nazis en la cita alemana
El acento es inconfundible: del Véneto; el ritmo es obsesivo, como el de la marcha militar. Un skin inglés, enorme y pelirrojo, reproduce automáticamente algunos pasos de la marcha. Le piden que pare, y también a un italiano, un chaval delgado, con la cabeza rapada y un águila tatuada en el cuello. Nadie puede desobedecer la orden de pasar inadvertido. No ahora, que hemos salido de la nave donde se trabaja la madera (la zona está llena de naves).
Braunau, la Predappio [la ciudad donde nació Benito Mussolini] nazi, sigue bajo la nieve. Hemos venido de toda Europa a la ciudad de Hitler para firmar un pacto nazi-fascista con vistas al Mundial. Un cartel que reúne las hinchadas xenófobas más radicales del viejo continente. El plan de acción para incendiar Alemania 2006. La agenda de la reunión, supersecreta, de gamberros de estadio crecidos en el culto a Hitler, tiene un objetivo claro: subvertir, a través de acciones de ataque, cada regla de convivencia durante el Mundial. Montar un follón en nombre de Hitler y del odio racial hacia los pueblos del Sur. Los islámicos, Turquía en cabeza.
"Feinde zu vernichten", enemigos para destruir. Y, claro está, contra la policía. Hacer la guerra. Que más da si las normas antiviolencia de las autoridades alemanas prevén penas inmediatas a los que harán el saludo nazi. El documento suscrito en esta tranquila ciudad en la frontera entre Austria y Alemania es una lista de la compra escalofriante. Ataques premeditados contra las fuerzas del orden. Ataques contra los aficionados "enemigos". Desfiles nazis. Ostentación de banderas con cruces gamadas y célticas, esvásticas modificadas para eludir la apología, símbolos de las SS. Cantos de alabanza al holocausto y más repertorio canoro. Como el silbido inventado en algunas gradas inglesas y holandesas para reproducir el sonido de las cámaras de gas. Para los que ignoren la existencia de este silbido, está aquí un hooligan del Feyenoord. Pelo rubio platino. Botas violeta. Una cicatriz en la frente. Está sentado en un banco de madera al lado de un torno. Cuando llega el momento, incitado por un amigo, suelta un interminable "ssssssssssssssss". Tendrá 25 años. Impresiona verle sonreír tras su exhibición; apoyar otra vez los labios sutiles en la botella de cerveza y, finalmente, eructar con fuerza en la cara de un compañero (...). Hay cajas llenas de cerveza. Somos bienvenidos por los austriacos del pueblo.
Pero puede que haya también austriacos de fuera. Recuento las cabezas, no todas rapadas, que se mueven. Alrededor de 70. Hay muchos italianos. Diez ultras vinculados a los movimientos de extrema derecha. Forza Nuova. Fronte Veneto Skin. Vienen de Roma (dos del Roma y dos del Lazio), de Verona, de Trieste, de Ascoli. "Mira al inglés, ése sí que es duro", dice un extremista de la capital. El objeto de tanta admiración es un Blue Lion de edad madura, vieja guardia de los radicales del Chelsea. Cada centímetro de sus brazos, enormes y flácidos, está tatuado con dragones, esvásticas, y nombres de sus ídolos futbolísticos y no futbolísticos. Levanta los brazos y los hace rotar. Es una manera de simbolizar el follón que armarán los 10.000 aficionados ingleses (la mitad de ellos, según Scotland Yard, son hooligans) en el debú de su selección el 10 de junio en Francfort contra Paraguay.
"Bad, bad, bad", grita a todo pulmón. Se levanta. A partir de ese momento, el poquito de desconfianza que se respiraba, se disuelve en una mezcla contagiosa. Una espuma colectiva para vomitarla sobre el mundo. "Éste va a matar de verdad a los negros y a los judíos de mierda", comenta un joven de Verona. Somos todos hijos del Führer o discípulos del Duce. Los primeros que tienden la mano derecha, en el más solemne de los Hitler-gruss, el saludo romano alemán, son los fanáticos del Schalke y del Bayern. Van detrás dos energúmenos de los Braunau Bulldogs, los ultras del pueblo que el año pasado peregrinaron al cercano campo de concentración de Mauthausen. Las imágenes de la excursión se colgaron en la web del grupo. En Austria fue un asunto de Estado. La apología del nazismo y del Holocausto constituyen delito. Detalles a los que ninguno de los presentes parece dar importancia. Lo que importa es la planificación de la violencia en muchas de las ciudades donde se jugará el Mundial. Adrenalina pura, repiten. "El nazismo volverá a Alemania". Los franceses del Olympique, con chupa verde y tirantes, parecen corderitos. Prestan mucha atención a la primera reunión de la Internacional nazi. Asienten cuando los alemanes explican que hay que atacar a la policía lejos de los estadios, donde sean minoría.
Dicen los franceses que no tienen ningún plan, pero que en estos dos meses y medio que restan para el Mundial harán algo para que Francia "no haga el ridículo" (...). Los holandeses (...) confirman que se pondrán los temidos cascos nazis color naranja. La Free Time Products ha vendido ya 15.000. Son de plástico y llevan escritas cosas como "al ataque" y "ahí está". La cosa parece hacerle mucha gracia a uno de los jefes de Ultras Sur. Ha venido en coche desde España (....). Es pintor, como su Hitler, que nació en Braunau en 1889. Son las siete de la tarde. En el techo de la carpintería, calentada sólo por los olores, la mayoría alcohólicos, exhalados por los fanáticos, el sol se ha puesto hace poco. Ha llegado el momento de asomarse al campo nevado. En un parque infantil, los niños se divierten (...). En una valla de la calle hay una imagen con la mascota del Mundial, el simpático león Goleo VI.
© La Repubblica
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