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Reportaje:BÉISBOL | Clásico Mundial

Cuba vive como un triunfo político llegar a semifinales mientras EE UU cae eliminado

Esta semana será recordada en Cuba durante mucho, muchísimo, tiempo. Al filo de la medianoche del miércoles, casi cuatro horas después de iniciarse el partido de béisbol entre la selección portorricense y la cubana, decisivo para el pase a las semifinales del Clásico Mundial, un rugido estremeció La Habana y, probablemente, todas las ciudades y los pueblos del país. Cuba ganó por 4 carreras a 3 y la isla entera hizo catarsis. El encuentro era televisado en directo desde el estadio Hiram Bithorn, de San Juan, y la carga acumulada por motivos extradeportivos era increíble: las autoridades lo habían convertido casi en un asunto de Estado y para la afición era una cuestión de orgullo nacional. Una victoria política, en definitiva. Máxime, al coincidir con la eliminación, en el grupo californiano de Aneheim, de Estados Unidos con todas, o casi todas, sus figuras de las Grandes Ligas profesionales.

Días antes, ante el mismo equipo de Puerto Rico, Cuba había sido apabullada y derrotada por 12-2, un marcador vergonzante que abrió heridas profundas en los fanáticos isleños. Hacía 23 años, en efecto, que Cuba, la vigente campeona olímpica y mundial, no perdía de ese modo en una competición internacional.

Semejante desastre pareció confirmar los peores augurios. Se sabía que en este primer Clásico Mundial, organizado por las Grandes Ligas, Cuba se iba a enfrentar por vez primera a los mejores jugadores profesionales del mundo y para muchos tenía poco o nada que hacer. Todas las apuestas estaban en contra, pues Cuba ganó en el pasado 25 campeonatos mundiales, pero frente a contrincantes que participaban con selecciones menores, integradas por aficionados e incluso universitarios.

La negativa inicial de Bush

Por todo ello se presentaba tan simbólico el Clásico Mundial. Y, además, la política entró en juego. El Gobierno de George W. Bush negó los visados a los beisbolistas cubanos porque el dinero de los premios no debía ir a parar "a manos de Fidel Castro". Al final, eso sí, dio marcha atrás ante las presiones de los organizadores y de la federación internacional de este deporte y el compromiso de Cuba de donar lo que su conjunto ganase a las víctimas del huracán Katrina. Así, Castro en persona abanderó a la delegación y la despidió con una frase de barricada: "A luchar".

Los comentaristas cubanos lo decían: si llegase a las semifinales, sería un gran triunfo para Cuba. Pero pocos creían que eso pudiera suceder después del debut a palos contra Puerto Rico. Pero, al cabo, hasta los más anticastristas saltaron de sus asientos cuando terminó el envite triunfal. "Esta victoria se la dedicamos al primer aficionado de nuestro país, Fidel Castro", llegó a decir el locutor en un momento de emoción. El equipo viajará ahora a San Diego, donde se decidirá el campeón del torneo. Un titular del diario oficial, Granma, resulta revelador: "¡A coraje limpio! ¡Estamos cumplidos!".

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