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Reportaje:

El último masón de la República

Juan Tundidor murió el pasado 8 de febrero dejando tras de sí una vida dedicada al socialismo y a la masonería

Entre las 80.000 fichas de supuestos masones confeccionadas por el servicio de Recuperación de Documentos, creado por Francisco Franco durante la guerra civil española (1936-1939), aparece un dossier a nombre de Juan Tundidor, ex secretario general de las Juventudes Socialistas de Valencia y antiguo responsable del partido socialista español en el exilio venezolano. "Era el último masón de la República", afirma Vicente Sampedro, autor de La francmasonería valenciana y las logias accidentales durante la guerra civil, mientras lee atentamente el documento. Arriba, en el primer folio aparece un sello que recuerda, mediante un "secreto" estampado en el margen derecho, el carácter confidencial de la ficha.

La represión franquista antimasónica se saldó con 32.000 procesos y 12.000 víctimas

Fallecido el pasado 8 de febrero, Tundidor era hijo de una abulense y de un madrileño. Nació en Buenos Aires en 1911 y cuando apenas tenía dos años su familia regresó a España y se instaló en Valencia, donde él permanecería hasta 1939. Su iniciación en el mundo de la masonería tuvo lugar el 2 de mayo de 1937, cuando pasó a formar parte de la logia Federación Valentina nº 2, el más importante de los talleres valencianos, del cual su padre, Ernesto Tundidor, era uno de sus principales dirigentes.

"La masonería y otras asociaciones clandestinas son declaradas contrarias a la ley. Todo activista que permanezca en ellas será considerado como reo del crimen de rebelión", se puede leer en un decreto fechado el 15 de septiembre de 1936 y firmado por Franco. Se trata de una de las primeras manifestaciones de la saña y el empeño persecutorio que demostraría posteriormente el dictador para acabar con esta congregación. El 21 de diciembre de 1938, Franco decretó que todas las inscripciones o símbolos de carácter masónico fueran eliminados de todos los cementerios en el plazo de dos meses. Pero la principal ley antimasónica, la Ley para la Represión de la Masonería y el Comunismo, llegaría el 1 de marzo de 1940 y se nutriría de los archivos del servicio de Recuperación de Documentación.

Según aseguró el gran maestro de la Gran Logia de España, Josep Corominas, el balance de la represión antimasónica se saldó con 32.000 procesos y 12.000 víctimas entre ejecuciones, encarcelamientos y exilios. Fue el exilio, precisamente, la vía que seguiría Tundidor y que le conduciría a Francia.

Su partida tuvo lugar en marzo de 1939, poco después de la celebración de un consejo del Partido Socialista valenciano convocado ante la inminente caída de Valencia a manos de los golpistas. En esta reunión, según el testimonio indirecto de Sampedro, que mantuvo diversos encuentros con Tundidor, presente en el acto, se habló de dos temas de suma importancia en aquellos momentos: el futuro del partido socialista valenciano y la necesidad de hacer desaparecer la información relativa a las logias para proteger a algunos compañeros. "Hay que tener en cuenta que la masonería en España ha sido tradicionalmente progresista. Durante la II República, al menos dos tercios de los diputados formaban parte de ella", afirma Sampedro.

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Respecto a la documentación masónica, en aquel encuentro se decidió que el diputado de las Cortes para Valencia Enrique Cerezo Genís se exiliara a México, donde escondió parte de estos legajos; su muerte se llevó consigo el paradero secreto de dichos papeles. El resto se ocultó bajo la responsabilidad de los dirigentes socialistas Molina Conejero e Isidro Escandell, desapareciendo su rastro al ser fusilados ambos tras la guerra. La documentación que quedó fue llevada a Francia, pero tras la invasión nazi, la información fue requisada y remitida a las autoridades franquistas.

Para Tundidor, Francia significó el internamiento en el campo de concentración de Argelés, la muerte de su primera esposa y el encuentro con la que sería su segunda mujer, además de la reorganización del Partido Socialista fuera de las fronteras españolas, del que llegaría a ser vocal de la Comisión Ejecutiva surgida tras el Congreso de Toulouse en 1946. Allí, también formó parte de una logia conocida como Reconstrucción nº687 y formada íntegramente por españoles exiliados.

A finales de la década de los 40 se marchó a Venezuela, donde fue responsable de la agrupación de socialistas españoles y uno de los fundadores de la logia Libertad Española; allí obtuvo el grado 33, el grado más alto que un masón puede alcanzar en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

Cuando en 1996 regresó a Valencia, las logias ya gozaban de absoluta legalidad gracias a la revocación por parte de la Audiencia Nacional en 1979 de una resolución ministerial que prohibía este tipo de organizaciones. "Entonces, él se convierte en un referente, un garante de la tradición masónica en Valencia", apunta Sampedro.

Tras más de 30 años de democracia, la leyenda negra que envolvía la masonería aún continúa dañando la imagen de la obediencia, según Corominas. Para él, "40 años de franquismo hicieron demasiado daño a la obediencia".

A excepción de la moción de desagravio relativa a este colectivo y aprobada en el parlamento catalán el 25 de abril de 2001, los 3.000 masones con los que hoy cuenta la congregación en España siguen esperando que se les devuelva el honor y el patrimonio que el franquismo les arrebató.

"Gente de la talla de Tundidor pone de manifiesto la necesidad de recuperar la memoria histórica para que se reconozca la impiadosa persecución a la que los masones fueron sometidos", concluye Corominas.

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