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La investigación del 11-M
Columna
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El palo y el ronzal

La manipulada versión periodística -publicada anteayer- de la declaración prestada ante el juez Del Olmo por el inspector Álvarez sobre la vigilancia de la bolsa abandonada en el tren de la muerte de El Pozo, que contenía una bomba sin explosionar, bastó a Rajoy para lanzarse alegremente sin paracaídas sobre el terreno de las operaciones desestabilizadoras con la idea de plantear la posible nulidad de las actuaciones sumariales instruidas por la Audiencia Nacional desde hace dos años. Es cierto que los medios de comunicación amarillistas y los dirigentes del PP caminan del brazo a la hora de sembrar dudas, necedades e insidias sobre la autoría del 11-M con la común intención de atribuir a los terroristas el propósito de dar el triunfo electoral al PSOE. En esta ocasión, sin embargo, Rajoy parece haber sido tirado del ronzal por unos periodistas que amenazan con retirarle su apoyo si les desobedece; el tratamiento del palo y la zanahoria dispensado por el diario El Mundo y la Radio de los Obispos al presidente del PP es la receta aplicada para quitarle las ganas de apartarse del guión paranoico sobre el 11-M escrito con la ayuda del dogmatismo estólido de Aznar, la desenvoltura cínica de Zaplana y el fanatismo impenetrable de Acebes.

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El levantamiento por el juez Del Olmo del secreto sumarial sobre la declaración del inspector Álvarez permitirá a cualquier lector de buena fe descubrir el malicioso sesgo de una engañosa información que había sido cocinada con un solo propósito: dar a entender que la bolsa conteniendo la bomba posteriormente desmontada no procedería de los trenes de la muerte sino que habría sido colada de matute por una mano negra. Las notas de la Fiscalía de la Audiencia Nacional y de la Dirección de la Policía -difundidas asimismo anteayer- dejan también con las vergüenzas al aire a esos matones de la desinformación, el chantaje y el fraude, poseídos siempre por una endogámica megalomanía narcisista que les impide ser conscientes de la patética y ridícula imagen devuelta por el espejo.

Ni que decir tiene que la instrucción de un sumario de 80.000 folios sobre un macro-atentado perpetrado por una organización terrorista -como el fundamentalismo islamista- con numerosas complicidades fuera de España habrá incurrido probablemente en errores. Pero el propósito de la calumniosa ofensiva política y mediática contra la Audiencia Nacional no es sólo linchar al juez Del Olmo mediante insinuaciones apenas veladas de prevaricación y acusaciones abiertas de incompetencia: se trata también de poner en cuestión el funcionamiento del Estado de derecho y la eficacia de las garantías constitucionales. Baste con recordar, sin embargo, que los defensores de los imputados, las acusaciones particulares de los damnificados y los magistrados de los tribunales (la Audiencia Nacional, primero, y el Supremo, después) someterán necesariamente a un severo escrutinio las diligencias del juez Del Olmo.

Los dos años de sostenida campaña difamatoria de El Mundo y la Cope minimizan la esperanza de leer o escuchar alguna vez las rectificaciones de esos inmorales fabuladores mediáticos, cuya modernizada versión de la probatio diabolica descarga sobre los oponentes la imposible tarea de demostrar que sus descabelladas conjeturas sobre el atentado carecen de consistencia. La supuesta búsqueda de la verdad sobre la autoría y los objetivos del 11-M de esos pícaros falsarios se caracteriza por la circularidad de los razonamientos: las ovejas negras que los contradigan serán expulsadas del rebaño en espera de los blancos corderos capaces de verificarlos en un imposible futuro. La separación entre los autores materiales (meros ejecutores a lo sumo del atentado) y los autores intelectuales (diseñadores de la decisión) de los trenes de la muerte viene acompañada por el desdoblamiento paralelo entre el objetivo aparencial del crimen (las víctimas de la sangrienta masacre) y su objetivo auténtico (el triunfo electoral de Zapatero). Poco importa, así pues, quiénes fueran las víctimas de una tragedia cuyo único argumento real era el poder del Estado: ETA desempeña el papel de sospechoso reservado al mayordomo; los servicios de Marruecos y otros países tienen su lugar en el reparto; policías, fiscales y jueces acaban de ser incorporados a la compañía; y siempre quedará abierta una oportunidad para los marcianos.

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