El norte y el sur del mercado laboral madrileño
El autor admite que la economía madrileña está creciendo, pero considera que ese aumento oculta una realidad: el desequilibrio territorial y social. Madrid, dice, crece por el alto consumo y la construcción, pero los recursos obtenidos no se reinvierten en mejorar el empleo en la región y corregir desigualdades en la Comunidad.
En la primera semana de enero los periódicos anunciaban en titulares que Madrid supera en un 29% la renta per cápita media de la Unión Europea. Que cada madrileño produce 6.000 euros más al año que el resto de los trabajadores españoles, unos 2.200 más que un catalán, casi el doble de los que produce un extremeño. Cada madrileño genera una renta per cápita de 25.742 euros, es decir, más de cuatro millones de las antiguas pesetas al año. Somos el 13% de la población española, pero aportamos el 17% del Producto Interior Bruto (PIB) nacional.
Vivimos en un mundo en el que las medias estadísticas, esa manera de repartir matemáticamente un pollo entre dos personas, siempre ocultan la realidad de quienes se encuentran muy lejos de disponer del medio pollo y quienes disfrutan de casi el pollo entero. Buena parte de la acción política se ha convertido en propaganda y publicidad, pero sería obligación de un Gobierno responsable situar a los madrileños no sólo ante las bonanzas ilimitadas de nuestra situación económica, sino ante las debilidades de dicha situación y los problemas que amenazan con estrangular nuestro futuro desarrollo si no ponemos en marcha medidas correctoras de los desequilibrios existentes.
Entre parados y temporales estamos hablando de más de un millón de trabajadores
Va a requerir mucho esfuerzo, mucha negociación, sentirnos partícipes del proyecto
Madrid crece, pero también es ejemplo de los males del modelo de crecimiento
Unos desequilibrios que aparecen en los propios datos publicitados por el Gobierno regional. Así, por ejemplo, el municipio de mayor renta per cápita media es el de Pozuelo de Alarcón, con más de 21.000 euros de renta bruta disponible por persona y año, lo cual supone tres veces y media más que la renta del municipio más pobre de la región, Madarcos, cuyo habitante medio dispone de poco más de 6.000 euros al año. Unas diferencias territoriales que han ido aumentando año tras año.
Otro dato preocupante es que los empleados con contrato indefinido cobran casi el doble que los temporales. Sobre todo porque la Comunidad de Madrid ha visto crecer el porcentaje de contratos temporales hasta más del 29% del total, mientras la media europea se encuentra en el 13,1%.
Entre personas paradas y con contratos temporales estamos hablando de más de un millón de trabajadores y trabajadoras. A todos los cuales habría que sumar el número de mujeres que, también por término medio, cobran un 30% menos que los hombres por trabajos similares aunque disfrazados con categorías profesionales diferenciadas por sexos.
En todas las ramas de actividad los extranjeros cobran menos que los nacionales. Mujeres, jóvenes, inmigrantes componen ese colectivo de trabajadores que ganan entre seiscientos y mil euros al mes y cuya experiencia laboral es la de la precariedad.
Los madrileños trabajamos mucho, ganamos más que en el resto de España, pero nos vemos obligados a gastar más que el resto de los españoles y no precisamente en comida.
Los madrileños gastamos en comida, bebida y tabaco unos 402 euros, cifra muy similar a la de 400 euros de la media española. El problema está en la compra de bienes y servicios, donde nos vemos obligados a gastar un 26% más que el resto de los españoles. Así, muchas familias consumen más de la mitad de sus rentas para comprar un piso. Necesitamos el equivalente al salario de más de once años de trabajo para comprarlo y nos endeudamos con hipotecas que ya llegan a los cincuenta años. No es extraño que más de la mitad de los hogares madrileños manifieste que tiene problemas para llegar a fin de mes, y que tres de cada cuatro no puedan dedicar dinero al ahorro.
En resumidas cuentas Madrid va bien porque crece económicamente y genera empleo. El problema es que crece desequilibradamente. Madrid es la locomotora de España, pero también el paradigma y el mejor ejemplo de los males del modelo de crecimiento español. El propio ministro de economía, Pedro Solbes, manifiesta claramente que, aunque la economía vaya bien, el modelo económico actual no es sostenible en el tiempo. Y tiene razón.
Madrid crece por el alto consumo, el tremendo empujón de la construcción de vivienda, mayoritariamente libre, y el impulso infinito a la obra pública para construir metro hasta lugares inverosímiles, radiales y autovías y soterramientos de la M-30.
Nuevos barrios aparecen en cada localidad madrileña a ritmo de 70.000 viviendas por año. Colegios públicos y privados sostenidos con fondos públicos. Hospitales construidos con capital privado, en suelo público y pagados a plazos con fondos públicos. Residencias privadas para mayores amortizadas con conciertos públicos. Las fórmulas y las tramas son infinitas e imaginativas. Unas son necesarias y otras no. Pero uno tiene siempre la sensación de que tras cada obra, más allá de su necesidad, prima el negocio seguro, la rápida y alta rentabilidad, la utilización de los recursos de todos para asegurar el beneficio de unos pocos. El aumento de los desequilibrios.
El tremendo impulso de la construcción y de los servicios, los ingentes recursos económicos generados, deberían haberse aprovechado para modernizar el tejido productivo y de servicios con mayores inversiones en I+D+i. Para obtener más calidad de los productos con un empleo más estable para trabajadores formados permanentemente. Para corregir desigualdades sociales mediante más y mejor sanidad o educación. Para compensar desigualdades territoriales.
Para flexibilizar la organización de las empresas y facilitar la conciliación de la vida laboral y personal. Para incorporar a más mujeres al empleo. Para combatir la siniestralidad laboral generada por el incumplimiento sistemático de la normativa de prevención de riesgos. Para integrar laboral y socialmente a la población inmigrante. Para apoyar a las familias ante necesidades básicas como escuelas infantiles, acceso a la vivienda, atención a la dependencia de las 960.000 personas mayores de 65 años que viven en la región, o las 380.000 personas con discapacidad.
Debería haberse invertido en estas cosas, pero no se ha hecho y por eso Madrid crece económicamente, crece en sus medias, pero no en desarrollo humano, no en calidad de vida de sus ciudadanos y ciudadanas mayoritariamente trabajadores.
Va a requerir mucho esfuerzo compartido, mucha negociación, mucha confrontación de ideas y movilización de voluntades para sentirnos partícipes de un proyecto colectivo de convivencia en comunidad. Pero es absolutamente necesario realizarlos si queremos que en el mercado laboral madrileño no vaya a más el norte y el sur de los desequilibrios existentes en nuestra comunidad autónoma.
Javier López Martín, secretario General CC OO, Madrid
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