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Columna
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Eutrapelias de la política valenciana

El presidente Camps ha declarado que rebajar el listón electoral del 5% autonómico "es innegociable". Serafín Castellano, portavoz del PP en las Cortes Valencianas, se ha dirigido a Joan Ignasi Pla con estas palabras que, en mi opinión, son un tanto sarcásticas: "Es legítimo que el secretario general del PSPV quiera insistir en la rebaja del listón del 5% al 3%, pero este es un tema absolutamente cerrado sobre el que no hay nada que hablar". O sea, que naranjas de la China. "Usted, señor Pla, tiene toda la legitimidad -¡faltaría más!- para pedir la rebaja. Pero aquí está el PP, con todo su poderío, para decirle que de eso, ¡ni hablar!". Y uno se pregunta: ¿qué habría pasado si cuando se discutía la reforma del Estatuto en las Cortes Valencianas, el secretario general del PSPV se hubiese pronunciado sobre el 5% diciendo que el mantenerlo, como pedía el PP, "era innegociable"? ¿Que si el PP se empeñaba en no rebajar ese listón, "no había nada que hablar"? ¿Por qué esta izquierda socialista se muestra tan pazguata y sumisa ante las intransigencias de la derecha? Ya sucedió en 1982, con el Estatuto todavía vigente, y así ha sucedido con su reforma. Algunos socialistas insignes han declarado que la cosa no es tan grave, que no hay que exagerar. Uno pensaba que aquello de que la democracia suponía el respeto a las minorías iba en serio. Parece ser que no. La democracia está para silenciar su voz en el Parlamento.

El ex presidente de la Generalitat ha declarado ayer en el diario El Mundo, dirigido por su gran amigo y defensor Pedro J. Ramírez, "que no siempre se han juzgado con objetividad sus años de gestión al frente de la Generalitat, por lo que va a publicar un libro para 'poner en valor' el período de mayor crecimiento de esta tierra". Y tiene razón el pobre hombre. Ya, a los pocos meses de tomar posesión de su cargo, vino a entrevistarse conmigo a Madrid para que le echase una mano. Ya lo he contado en otra ocasión. Me pedía que interviniese ante el entonces director del Levante, Ferrán Belda, pidiéndole objetividad. Y que rebajase las críticas del citado periódico sobre su actuación política como presidente. Naturalmente mi respuesta fue negativa. La petición que me hacía no era digna de un liberal, como él se proclamaba. "Aún no asamos y ya pringamos. Mal empezamos", me dije. Apenas había iniciado su tarea como presidente y ya pedía árnica. Ahora, pasado el tiempo, se queja de la falta de objetividad con que han sido juzgados sus años de gestión y piensa publicar un libro para "poner en valor el período de mayor crecimiento de esta tierra". ¡Vaya por Dios! Y uno sin enterarse. Porque el "mayor crecimiento" durante los años de su presidencia ha sido el de la deuda pública acumulada que ya asciende, por lo visto, a más de veinte mil millones. Lo que ha dejado al presidente Camps, su sucesor, en la más absoluta indigencia. Días antes, en un acto público celebrado en Valencia, declaró que se sentía "orgulloso de haber contratado a Julio Iglesias y de construir Terra Mítica". Y que volvería a hacer Terra Mítica y a contratar a Julio Iglesias en los mismos términos. Pero lo cierto es que Terra Mítica está en suspensión de pagos y los contratos a Julio Iglesias andan siendo investigados en los tribunales por si hubo ocultaciones a Hacienda y transferencias a paraísos fiscales. O sea, que muy bien. Esperaremos a que el señor Zaplana publique su libro para defenderse de la falta de objetividad con que ha sido tratado por algunos medios de comunicación. Medios de comunicación valencianos, claro, que son los que conocen directamente la política que se practica por estos pagos. De los medios y periodistas de Madrid, en absoluto. Todo son elogios y parabienes al señor Zaplana. A cambio, naturalmente, de los correspondientes "enjuagues", antes denominados "fondos de reptiles". Medios de comunicación y periodistas que se llenan la boca presentándose como los grandes defensores de la ética, la deontología, la profesionalidad... y no sé si, también, de la mismísima numismática. Vaya tropa: políticos y periodistas. ¡Señor qué cruz!

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