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Reportaje:

Cuando el móvil es testigo de la paliza

Los golpes y las humillaciones perpetrados por menores y grabados con teléfonos con cámara se multiplican

Andrea Rizzi

El último domingo de febrero, J. A. M., de 16 años, salió de su casa, ubicada en un barrio a unos 15 minutos de paseo del centro de Linares (Jaén), a las cinco y algo de la tarde. Según relata el padre del joven, aquel día el chaval se había duchado, afeitado y vestido con especial cuidado. Desde hacía tiempo estaba chateando en Internet con una desconocida que se presentaba como "Laura", y ese domingo ella le había citado a las 17.30 en el parque de Oriente. Pero el joven no encontró a Laura. Al menos no la Laura que imaginaba.

J. A. M., de hecho, ni siquiera llegó al parque de Oriente. Según denuncia el padre, un par de calles antes fue agredido por dos menores. Uno de ellos era, en realidad, la Laura del chat. Otros jóvenes asistieron a la pelea y algunos la grabaron con la cámara de un teléfono móvil. Prácticamente todos los chavales implicados se conocían. "Durante un tiempo habían salido juntos, pero ésas no eran compañías recomendables y le pedí a mi hijo que se alejara de ese grupo", cuenta el padre. La violencia de ese domingo causó a J. M. A. un traumatismo craneoencefálico y varias contusiones, de las que el joven se está recuperando.

El Gobierno pretende responsabilizar de las agresiones a los autores y a quienes las graban
"Damos una paliza a uno y nos echamos unas risas, ése es el concepto", dice Javier Urra

Que los hechos hayan ido tal y cómo los describen los denunciantes no está claro. Las investigaciones están abiertas, pero fuentes policiales locales señalan que, de momento, está fuera de duda que hubo violencia y que detrás del seudónimo Laura se escondía uno de los chicos implicados. Pero no se han hallado pruebas de que Laura citara J. M. A. esa tarde. Tampoco hay, de momento, evidencias de que la agresión fuera grabada. Podría en definitiva, como señalan testimonios recogidos por la policía, no haberse tratado de una agresión premeditada, sino de una vulgar pelea.

Sin embargo, si los hechos de Linares aún no están aclarados, en cambio está muy claro que las palizas y humillaciones grabadas con móviles son un fenómeno en crecimiento. Entre los numerosos episodios del género ocurridos en los últimos meses destacan los de Valencia (cinco menores condenados en diciembre a seis meses de libertad vigilada por agredir en tres ocasiones a un chico de 14 años); Sevilla (nueve menores condenados en febrero con medidas alternativas por vejar a una compañera con síndrome de Down), y Málaga (paliza a un mendigo). Todos ellos fueron grabados con móviles.

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"Se está convirtiendo en una moda, lo cual tiene mucho riesgo, ya que se genera un efecto emulación o hasta de competición", comenta Javier Urra, defensor del Menor de la Comunidad de Madrid entre 1996 y 2001 y psicólogo forense. Urra observa que "el valor económico de los móviles que pueden grabar vídeos delata la procedencia de clases sociales medias-altas de quienes agreden. Hablamos de chicos que se aburren. Nihilistas, hedonistas. El placer para ellos no puede tener límites. Vamos, damos una paliza a uno y nos echamos unas risas, ése es el concepto. Normalmente, eligen alguien que desprecian, mendigos, discapacitados, alguien solo, que no pertenece al grupo. Van, lo graban y lo enseñan; saben que los demás no les van a denunciar".

"Los chicos tienen miedo a ser victimas", prosigue. "Por lo tanto ceden a la presión del grupo, se apuntan, se ponen del lado de los verdugos por no ser victima. Es ahí donde hay que incidir. Hay que lograr que los jóvenes se pongan del lado de las víctimas. Hay que crear alergia a la violencia. Los chicos tienen que sentir que romper una flor es una brutalidad. Estas cosas se tienen que mamar en casa y hay que aplicar sanciones adecuadas. No pueden pensar que estos actos quedan impunes".

La violencia y las humillaciones se enmarcan en un cuadro estadístico que describe un sensible aumento de los delitos cometido por menores en las categorías más graves. La última memoria anual de la Fiscalía General del Estado apunta que los delitos contra la vida han pasado de los 115 de 2003 a 179 de 2004, último año disponible. En el mismo periodo, las lesiones pasaron de 14.086 a 15.371 y los robos con violencia e intimidación, de 8.956 a 10.185. Son las conductas más violentas y crueles las que más aumentan.

Pero, ¿cuál es el valor jurídico de la grabación de actos vejatorios y violentos? Vicente Peláez, responsable del servicio de orientación jurídica, sección Menores, del Colegio de Abogados de Madrid, indica que "el que graba el acto puede considerarse como un inductor en el caso de que haya pactado antes con los agresores su actuación". Y también puede tener relevancia jurídica la divulgación de los contenidos grabados, "pero en el ámbito civil, como atentado a la imagen y al honor". Peláez también señala quienes graban pueden incurrir en un delito de denegación de auxilio.

Son conductas recientes y que, además, presentan con frecuencia dificultades jurídicas, según Urra. "El problema es que no es fácil discernir en la actuación colectiva la responsabilidad de cada uno. La dificultad de atribuir a un individuo concreto del grupo el daño concreto sufrido al agredido hace que con frecuencia esos juicios queden en poco. Por eso me parece oportuna la propuesta de reforma del Gobierno, que pretende hacer corresponsables al 100% a los agresores. La propuesta no ha sido examinada por el Parlamento, pero creo que será aprobada sin problemas. Es fundamental que no se cree la sensación de impunidad".

David Sánchez, multado con 50 euros por abofetear a una persona y grabar la agresión en un móvil.
David Sánchez, multado con 50 euros por abofetear a una persona y grabar la agresión en un móvil.JORDI BARRERAS

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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