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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Escuela de desventura

Sin duda hay que estar muy dotado de una enérgica disposición a "la enfermedad de la verdad" para escribir sobre las propias humillaciones. Los recuerdos que más repugnan a la memoria conservan su incandescencia y deforman el propósito de objetividad. Pero esto se propuso Alexandr I. Herzen (Moscú, 1812-París, 1870) al detallar la crónica del oprobio que suscitó en su familia el poeta alemán Georg Herwegh, cuyo idilio con su esposa amenazó con destruir su matrimonio. Herzen, que sufría entonces el fracaso de la revolución de 1848, y se encontraba en un estado de decepción pública, tuvo que asistir en su vida privada a "una ruina aún mayor". Al cabo de siete años, conocido su "límite personal y el límite de muchas cosas" -en ese periodo murieron en un naufragio su madre y uno de sus hijos, y luego fallecería su mujer-, se decidió a plasmar aquellos hechos en unas páginas que, calificadas por su autor como "un documento de patología psíquica", mantienen una nerviosa moderación empañada, en ocasiones, por la ridiculización a que somete al hombre que a punto estuvo de destruir su vida.

Herzen era más pensador y

agitador político que literato, pero confiaba plenamente en el poder de la palabra. Dedicó toda su vida a mediar entre la cultura rusa y Occidente -frente al despotismo ruso, afirmaba que la libertad de la persona era un producto occidental-, y desempeñó una influencia decisiva en la formación de la opinión pública con su periódico La Campana, que editaba en Londres. Al margen de los ensayos derivados de su actividad revolucionaria, su fama se asienta en su monumental autobiografía Pasado y pensamientos (hay una selección en Tecnos, 1994), considerada una obra maestra de la literatura rusa. Crónica de un drama familiar forma parte de esas memorias; pero, debido a su índole íntima, no fue publicada completa hasta después de la muerte del autor.

Para un lector actual, el agravio en que se emponzoña Herzen con cierta deliberación -el capítulo dedicado a los "presagios" se impone como una advertencia de teatralidad romántica- resulta hoy demasiado descolorido, o tal vez exagerado, pese al sufrimiento que transpira su estilo. Pero no así la diatriba con que retrata a su rival y la controversia temperamental de un eslavo frente a un alemán, al que no sin motivo restriega "esa pusilánime doblez de la que tantas veces he acusado a los occidentales". Herzen comprende a su esposa, pero su furia de buen burgués no tolera ser humillado por un poeta que "sofocaba y ahogaba su talento entre las plumas de un sibaritismo filisteo". Y de tal modo no lo tolera que hará embocar los peligros de discordia conyugal en una tragedia mayor, donde la fatalidad, invocada en la patética visita a la tumba de su mujer, se erige en protagonista absoluta de una terrible historia cuyo derecho de publicación, dice el autor, "me corresponde exclusivamente a mí". Es justo esa exclusividad, esa apropiación del dolor, lo que hace esta crónica patológica, pero también enfática.

Crónica de un drama familiar. Alexandr I. Herzen. Traducción de Víctor Gallego Ballestero. Alba. Barcelona, 2006. 181 páginas. 14 euros.

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