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El Artium expurga su colección permanente bajo la idea de catarsis

El museo vitoriano selecciona 64 piezas de sus fondos de arte contemporáneo español

El Artium de Vitoria se ha remontado a Aristóteles para presentar la quinta muestra de su colección permanente. Como en temporadas pasadas, el museo alavés ha buscado un eje temático para seleccionar parte de sus fondos de arte contemporáneo español. Esta vez ha sido la idea de catarsis aristotélica como transformación que causa en el ser humano contemplar la obra artística. Bajo esa premisa se exhiben 64 obras de artistas de los últimos 80 años, como Oteiza, Tàpies, Torres o El Perro.

La catarsis se alcanza cuando confluyen el temor y la compasión que causa la tragedia griega, pero también es el punto final de un proceso iniciático. Siempre se ha relacionado este concepto con las emociones que suscita el arte. Sobre estos mimbres, Daniel Castillejo, conservador de la colección permanente del Artium (Francia, 24; Vitoria; www.artium.org), ha preparado un recorrido que parte de "lo real" para concluir en "la liberación" tras haber pasado por las fases de "representación", "conciencia" o "rito".

Catarsis, título también de la muestra, no olvida la vinculación de la creación artística con la sociedad. "Quizá en estos momentos de sobrerrepresentación de la violencia, la representación de la tragedia sólo tiene ya un efecto desmovilizador y alienante", criticó Castillejo. Por ello, la exposición se abre con la videoinstalación On translation: el aplauso, de Antoni Muntadas, último premio nacional de las Artes: dos pantallas en las que sendos grupos de espectadores aplauden sin parar flanquean otra pantalla en la que se suceden imágenes de las tragedias del último siglo.

Con este punto de partida, la muestra comienza su itinerario a la catarsis. El museo va combinando obras realizadas entre 1935 y el año pasado, de forma que artistas consagrados internacionalmente se van contraponiendo con jóvenes valores. También se alternan dibujos con videoinstalaciones, pinturas con esculturas. En fin, una amalgama intencionada como las que el Artium ha ofrecido desde la primera muestra de su colección permanente.

La primera parada es el mundo real, para la que el museo ha convocado a Oteiza, imprescindible en la reflexión sobre el espacio, o a Darío Villalba, de quien se ha tomado una dura superficie negra de brea y alquitrán como referencia de los elementos. El siguiente paso refleja la consideración de que el arte es, sobre todo, representación. Aquí llegan los guiños al teatro griego, con las referencias a la máscara en un cuadro de Nicolás de Lekuona, o a la propia tragedia, para la que se ha optado por obras de Lucio Muñoz o Barceló.

Tras la representación trágica, el Artium convoca a la toma de conciencia para que el visitante entre en la crisis catártica. El obsesivo autorretrato de Victoria Civera o el Portrait imaginaire de Goya, de Saura, introducen a este espacio, quizá el más claustrofóbico y conceptual de la exposición, que incluye referencias a los procesos mentales ligados a la experiencia transformadora, con especial atención a los conceptos de límite y autonomía. Aquí no podían faltar las aportaciones de Francesc Torres, con un congelador en cuyo exterior se lee Occident repleto de tebeos de los cincuenta. Tras una referencia a las liturgias con piezas de Víctor Mira o Javier Pérez y a los exvotos, entre ellos, una suerte de calvario de Tàpies, al final llega la liberación del individuo.

"Tampoco hay que pensar que vamos a lograr la catarsis de todos los visitantes", ironizó Castillejo, pero en ese tramo final la fuerza de los trabajos de Viola y Millares preparan para la renovación que reflejan las fotografías de Miriam Okariz.

<i>¡Superficie!,</i> escayola de Alberto Peral (1993), expuesta en la muestra.
¡Superficie!, escayola de Alberto Peral (1993), expuesta en la muestra.P. J. P.

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