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Un aniversario más y algunas paradojas

Se acaban de cumplir los 50 años de los sucesos estudiantiles de 1956 en la entonces Universidad Central, hoy Universidad Complutense de Madrid. Como es sabido, los enfrentamientos de febrero de ese año entre estudiantes y falangistas fueron muy sonados: se produjeron heridos, detenciones, destitución de autoridades académicas y el relevo de dos ministros. Además, se suspendió parcialmente el Fuero de los Españoles, una de las llamadas leyes fundamentales del franquismo, estableciéndose una suerte de estado de excepción que vino a agravar la situación excepcional que suponía ya de por sí la dictadura.

Aquellos sucesos, espontáneos en sus comienzos, fueron hábilmente impulsados por el entonces ilegal y clandestino Partido Comunista de España (PCE), que contaba a la sazón con personas muy capaces, por más que como correspondía a la época fuesen dogmáticas e incluso en ocasiones estalinistas en sus métodos.

El protagonismo de los comunistas en la lucha contra la dictadura fue grande. En realidad, paradójicamente, fue el propio franquismo el que propició ese protagonismo. Ya en la Guerra Civil, la ayuda de la Unión Soviética permitió que el minúsculo partido de 1936 se convirtiera en una pujante organización, menos dividida y más eficaz que las demás, y también con menos escrúpulos para conseguir sus fines, marcados casi siempre por Moscú. Luego, durante la larga dictadura también se desenvolvieron mejor que otros, al ser los únicos que reunieron cabalmente las dos condiciones que requería la difícil lucha en la clandestinidad frente al acoso constante de la policía política del régimen. La primera condición es que para mantener años y años una organización ilegal y fuertemente perseguida son menester personas dispuestas a arrostrar muchos riesgos: torturas, largos años de prisión, incluso a veces la muerte. El que el comunismo fuera entonces para muchos una idea mesiánica, con gran poder de seducción, explica esa disponibilidad para una actividad muy sacrificada.

Con todo, ello no habría bastado si los comunistas españoles no hubieran dispuesto de dinero en abundancia. La clandestinidad es una actividad muy costosa, y el PCE contó con una ayuda generosa y constan- te de los partidos hermanos que gobernaban en los países del Este. Su cuantía ha sido un secreto bien guardado, pero es fácil suponer que debió de ser grande. Las demás fuerzas de izquierda políticas y sindicales derrotadas en 1939 intentaron también organizarse bajo cuerda, pero con menos resultados. Los anarcosindicalistas, antaño mayoritarios, no aguantaron la mucha duración de la dictadura y llegaron a la transición a la democracia reducidos a la mínima expresión. En cuanto a los partidos republicanos, tras algunos conatos, sólo se mantuvieron en el exilio para desaparecer en el posfranquismo. Los socialistas también se vieron muy menoscabados, al ser menos proclives a sacrificar a su gente y al disponer de pocos medios. Tal cosa no impide reconocer, claro es, que en unos y otros hubo gente que luchó heroicamente por la libertad en circunstancias durísimas.

Serían los socialistas, sin embargo, quienes, muerto Franco, acabarían alzándose con el santo y la limosna. Contaron para ello con dos ventajas. La primera fue un resurgir de sus ideas entre los jóvenes universitarios desde mediados de los años cincuenta. Ese resurgir no tuvo la organización ni la eficacia de los comunistas, pero acabó beneficiándose de otra paradoja de la historia, que permitiría al PSOE, una vez recobrada la libertad, sacar más votos que nadie y gobernar durante años. Y es que la primacía de los comunistas en la lucha antifranquista acabó suponiendo un inconveniente cuando llegaron las elecciones de la democracia. El que el PSOE tuviera que limitarse casi a un exilio anquilosado condujo desde 1970 a la sustitución de los viejos dirigentes por jóvenes del "interior". En cambio, los longevos líderes comunistas, más activos, se mantuvieron a la cabeza de su partido durante la transición. Ello les perjudicó, pues suscitaban recuerdos de una Guerra Civil que la gente quería olvidar. En las primeras elecciones, el PSOE sacó más del triple de votos que el PCE, diferencia que ha ido acrecentándose desde entonces.

La política encierra así sorpresas y, visto desde hoy, mayor trascendencia tuvo a la postre el tímido resurgir del socialismo en la Universidad en 1956, por su posterior influencia en la renovación del PSOE, que todos los avatares del PCE. Y es que la historia desenvuelve sus hilos a plazo mediano y largo, lo que debería tenerse siempre presente. Por ejemplo, para citar una cuestión de actualidad, el hecho de que el centro derecha en España se haya descentrado en los últimos años, ¿indica que habrá durante largo tiempo en nuestro país una de las derechas más conservadoras de Europa? ¿No es una paradoja que sus posiciones se mantengan hoy con tanto afán y al mismo tiempo parezcan insostenibles a la larga? Tal vez el año 2008 nos dé ya una respuesta, pues si el Partido Popular gana las elecciones de ese año, ¿seguirá manteniendo posiciones muy conservadoras? Resulta difícil, pues es impensable que vuelva a enviar tropas a Irak, derogue el Estatuto de Cataluña y la ley del matrimonio de homosexuales o anule los acuerdos respecto de ETA que es posible se arbitren de aquí a entonces. Si las pierde, se antoja inevitable que en su seno se produzca un examen de conciencia con cambios en la línea política. ¿Quiénes marcarán el futuro de una derecha llamada tarde o temprano a gobernar? ¿Vendrá un relevo de dirigentes? ¿O bien se mantendrán las mismas personas, haciendo una muda de sus ideas, algo que ha ocurrido con frecuencia en España en los últimos treinta años? Recuérdese que uno de los más destacados comunistas de entonces, protagonista en la sombra de los sucesos universitarios de 1956, acabó abandonando el marxismo-leninismo y fue incluso ministro de un Gobierno socialista.

Francisco Bustelo es profesor emérito de Historia Económica en la Universidad Complutense, de la que ha sido rector. En 1956 fue uno de los fundadores de la Agrupación Socialista Universitaria. Autor de La historia de España y el franquismo, de próxima aparición.

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