La gran transformación
De todas las enormes transformaciones de China, la de mayor magnitud humana es la que está convirtiendo un antiguo país agrícola en una superpotencia industrial y urbana. Todos los países que se han industrializado han pasado por un desplazamiento masivo de personas del campo a la ciudad, pero en el caso de la República Popular es el más rápido e intenso jamás registrado: 200 millones de personas desde los ochenta, a las que se sumarán otros 200 millones de aquí a 2020. Esta migración interna es ya equivalente a la mundial, que, medida
en personas que viven en un país distinto al de su nacimiento, se sitúa ahora en 200 millones, según el Instituto Internacional para Migraciones.
Eso conlleva una doble gran transformación, sobre la que se ha centrado su primer ministro, Wen Jibao, en la inauguración de la Asamblea Popular Nacional: por una parte, reducir la diferencia de nivel de renta (de uno a tres) y servicios entre el campo y la ciudad, para lo que se propone la eliminación de los impuestos agrícolas, el freno a la continua pérdida de suelo cultivable, o la puesta en pie de un sistema sanitario asequible y de una educación universal y gratuita para los campesinos. El régimen responde a una presión real, que se expresa en forma de una creciente rebelión contra las autoridades locales.
El régimen comunista no ha frenado hasta ahora este movimiento del campo a la urbe y del interior a la costa, pues cuenta con un excedente de mano de obra rural de unos 160 millones de personas que podrían servir en la industria. A la vez, intenta aliviar los problemas de los que llegan a las ciudades con la construcción de enormes satélites dormitorios e impulsando para ellos también un sistema sanitario y una enseñanza digna. Tampoco es seguro que lo consiga, dada la magnitud del desafío y los "muchos problemas" a los que se ha referido Wen. Claro que de democratización o de apertura política, la auténtica cuestión pendiente del régimen chino, no se habla en esta reunión anual del Parlamento.
Lo que quizá el Gobierno no percibe es que esta gran marea humana rompe los lazos familiares tradicionales e incluso corta las raíces con la cultura ancestral, ya muy tocada por el maoísmo, lo que puede provocar más problemas. El "nuevo campo socialista" y las nuevas ciudades capitalistas se están construyendo sobre bases sociales movedizas y de un enorme potencial conflictivo.
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