La participación electoral cae un 30% en 20 años en la Universitat
Las elecciones a rector celebradas la semana pasada en la Universitat de València marcaron un récord negativo de participación. El 1 de marzo se acercaron a votar el 49% de los profesores (doctores y no doctores), el 59% del Personal de Administración y Servicios (PAS) y un irrelevante 3% de los estudiantes. Dado que este último colectivo lo integran 47.501 de las 53.584 personas con derecho a voto, su deserción tuvo como consecuencia que, en total, la participación electoral fuera del 7,5% (4.038 votantes). El sistema electoral, en todo caso, reserva a los profesores funcionarios doctores el 51% del voto ponderado.
Las elecciones de la semana pasada tuvieron unos rasgos particulares que contribuyeron a desincentivar al electorado. El principal, la existencia de un único candidato, Francisco Tomás, cuya victoria resultaba inevitable. Pero si se mira la evolución electoral a lo largo de las últimas dos décadas se aprecia un declive de participación sostenido.
El 15 de enero de 1986, en las elecciones a claustro que cerraron la transición democrática en la Universitat de València, votó el 90% de los profesores, el 92,5% del PAS y el 36% de los alumnos. En diciembre de 1997, los índices se habían reducido al 63% (en el caso de los docentes), 72,4% (PAS) y 20% (estudiantes). Algo parecido puede constatarse en las otras cuatro universidades públicas.
El efecto LOU
El Gobierno de José María Aznar sacó adelante, con un amplio rechazo del mundo académico, la Ley Orgánica de Universidades (LOU), en diciembre de 2001. La norma estableció que la elección del rector se realizaría mediante un sistema de voto directo ponderado de todos los integrantes de la comunidad universitaria. Hasta entonces, el rector venía siendo elegido por el claustro.
El modelo presidencialista impuesto por la LOU -que inauguró precisamente Francisco Tomás en febrero de 2002- tuvo varios efectos: El primero fue la aparición de algo similar a una auténtica campaña electoral -hecho insólito, el rival de Tomás, Josep Lluís Barona, colgó carteles de su candidatura en las estaciones de metro más cercanas a los campus-. La segunda consecuencia fue un aumento sensible en el número de votantes. Después de años de decadencia, el 26 de febrero de 2002 votaron el 70% de los profesores, el 76% del PAS y el 11,7% de los estudiantes -en este estamento, la participación volvió a bajar-.
El objetivo de la LOU de trasladar al terreno académico parte de la tensión que acompaña a las elecciones políticas, pareció funcionar. El problema es que el mundo académico y el político pertenecen a galaxias distintas. En aquel, por ejemplo, no es descabellado que haya un solo candidato. En estos casos, señalan voces dentro de la Universitat, el modelo de elección directa lleva forzosamente a una baja participación y, por tanto, a una pérdida de legitimidad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.