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Reportaje:

El secreto del Guggenheim

La oposición estudia cómo acabar con la opacidad sobre las compras de obras del museo

La consejera de Cultura, Miren Azkarate, acudió la pasada semana al Parlamento vasco para responder a una pregunta de la oposición sobre los precios pagados por las obras de arte que el pasado año compraron los museos en los que participa el Gobierno vasco. En realidad, se volvía a interrogar sobre cuánto ha pagado el Museo Guggenheim Bilbao por las adquisiciones para su colección. Y, una vez más, la pregunta quedó sin respuesta. Azkarate ofreció datos globales sobre los gastos, pero no el montante concreto abonado por cada pieza, "porque no aporta nada". El Partido Popular y el PSE-EE no se conforman con otra negativa. Los dos partidos estudian las posibilidades que les ofrece el Parlamento para acabar con la opacidad de unos gastos abonados con dinero público.

La pregunta sobre lo que paga el Guggenheim por las obras que adquiere se ha repetido desde antes de la inauguración del museo, en ruedas de prensa, en entrevistas a los responsables del museo, ante las Juntas Generales de Vizcaya y en el Parlamento vasco. El director general del Guggenheim, Juan Ignacio Vidarte, y los políticos que se han sucedido en los departamentos de Cultura de la Diputación de Vizcaya y el Gobierno vasco desde la apertura del museo, en 1997, nunca han querido responderla. Del dinero que se paga por cada una de las obras de arte que engrosan los fondos del Guggenheim sólo se habla en el seno del Consejo de Administración de la Sociedad Tenedora, creada a partes iguales por el Gobierno vasco y la Diputación de Vizcaya para comprar la colección propia del museo.

Los argumentos para manterner el secreto sobre los precios siguen siendo los mismos después de 10 años: las cantidades pagadas a los artistas por sus obras se consideran confidenciales porque son transacciones que no se ajustan a los precios del mercado. "En la mayoría de los casos, es una relación directa entre el museo y los artistas, y dar el precio es perjudicial para ambas partes", explica la diputada de Cultura, Belén Greaves. "De esta forma, el museo compra mejor, pero para evitar la falta de comunicación decidimos en 2004 dar una información global con carácter anual".

Las aportaciones del Gobierno vasco y la Diputación de Vizcaya (siempre al 50%) al fondo para la compra de obras han sido generosas. Desde la puesta en marcha de la colección propia, hace diez años, la Sociedad Tenedora ha dispuesto de cerca de 66 millones de euros, que han permitido crear una colección de más de 80 obras de cerca de medio centenar de artistas.

Sólo en dos ocasiones se ha quebrado la opacidad. En febrero de 2001, el Tribunal Vasco de Cuentas Públicas publicó, después de dos años de fiscalización, el informe encargado por el Parlamento vasco sobre el proceso de construcción y puesta en funcionamiento del Museo Guggenheim, incluida la partida de 5.376 millones de las antiguas pesetas destinada a la compra de obras. Así se supo que Puppy, el perro de flores de Jeff Koons, costó 180 millones de pesetas, que por el encargo de las pinturas de La habitación de la madre, de Francesco Clemente, se pagaron 345 millones de pesetas o que un rothko adquirido en 1996 se cotizó a 447 millones de pesetas. El informe criticaba entonces que no se haya acreditado, "en gran parte de los casos, la supervisión técnica o asesoramiento propio que garantice suficiente autonomía de criterio" en las obras seleccionadas. En este aspecto la situación ha empeorado, pues ya no existe la comisión asesora que entonces se formó para la compra de la colección.

La última información sobre precios pagados por el Guggenheim fue más directa. La dirección del museo desmintió en febrero de 2004 una información de The New York Times que afirmaba que Richard Serra iba a cobrar 16 millones de euros por el conjunto de siete esculturas monumentales que compondrían La materia del tiempo, en lo que se consideraba uno de los encargos más importantes que había recibido un artista contemporáneo. El propio Serra no tuvo reparo alguno en reconocer un año más tarde que así había sido. En su comparecencia parlamentaria de la pasada semana, la consejera de Cultura seguía empeñada en lamentar de que se hablara de los 16 millones que cobró Serra.

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