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La falta de propósito estratégico ensombrece la eficacia urbanística del Parque Central

El proyecto no ha definido usos ni prevé desarrollar sus periferias en vías de marginalización

Miquel Alberola

El proyecto del Parque Central de la ciudad de Valencia, una nueva zona urbana de alrededor de 800.000 metros cuadrados que surgirá del enterramiento de las vías entre la Estación del Norte y la V-30, ha generado muchas expectativas. Más allá del suculento bocado de negocio que entraña la operación para el sector inmobiliario, el planeamiento abre grandes posibilidades para la ciudad de inequívoca trascendencia urbanística. Pero la ausencia de un propósito estratégico y de usos que dinamicen su espacio deja la puerta abierta a la incertidumbre y a la degradación que se acumula en su entorno.

A lo largo del último siglo Valencia ha ido degradando su sur urbano a causa de la ocupación de la infraestructura ferroviaria, mientras que, como efecto, sus actividades de mayor prestigio se han ido trasladando hacia el norte. El área del Ayuntamiento y las grandes vías han concentrado las actividades más poderosas, con una deriva de los grandes equipamientos (nuevo Ayuntamiento, varias consejerías, universidades,...) hacia el norte, luego reforzada con las posibilidades que presenta la avenida de las Cortes Valencianas y el desarrollo de su entorno. Ahora la ciudad abre otra deriva hacia el este, anunciando un desplazamiento del centro hacia el mar que se materializará en los próximos años. En el sur, por el contrario, ha quedado un río colector que separa la ciudad del área metropolitana y desde allí hasta la Estación del Norte ha ido aumentando la degradación con unas periferias inmediatas en la peor tradición de los suburbios ferroviarios.

El proyecto del Parque Central, en su esencia, estaba llamado a solucionar y articular ese espacio con una visión global que reconfigurase la ciudad; sin embargo, el esbozo de planeamiento que ha circulado en los últimos años, todavía pendiente de aprobación por parte del Ayuntamiento de Valencia, tenía una clara orientación hacia dentro, como una estricta operación inmobiliaria que tuviera que cerrarse en el espacio ferroviario liberado. Si de acuerdo con la teoría urbanística todo proyecto complejo debe someterse a tres validaciones -la económica, la política y la social-, el del Parque Central apenas ha considerado la viabilidad en el aspecto inmobiliario, no ha logrado el apoyo de la oposición ni tampoco el entusiasmo social. Se trata asimismo de una ordenación hecha sin la complicidad total de los propietarios del suelo (en gran parte Adif y Laietana), que son los que finalmente deben tomar la decisión de si están dispuestos o no a invertir en un proyecto determinado, y planteada también de espaldas a la ciudadanía, que a menudo se ha mostrado contraria al proyecto esbozado por el Ayuntamiento, al que acaba de incorporar la Esfera Armilar, un icono asociado a entornos de grandes operaciones fallidas en España.

Son varios los especialistas, entre ellos el paisajista Carl Steinitz, que coinciden en que el proyecto del Parque Central es la pieza clave metropolitana para la restitución de la centralidad de Valencia. Constituye un enclave en el corazón de la ciudad con un poderoso efecto multiplicador de desarrollo. Por consiguiente, no debería desarrollarse con independencia de lo que ocurre en su borde en un sentido amplio. No es posible generar un espacio de prestigio rodeado de periferia en vías de marginalización. En ese sentido, el proyecto necesitaría concertar operaciones en el borde y desarrollos intermedios.

El entorno urbano del suelo ferroviario de la estación del Norte de Valencia ha estado sometido a una situación problemática. Más allá del fatigoso rodeo que los vecinos han tenido que dar cada vez que han necesitado desplazarse al otro lado de un barrio cruzado por infranqueables tramas de vías, éstos también han tenido que acostumbrarse a los frecuentes flujos marginales que envuelven los perfiles de cualquier estación y asumir su impacto, que a menudo ha repercutido negativamente en el valor del patrimonio inmobiliario, en la pérdida de masa crítica y, como consecuencia, en la escasa atención dotacional recibida por parte de la Administración local.

El papel que debe jugar ese espacio en la ciudad es otro de los asuntos insoslayables. El proyecto, con alguna ocurrencia aunque carente de usos específicos, tiene pendiente el reto de buscar complementariedades y sinergias entre usos axiales y complementarios, así como abrirse a otros usos secundarios que aseguren su viabilidad. En ese sentido, es clave definir un apropiado plan para el parque. Si la combinación de una estación con un parque es "una bomba", como juzgan algunos urbanistas porque el espacio verde suele atraer durante la noche los flujos marginales, la confluencia en la zona de bordes degradados como el del barrio de Russafa no hace sino añadir intensidad a esta inquietud. Un experto consultado, que prefiere el anonimato, asegura que para evitar problemas de inseguridad es necesario dotar el parque de opciones de máximo uso durante gran parte de las 24 horas del día; "de lo contrario", advierte, "el Parque Central puede convertirse en un sitio poco recomendable a partir de la caída del sol".

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Vista aérea de Valencia con el suelo ferroviario donde se desarrollará el Parque Central, en primer término.
Vista aérea de Valencia con el suelo ferroviario donde se desarrollará el Parque Central, en primer término.SANTIAGO CARREGUÍ

Suturas verdes

La perspectiva del Parque Central se plantea como una oportunidad para reconfigurar Valencia y reconciliar desde el punto de vista urbanístico los retales dispersos producidos en el entorno ferroviario. Pero también como una ocasión para redefinir el límite de la ciudad y como una oportunidad para generar un eje de conexión con otras zonas verdes, como el jardín del río, el jardín de Viveros y, por el sur, el futuro parque del proyecto Sociópolis, en La Torre. Se generaría un eje norte-sur de parques con tres caracteres diferentes: el parque histórico (Viveros), el de la actividad urbana (Central) y el de las dotaciones culturales y sociales, que incorpora el concepto de la huerta social (Sociópolis). Si el Parque Central llega hasta el nuevo cauce del Turia y La Torre, mediante una red verde por Picassent podría enlazar con l'Albufera, trazando un atractivo trayecto. Los expertos ven pocas posibilidades más claras de singularización de Valencia que las suturas verdes, que otras ciudades han desarrollado con gran eficiencia. Sin duda, uno de los ejes claves de la política urbanística de la Valencia del futuro será cómo resolver la funcionalidad y la eficiencia en una ciudad industrial y terciaria con los espacios verdes. Sin embargo, los principales documentos de estrategia urbanística en Valencia no trabajan sobre la ciudad construida, sino que siguen pensándose en la ciudad que queda por construir.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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