Los diputados libaneses negocian la destitución del presidente prosirio
Expulsadas de Líbano las tropas sirias hace 10 meses, los dirigentes políticos contrarios a la tutela de Damasco, pero también los partidos afectos al régimen de Bachar el Asad, negocian desde el jueves en el Parlamento libanés el método para derrocar al presidente, Emile Lahud, que prolongó su mandato en septiembre de 2004 en una maniobra urdida por el Gobierno sirio.
La dimisión de Lahud, que rechaza abandonar el cargo, fue una de las demandas exigidas a gritos por los cientos de miles de manifestantes que recorrieron las calles de Beirut tras el magnicidio del ex primer ministro Rafik Hariri, en febrero de 2005.
Quienes se enfrentaron a muerte durante década y media, en una contienda en la que todos lucharon contra todos, tratan ahora, en la llamada Conferencia Nacional para el Diálogo, de desbloquear la parálisis que sufre la vida política y económica del país. Se trata del cónclave con más trascendencia política desde que la devastadora guerra civil terminara en 1990.
El suní Saad Hariri, hijo del gobernante asesinado; el líder druso, Walid Yumblat; el jefe del partido prosirio Amal, Nabi Berri; Samir Geagea, de las cristianas Fuerzas Libanesas; el ex general maronita Michel Aoun, del Movimiento Patriótico Libre, y el jeque Hasan Nasralá, máximo dirigente del partido chií Hezbolá, afrontan una agenda plagada de asuntos de complejísima solución. Pero, por primera vez en tres décadas, ninguna potencia extranjera dirige, al menos con su presencia directa, una reunión de semejante trascendencia.
Resolución de la ONU
En el centro del debate está el cumplimiento de la resolución 1.559 de Naciones Unidas que, además de exigir la retirada de las tropas sirias, demanda indirectamente la renuncia de Lahud y el desarme de Hezbolá, la milicia chií que arrasó en las elecciones de junio pasado en el sur del país.
Si la dimisión del presidente es materia peliaguda, la entrega de las armas de Hezbolá promete levantar tantas ampollas o más. El jeque Hasan Nasralá, líder del partido-guerrilla que forzó el repliegue del Ejército israelí en mayo de 2000, rechaza entregar las armas, y muchos de sus rivales, sirios y antisirios, coinciden en otorgar a Hezbolá, apoyado por Damasco, la etiqueta de grupo de resistencia.
Las primeras reuniones sólo han servido para romper el hielo entre los otrora encarnizados enemigos. El presidente debe ser, según prescripción constitucional, un cristiano. El caudillo Michel Aoun, antaño el más feroz rival de Siria, se postula abiertamente con su juego a varias bandas. Se opone a que Lahud sea depuesto a través de movilizaciones populares, pero no mediante un pacto. Por ello ha alcanzado un acuerdo previo con Hezbolá, firme aliado de Damasco, para impulsar una eventual destitución por el Parlamento. Sin los votos del Movimiento Patriótico Libre y de Hezbolá, el resto de partidos libaneses no dispone de mayoría suficiente para expulsar a Lahud.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.