El lugar del sujeto
La poesía posmoderna ha renunciado a la vocación utópica, si bien no al experimentalismo. Eliminada la dirección teleológica, el poema acentúa su sincretismo -a veces puro pastiche, y valga el oxímoron-, con formantes descontextualizados, como aceptando el "todo es bueno para el convento" de un cillerero poco escrupuloso. Autor de algunas plaquettes, Abraham Gragera (Madrid, 1973) ha prodigado su presencia socioliteraria antes de Adiós a la época de los grandes caracteres: cuatro de sus doce composiciones figuraban ya en Veinticinco poetas españoles jóvenes (Hiperión, 2003). Así como el para qué de la poesía desaparece en cuanto propósito apriorístico, la poética se adentra en terrenos del poema. "Poéticas, estratos", que encabezaba su aportación a la antología citada, muestra una encomiable lucidez en las consideraciones sobre la literatura, pero asimismo una falta de determinación proyectiva. De este libro se desprende una voluntad de despojamiento de lo no esencial más que una afirmación de lo sustantivo: alzar la voz, escribe Gragera, resulta algo ridículo, "aunque también lo sea depurar ciertas palabras de su exceso de infinito". Lo que queda es el objeto, verdadera "cosa en sí" agazapada tras lo fenoménico. Como en El viaje definitivo de Juan Ramón, los objetos ocupan el espacio de un yo más fungible que ellos: "Me sobreviviréis / sin excepción, objetos: / lámparas, llaves, vasos, / cuartillas, ceniceros". Pero al cabo las cosas remiten a quien habla de ellas, ese yo que termina asomando el hocico hasta convertir el poema objetualista en una endecha. Gragera escribe excelentemente (sirva de ejemplo Sobre el amor), aunque el lector quisiera advertir dónde está apostado: incluso cuando no saben adónde van, los poemas siempre acaban yendo -velis nolis-, a tumbos muchas veces, hacia el lugar en que se sitúa el sujeto. Bueno es tenerlo en cuenta.
ADIÓS A LA ÉPOCA DE LOS GRANDES CARACTERES
Abraham Gragera
Pre-Textos. Valencia, 2005
48 páginas. 8 euros
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