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Reportaje:30 años de una matanza

La muerte por la espalda

El mundo se paró para los familiares de los afectados cuando una de las 2.000 balas que disparó la policía se metió en sus vidas

Pedro Gorospe

La muerte irrumpió en su vida cuando apenas tenía siete años. Entonces no comprendió por qué una bala había traspasado la cabeza de su hermano, pero aprendió a borbotones el significado de sus consecuencias. Era la media noche de aquel 3 de marzo marzo de hace treinta años cuando Evangélica Barroso vio llorar desesperada a su madre por vez primera. Poco antes, su padre se había dado de bruces con el cadáver de su hijo en el hospital de Santiago Apóstol. Llevaba toda la tarde buscándole de puerta en puerta. Ni una llamada oficial. Ni una palabra de consuelo.

A pesar de los siete años que tenía entonces, Eva no puede olvidar. Su hermana mayor la arrancó de aquel universo de gritos, llantos y dolor de adultos y le contó la verdad: "Tu hermano no va a venir más, no va a venir más". A Romualdo Barroso, un joven comprometido de 19 años, que trabajaba de día y estudiaba maestría industrial, de noche le dispararon por la espalda. Recibió el balazo en la parte de atrás de la cabeza. El proyectil salió por su frente.

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Eran tiempos convulsos, de reivindicaciones sociales, de carestía de la vida, de resistencia empresarial a adaptarse a los nuevos tiempos y de cerrazón de los aparatos del franquismo para avanzar hacia la libertad.

Para los niños que vivieron de cerca aquel drama, la historia todavía no existía, ni eran consciente de la encrucijada en la que se revolvía todo un país. Su mundo se paró cuando sintieron que una de las 2.000 balas que aquella tarde disparó la policía para disolver una asamblea de trabajadores en la parroquia de San Francisco de Asís, en Zaramaga, les había robado, además, la niñez. Desde entonces, aunque siguen adelante con sus vidas, viven en un bucle, atrapadas en una historia que cada día que pasa sigue doliendo, pero que oficialmente no existe.

Aquella jornada aciaga, después de más de dos meses de lucha sindical y en medio de una huelga general, los trabajadores celebraron una asamblea en la iglesia del barrio obrero de Zaramaga. Dentro había varios miles de asistentes, afuera muchos más y en medio un centenar de agentes de la Policía Armada. Entonces sucedió lo incompresible. Por la emisora de radio que comunicaba a los grises con el centro de mando, alguien dio la orden de gasear con bombas lacrimógenas el interior de la iglesia. "Gasear la iglesia. Cambio". Sólo había una salida, la puerta principal. Ni ventanas ni terraza. Cuando empezaron a salir a borbotones para no morir asfixiados, la policía les tiroteó. "Que manden fuerza aquí, que hemos tirado más de 2.000 tiros. Cambio", se escucha en las grabaciones.

Aquella jornada, Romualdo Barroso, de 19 años, Francisco Aznar, de 17, y Pedro Mari Ocio, de 27, murieron en el acto al salir de la iglesia. José Castillo, de 32, y Bienvenido Pereda murieron después de una larga agonía. Otros 150 sufrieron heridas de bala.

Maite Bóveda tenía cinco años cuando se enteró del "accidente" de su padre. A José Luis Bóveda, como a la mayoría, también le dispararon por detrás, cuando escapaban de aquella trampa asfixiante. La bala entró por la espalda y se alojó en el pulmón.

Las grabaciones de las emisoras policiales muestran que lo sucedido fue más que una intervención desafortunada. "Ya tenemos dos camiones de munición, ¿eh? O sea que a actuar a mansalva, y a limpiar, nosotros que tenemos las armas; a mansalva y sin duelo de ninguna clase". Por la manera en que relataron los hechos los agentes participantes, fue una victoria militar sin precedentes contra trabajadores desarmados: "En Salinas [plaza Martín de Salinas] hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. Cambio.", reportaba por la radio un policía.

Maite cumple este mes 35 años y los primeros recuerdos que tiene de la infancia se remontan a aquellos días. Rememora con tristeza que sonaba el No nos moverán en el tocadiscos familiar y dice que no olvidará nunca la imagen de su padre cruzando el umbral de su casa, famélico, después de mes y medio en el hospital. Hace poco más de un año falleció. "Somos víctimas del terrorismo de Estado", dice. "Así es como lo siento y así es como me gustaría que se reconociera".

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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