_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Innegociable, irrenunciable

A veces parece que el Gobierno vasco sea un impedimento para normalizar el País Vasco. Si no conociéramos el denuedo con que defiende a todos los vascos, no sólo a los de su cuerda, pensaríamos que se empeña en que esto no tenga arreglo. La semana pasada, Zapatero daba la respuesta obvia de que no negociará con ETA la autodeterminación de los vascos -¡sólo faltaba!-. Cabía pensar que al Gobierno de aquí le tocaba indignarse si dice lo contrario, pero tendría el día cruzado y salió raudo a poner los puntos sobre las íes y acrecentar la confusión. Así que comunicó al mundo que "el derecho de autodeterminación no es negociable". Y senenció: no habrá "normalización" si no se reconoce tal. Esta contribución al progreso humano no queda empañada por el argumento autista que seguía: "porque es un derecho que todo el mundo posee (sic) y su negación implica negar la propia existencia de los pueblos en general (sic)". Silogismo patriótico se llama la figura. O sea: si no se reconoce la autodeterminación a los vascos, no existen los pueblos en general; éstos existen, ergo... Mejor correr un velo bien tupido.

Contra lo habitual, no se han lucido esta vez nuestros próceres. Su comunicado resulta extemporáneo, pues este borrascoso momento no resulta el mejor para propagar la buena nueva nacionalista. Hasta para catequizar necesita el misionero sosiego e ir poco a poco, no a la brava. Encima, los mal pensados de siempre interpretarán que este comunicado afirma que no puede el Gobierno (estatal) hablar con ETA sin seguir el guión de ETA, que en este punto parece similar al del Gobierno vasco. ¿No da un vendaval de oxígeno al terror el que el Gobierno de todos los vascos asegure que ETA pide algo tan obvio que ni se debe negociar? Apaga y vámonos. Podría suceder que el terrorista, lector afanoso de comunicados gubernamentales, concluyera que mejor seguir arreando, pues la representación máxima de la vasconía entiende que lo que él pide con las armas ni siquiera es negociable.

Si esta vez sale mal lo de la paz, que nuestros egregios gobernantes no busquen la paja en el ojo ajeno a la hora de las culpas, como de costumbre. Por donde lo miren: su contribución ha sido fatal.

Mayor perplejidad aún produce la idea de normalidad que subyace en estos decires. Entiende el Gobierno nacionalista vasco que este país sólo será "normal" cuando se impongan las tesis nacionalistas. Como la reivindicación autodeterminista no es una más de su doctrina, sino la esencial, su razón última, viene a decir que mientras el movimiento no consiga sus logros básicos aquí no hay nada que hacer. Pues vaya. Siempre sorprende la facundia con la que el "nacionalismo moderado" larga que el País Vasco, desgarrado y con décadas de violencia, se arreglará con el triunfo de sus ideas. ¿Moderación política, estar a la que salte o aprovechateguis no más? Quién sabe. Quizás tan sólo frivolidad o sobredosis de autoestima.

El fondo del asunto desazona, ese empleo del "no negociable" aplicado a un postulado de partido. Inquieta ese olvido de que la noción nacionalista sobre la autodeterminación es principio ideológico de parte, no una verdad universal. Cabe decir lo mismo de su concepto de "pueblo", no digamos ya de "pueblo vasco", una de las ideas de los nacionalistas más oscuras para los que no lo son. Quizás de las más rechazables, en términos éticos, políticos y democráticos, pues en el uso nacionalista la ciudadanía queda sustituida por una definición a priori y doctrinal de "lo vasco".

Estremecen las doctrinas de partido innegociables, inalienables, irrenunciables, imprescriptibles (todo esto se lee sobre la autodeterminación de los nacionalistas), que deben ser aceptadas por todos. Subyace la idea de que hay principios ideológicos más importantes que la convivencia y las vidas. No se enuncian a partir de las necesidades colectivas de los vascos sino desde las alegrías ideológicas de una mitad de la sociedad. Este camino nos lleva exactamente a ningún lado. ¿Cómo "normalizar" esto sin olvidar las purezas doctrinales? Mejor que enunciar filosofías de parte, convendría ahondar en las posibilidades de convivencia, no en los principios, que los carga el diablo en un país que los tiene tan encontrados.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_