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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Artes y oficios

Apoteosis orquestal la del miércoles en el concierto de la Sinfónica de Madrid dirigida por su compositor residente. Cuatro obras en programa en las que el instrumento de las cien cabezas se muestra en todo su esplendor, bien que inspiración, mensaje y resultados sean diferentes. Para empezar con lo mejor, ahí estuvieron las Cuatro piezas para orquesta, de Cristóbal Halffter, música muy seria, muy honda, magníficamente construida, con su algo de resumen de años de trabajo pero con los ojos bien puestos en su propio presente; música que dice y que refleja. Antes el autor había expuesto desde el podio su orquestación, con mucho de recreación -no a la manera, pues, de un Arbós-, de Eritaña, la pieza final de la Suite Iberia, de Albéniz.

Orquesta Sinfónica de Madrid

Cristóbal Halffter, director. Obras de Albéniz, Halffter, Ruzicka y Respighi. Auditorio Nacional. Madrid, 22 de febrero.

La Sinfónica de Madrid estrenaba Vorecho, encargo hecho por la propia orquesta a Peter Ruzicka (Düsseldorf, 1948) con ocasión de su centenario y basada en temas de una ópera en proceso de elaboración. Lo que en las Cuatro piezas, de Halffter, es arte pasa a ser oficio en Ruzicka. El compositor alemán -autor de unas cuantas obras verdaderamente importantes- domina la orquesta, la trata con sabiduría a partir de un motivo de claras reminiscencias wagnerianas que abre y concluye su partitura -un poquito tópica esa campana sobre el fondo de la cuerda en pianissimo- y con punto de inflexión en un episodio central muy bien escrito para cuerdas. El problema es que el conjunto, estupendamente construido por lo demás, no acaba de remontar el vuelo de su propia teoría, no traspasa del todo el terreno de las intenciones.

Se cerró la sesión con una versión generalmente bien planteada por Halffter de Pinos de Roma, de Respighi -curiosa elección de la batuta pero no tanto en el contexto del programa-, en la que salieron mejor los momentos más recogidos que los de mayor espectacularidad, incluido en estos un final más aparatoso que ordenado y que suscitó las aclamaciones del respetable. Sensacional, como siempre, el clarinete Vicente Alberola, que dijo maravillosamente su parte en Los pinos del Gianicolo. Hay que repetirlo: qué musicazo.

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