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El 'efecto viudedad'

La enfermedad grave o la muerte del cónyuge, cuando se trata de personas mayores, puede repercutir negativamente en la salud del otro miembro de la pareja e incluso acelerar su fallecimiento. Esta observación popular ha sido ahora certificada científicamente en un estudio a gran escala con más de un millón de personas mayores de 65 años. El estudio avala el llamado efecto viudedad y muestra además que el riesgo varía según la enfermedad que sufra el cónyuge.

"Cuando un cónyuge está hospitalizado, el riesgo de muerte de su pareja aumenta significativamente y se mantiene alto durante un periodo de hasta dos años", afirma Nicholas Christakis, catedrático de Política de Atención Sanitaria de la Facultad de Medicina de Harvard (EE UU) y uno de los autores del trabajo, publicado en The New England Journal of Medicine. La etapa de mayor riesgo es a corto plazo, a los 30 días de la hospitalización o el fallecimiento del cónyuge. Durante ese periodo de tiempo, la hospitalización del enfermo puede someter a su pareja a un riesgo de muerte casi tan elevado como el fallecimiento real del primero.

La enfermedad o muerte de un cónyuge deteriora gravemente la salud del otro

"La enfermedad o la muerte de un cónyuge puede causar estrés a su pareja o privarla de apoyo social, emocional, económico u otra ayuda práctica", afirma Christakis. "Cuando un cónyuge cae enfermo o muere, su pareja puede acentuar una conducta perjudicial, como la bebida. El estrés y la falta de apoyo social también pueden afectar negativamente a la actividad inmunológica, de modo que la hospitalización de un cónyuge puede tener efectos fisiológicos en su pareja".

"Este estudio es muy innovador -con una enorme muestra de personas ancianas- que demuestra otro vínculo importante entre las redes sociales y la salud", señala Richard M. Suzman, director adjunto del Instituto Nacional del Envejecimiento para la Investigación Conductiva y Social de EE UU. "Todavía no conocemos el pleno alcance de la influencia de las redes sociales en la salud. Debemos explorar los mecanismos que motivan el estrés asociado con estas hospitalizaciones, a la vez que buscamos sistemas para proteger a la gente cuando sus principales relaciones se ven trastocadas".

El estudio descubrió que ciertas enfermedades en un cónyuge son más perjudiciales que otras para su pareja. Cuanto más interfiera una dolencia en las capacidades físicas o mentales del cónyuge, y cuanto más onerosa resulte, peor será para la salud de su pareja.

El estudio también descubrió que enfermedades concretas tienen diferentes efectos sobre la persona que le quiere. Por ejemplo, entre los hombres con mujeres hospitalizadas, si la esposa se encontraba ingresada por un cáncer de colon, prácticamente no se advertía ningún efecto en la mortalidad del marido. Pero si la mujer estaba hospitalizada por una enfermedad cardiaca, el riesgo de fallecimiento de su marido era el 12% más elevado que si su esposa no padeciera dolencia alguna. Si una mujer estaba ingresada por demencia, el riesgo de su marido era el 22% mayor. Se observaron efectos similares en mujeres cuyos maridos estaban hospitalizados.

Otros análisis también confirmaron que la muerte de un cónyuge en los últimos 30 días resultaba perjudicial. El fallecimiento de la mujer en los 30 días previos aumentaba el riesgo de muerte de su marido en el 53%, y la muerte del marido incrementaba el riesgo de su esposa en el 61%.

Los autores, que iniciaron la investigación en 1993 y prosiguieron durante nueve años, estudiaron a 518.240 parejas de edades comprendidas entre los 65 y los 98 años. Durante el estudio, 383.480 maridos (el 74%) y 347.269 esposas (el 67%) fueron hospitalizados al menos una vez, y 252.557 maridos (el 49%) y 156.004 esposas (el 30%) fallecieron. La edad media de los varones era de 75 años, y la de las mujeres de 72.

Los autores evaluaron cómo la edad, la raza y el grado de pobreza alteraban el riesgo de muerte por tener el cónyuge enfermo. En el caso de las mujeres, el efecto de la hospitalización del marido aumentó con la edad y el grado de pobreza. En los hombres, el efecto del ingreso de la esposa sólo se incrementó con la edad.

Aunque la enfermedad y la muerte generan estrés y tienen un efecto negativo en el apoyo social para el cónyuge, estas consecuencias repercuten durante varios periodos de tiempo. El estudio descubrió que el efecto del estrés puede durar varias semanas o meses, mientras que el efecto de la falta de apoyo puede prolongarse varios años. El cónyuge sano acaba adaptándose al estrés que genera ser cuidador, pero acaba acusando la falta de apoyo social vinculada a la enfermedad o muerte de su pareja.

"Nuestro trabajo indica que las intervenciones de apoyo podrían reducir la mortalidad de los cuidadores", señala Christakis. "Es probable que estas actuaciones resulten útiles en el caso de ciertas dolencias, como el ictus y la demencia, y el momento de aplicarlas podría hacerse coincidir con la etapa de mayor riesgo para los cuidadores, justo después de la hospitalización del cónyuge".

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