"Y ahora, ¿adónde iremos si nos tiran la casa?"
Los vecinos de La Quinta se preguntan cuál será su futuro después de que derriben sus viviendas de Fuencarral
"Dígame. Y ahora, ¿adónde iremos si nos tiran la casa?". Esa pregunta se repetía durante toda la mañana en el poblado de La Quinta. Algunos habitantes ven con desasosiego y preocupación su futuro, ya que saben que tienen las horas contadas en el distrito de Fuencarral-El Pardo. Otros, por el contrario, saben que el Ayuntamiento les está realojando en casas en altura en otros distritos, como Villaverde.
Los que están tranquilos son los que pagan regularmente el alquiler fijado por la Empresa Municipal de la Vivienda (EMV). Al estar al corriente, tienen derecho a un nuevo piso y a abandonar un enorme descampado donde se mezclan coches calcinados, centenares de bolsas de basura y roedores por doquier. "Tienen que hacer algo rápido. Por las noches, es imposible salir. Las ratas están por todos los lados y se ceban con los más débiles, con los chicos. Por eso, por favor, que no dejen ni un solo escombro porque se cuelan por ahí", se quejaba un hombre de unos 30 años.
Las viviendas no dan más de sí. Cuando alguna familia es desalojada, suele irse a vivir a alguna cercana de algún pariente próximo. Eso se traduce en casos de hacinamiento. "Muchas veces no cabemos. Tenemos que meter las DKV [las furgonetas] junto a las viviendas y dormir en ellas. Como no entra todo lo que tenemos, utilizamos los coches para guardar la ropa. Cada vez que quieres algo, tienes que ir a por ello, esté lloviendo o haga frío", se quejaba otra mujer.
El solar que ocupa La Quinta resulta hoy día estratégico. Se halla junto a los nuevos edificios del barrio de Arroyo del Fresno y la extensión de Montecarmelo. Además, se encuentra bien comunicado. Cerca tiene la M-40, la carretera de Colmenar Viejo (M-607) y la avenida del Cardenal Herrera Oria. Uno de los problemas es que el tren pasa justo por esa zona.
Lo que llama la atención al visitante es que los niños, sean de la edad que sean, campan tranquilamente por las calles, a pesar de ser un día escolar. El llevar a los menores al colegio resulta una labor difícil que intentan inculcar día a día los trabajadores sociales del Instituto para el Realojo y la Inserción Social (IRIS), que imparte cursos de alfabetización, integración laboral, escolarización y seguimiento escolar, salud, mujer, alimentación, manualidades y conducción.
Lejos quedan aquellos primeros días del poblado, en los meses finales de 1992, cuando la alegría y el entusiasmo rodeaba a los nuevos vecinos de La Quinta. Entonces muchas familias se dedicaban a la chatarra y a la venta ambulante, en especial de la fruta. Pero poco a poco, el más lucrativo negocio de la droga se fue asentando, lo que provocó la respuesta de los hombres de respeto gitanos. Éstos se reunieron con los representantes de la Comunidad de Madrid para garantizar que no se vendería droga. La tregua fue entonces muy fugaz y nunca definitiva. El auge del mercado de las papelinas se incrementó rápidamente.
Los toxicómanos acuden en coche o en cundas (vehículos cuyos conductores cobran como pago una dosis de droga) durante todo el día, pero en especial al mediodía y por la noche. Otros se acercan al poblado a campo traviesa.
En la Comunidad de Madrid, unas 5.000 personas vive en poblados chabolistas, según datos del IRIS. El más grande, El Salobral, se halla en Villaverde.
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