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El 'laboratorio' balear

"Todos acabarán usándolas (las autopistas)", dijo ayer el presidente de Baleares, Jaume Matas, del PP, ante la masiva manifestación proteccionista del viernes en Ibiza, que tuvo un componente político de rechazo a la mayoría insular y balear.

"Quieren impedir cualquier tipo de progreso", reprochó el vicepresidente del Consell de Ibiza, Joan Marí, que rebajó a 6.000 la cifra de los asistentes (entre 15.000 y 22.000 personas, según distintas fuentes). "Pretenden lograr en la calle con gritos, pancartas e insultos lo que no conquistaron con los votos", agregó.

Las obras de las autopistas no se pararán, ni se rectificarán sus dimensiones. Matas las ve "respetuosas con el medio ambiente". "Cerca del 25% de la población salió a la calle", significó Pep Marí, portavoz de la Plataforma Anti-autopista y de la campaña Ibiza SOS. "La protesta es histórica. La gente no quiere que se parta la isla con una autopista desmesurada".

El poder y la oposición, enfrentados, dicen que pretenden asegurar el futuro de Ibiza, la pervivencia de su calidad de vida y el modelo turístico, con 110.000 residentes, 35.000 casas y 81.000 camas hoteleras. "El PP promociona en el mundo una isla rural y virgen que aniquilan", apostilló un ecologista.

Ibiza ha sido el motor de un enorme negocio turístico, residencial y de ocio nocturno. El principal capital de su industria colectiva radica en el atractivo de su naturaleza, aún en parte ordenada a escala humana, y el contraste de un cierto primitivismo rural con la riada cosmopolita de playistas y discotequeros.

Las izquierdas y los ecologistas, al rebufo de las banderas de un mensaje contra la explotación de los espacios naturales, gestaron con éxito en Ibiza en 1996 el primer frente electoral multipartito que en España emuló el estilo italiano del Ulivo, el Pacto Progresista, que arrebató al PP su escaño al Senado. En 1999 la alternativa conquistó el poder del Consell insular y en alianza el Gobierno de Baleares. La experiencia fracasó y el PP retornó en 2003.

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