Debajo de la mirada

De todas las teorías que justifican la hechura de un cuento, sobre todo del cuento moderno, ninguna hay en Retorno 201, el libro del mexicano Guillermo Arriaga, que resulte ajustada a las que defienden la historia escondida, el atisbo metafórico. Más bien habría que decir que la mayoría de estos relatos breves enfilan la tensión, cuentan con la impresión, incluso con la repulsión, que despiertan en el lector. Éste es un mecanismo de construcción que no desdice a priori su calidad. O se sabe o no se sabe hacerlo. Luego se tendrá tiempo de discutir si eso favorece el rango de la literatura breve. Guillermo Arriaga sabe hacerlo. Su tesitura cuentística no favorece la sugerencia. Desde el comienzo podemos barruntar lo que sucederá en cualquiera de los cuentos que componen Retorno 201. Por aquí no se pasea Chéjov. Veamos un cuento como Lilly. Desde sus primeras líneas ya sabemos lo que ha ocurrido. En su comienzo está literalmente su final. Bien. ¿Y eso para qué sirve, se preguntará legítimamente cualquier lector? En el caso de esta pieza de Arriaga, eso sirve para que comprobemos cómo la escritura se ajusta a una realidad despiadada. Y a su vez, cómo esa realidad no sería nada sin la escritura que la transmuta en un paisaje inimaginable. Vamos viendo paso a paso, como a cámara lenta, una insoportable abyección. No hay nada más que eso, un límpido corte de la crueldad humana, su dantesca gratuidad. En un cuento titulado En defensa propia, Arriaga describe una circunstancia acorde con el título de la pieza. Al lector le costará trabajo transigir con algo parecido a un acto humano o de justicia. Incluso le costará trabajo aceptar que en esas líneas se describe una inclemencia del destino. La quirúrgica agonía de la víctima del relato no es otra cosa que una descripción pormenorizada de la impunidad más absoluta.

Creo que estos comenta

rios harán más entendible la condición de guionista de Guillermo Arriaga, sobre todo del guionista de dos películas muy concretas: Amores perros y 21 gramos. Para nada esta condición creo que haya que suponer que influye en su faceta de narrador. La resolución de su inventiva es absolutamente narrativa. Y para muestra, sugiero la lectura de un cuento titulado El rostro borrado. Es ésta una pieza muy alejada del tono y la forma del resto del volumen. Un cuento lleno de la mejor materia elegiaca. Entre un libro de cuentos parejo en corrección y uno desigual con algunos cuentos excelentes, me quedo con el segundo. Me quedo con Retorno 201.