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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paradojas del crecimiento

El modelo económico español es pródigo en paradojas. Una es que se estén alcanzando niveles muy elevados de crecimiento (3,4% en 2005) con niveles muy bajos de productividad; otra es que con un descenso de cuatro décimas en el IPC de enero, la tasa interanual de inflación se haya disparado hasta el 4,2%, la más elevada desde junio de 2001, debido a que el año pasado se produjo una caída mayor ese mes. No todo es negativo, sin embargo. La inflación subyacente (sin energía ni alimentos frescos) bajó un punto y la tasa interanual se mantuvo en el 2,9%. Como es razonable suponer que a medio plazo la inflación total tiende a parecerse a la subyacente, puede augurarse una moderación del IPC en los próximos meses.

Más información
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Mientras eso sucede, todos los problemas estructurales de la economía española quedan súbitamente al descubierto. La competitividad de los productos españoles desciende a la misma velocidad que aumentan los precios; la demanda interna tiene un peso excesivo en la composición del crecimiento, por la debilidad exportadora; y la dependencia del petróleo, medida en energía consumida por unidad de producto, es muy superior a la media europea, lo que agrava esa debilidad. Con el resultado de un déficit exterior desmesurado, aunque fácilmente financiable por ahora.

No conviene escudarse en los buenos indicadores de crecimiento y empleo para minimizar estas debilidades. La comparación ventajosa con los países de la UEM es cierta, pero irrelevante, puesto que el crecimiento de Francia o Alemania, por citar dos ejemplos significativos, lleva años estancado. El problema cierto es que el modelo de crecimiento español es tan vulnerable que genera continuamente expectativas de desaceleración inminente. El probable menor crecimiento en 2006 podría agravarse el año siguiente por efecto del previsible encarecimiento del dinero. Ese retroceso sería más llevadero con una estructura más equilibrada, es decir, con mayor presencia española en los mercados exteriores, mayor productividad en las empresas y mejores equipamientos tecnológicos en el sector público y privado. Es en los periodos de crecimiento cuando hay que introducir las reformas que ayuden a aminorar los efectos de las etapas de estancamiento.

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