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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Amor en fuga

En su planteamiento, Moonlight, un filme que se atreve con muchos tabúes (no es el menor la relación física entre dos niños de no más de 13 o 14 años, pero no es el único), plantea una de esas situaciones a las que con tanta dedicación se lanzó un cierto cine de los años setenta: la narración de experiencias límite, en las que la droga y la huida se dan la mano para arrojar luz sobre aspectos de nuestra cotidianidad poco aireados por otros medios. Este arranque, que respondería también a una cierta idea de la exploración de una situación de amour fou, como tantos filmes itinerantes de entonces, se complementa con otros detalles, muchos de ellos vidriosos: dos criaturas que viven en mundos no ya separados, sino en las antípodas; un comportamiento, el de la chica, no demasiado explicado por la lógica del relato (de ahí también la gran debilidad que aqueja al conjunto), y la denuncia del tráfico de drogas que utiliza jóvenes "mulas", personas que introducen por su ano cuantas bolsitas puedan de la sustancia en cuestión.

MOONLIGHT

Dirección: Paula van der Oest. Intérpretes: Laurien van den Broeck, Hunter Bussemaker, Johan Leysen, Jemma Redgrave. Género: drama. Holanda, 2002. Duración: 91 minutos.

Con estos elementos, una puesta en escena a la que hay que agradecer que no cargue más los ya de por sí muy cargados vericuetos del guión, una estructura narrativa que parece un cuento infantil de inusitada crueldad y una pareja de inexpresivos jóvenes, Paula van der Oest, autora de varios filmes y aquí desconocida, cuenta una especie de road movie hacia ninguna parte, aderezada con detalles escabrosos (en los que, por fortuna, no se regodea la directora), y con un afán de discurso cuyas intenciones se pierden por completo entre la más bien lineal trama que la película muestra.

Narrada desde una desconcertante ausencia de referencias psicológicas de ambos jóvenes (la guía comercial de la película habla de que el muchacho es afgano, pero no se le entienden más de un par de palabras... o así), aunque con apuntes que se pretende que escenifiquen la distancia que existe entre el mundo del desarrollo (los padres de la chica son profesionales de muy buen nivel económico) y el de la inmigración forzosa, la película se aguanta más por el interés de ver dónde acabará todo el edificio que construye que por lo que sus imágenes mismas proponen. Y corre el riesgo, además, de escandalizar a públicos no adictos a este tipo de espectáculos: sexo preadolescente y droga inhalada con cualquier excusa son ingredientes potencialmente volátiles, virtualmente mortales para la credibilidad del asunto.

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