Un presidente en el supermercado
Kirchner declara la guerra a la inflación y negocia acuerdos de congelación de precios con los agentes sociales
El Gobierno argentino tiene identificado al que considera el enemigo más peligroso para la recuperación económica del país: la inflación, que en 2005 alcanzó el 12,3%. Y el presidente Néstor Kirchner ha decidido no dejar cabos sueltos en la lucha contra el alza continuada de precios. Los argentinos asisten estos días, con una mezcla de curiosidad y expectativa, a las reuniones casi diarias que en la Casa Rosada el mandatario mantiene con diversos sectores, en las que firma acuerdos de congelación de precios y desciende hasta los más mínimos detalles.
Los sindicatos tienen previsto exigir subidas salariales en torno al 35%, mientras que el Gobierno plantea un techo del 20%
Que los asuntos de política interna son la prioridad, y casi la única política, de Kirchner es un hecho que ha demostrado desde el día que accedió a la presidencia, pero en estas dos últimas semanas el presidente ha demostrado que tiene los pies en la calle, o al menos en el carrito del supermercado. Si hace una semana firmaba en persona un acuerdo con los propietarios chinos de tiendas de comestibles para que no subieran los precios de sus productos, el lunes se reunía con los directivos de una multinacional estadounidense para hablar de compresas, salvaslips y cepillos de dientes y el miércoles discutía sobre el precio de babis y uniformes con vistas al inminente inicio del curso escolar.
La implicación personal del presidente argentino en los detalles de la cesta de la compra tiene una explicación en las cifras macroeconómicas. La inflación en enero de 2006 ya era del 1,3%. El Ejecutivo argentino, con el panorama político asegurado tras su rotunda victoria en las legislativas de octubre de 2005 y la salida del Gobierno del ministro de Economía Roberto Lavagna, en diciembre, quiere mantener el indicador a raya, al menos si eso es cumplir el 12,4% anual que marcan las previsiones. Un objetivo que no es fácil a juzgar por las fuertes subidas que se están experimentando en algunos sectores. Por ejemplo, sobre el nuevo curso escolar el Centro de Educación al Consumidor advierte que las subidas pueden estar entre un 30% y un 50% en la llamada canasta escolar, un concepto que no existe de manera oficial pero que comienza a manejarse en los medios de comunicación.
La nueva ministra de Economía, Felisa Miceli, ha afirmado que en febrero la inflación podría bajar del 1%, y los expertos que elaboran estudios para el Banco Central Argentino opinan que de confirmarse este dato los esfuerzos del presidente en su lucha pormenorizada contra la inflación no habrán sido en vano, sobre todo con vistas a las múltiples negociaciones laborales que se iniciarán en marzo, cuando arranca el año tras las vacaciones veraniegas, y que se presentan como el otro frente de batalla del Gobierno.
Subidas salariales
Los sindicatos tienen previsto exigir unas subidas salariales en los diferentes sectores en torno al 35%, mientras que el Ejecutivo argentino ha planteado como techo el 20%. El problema para el Gobierno es que a pesar de los acuerdos alcanzados si los sueldos se disparan las cosas pueden volver al punto de partida. Aunque el incremento en un sector como el transporte de mercancías fuera del tope oficial -y sin tener en cuenta la conflictividad laboral que se generaría hasta llegar a esa cifra, muy por debajo de las expectativas sindicales- la subida repercutiría inmediatamente en el precio de los bienes transportados y alejaría aún más la perspectiva del 1% de inflación mensual.
Las cifras registradas hasta ahora auguran, además, que las subidas de sueldos van a ser muy superiores a lo deseado por la Casa Rosada. Según el organismo de estadísticas oficiales argentino (Indec), en el sector bancario la subida salarial entre enero y noviembre de 2005 fue del 24%, cuatro puntos por encima del objetivo del Gobierno, pero en otros sectores rondaron el 40%. De los 19 principales sectores que generan empleo de la economía argentina todos han subido los salarios por encima del 50% desde noviembre del 2001, y en algunos casos, como la ganadería, han llegado al 98,5%. En lo que respecta a los precios de bienes de consumo cotidianos, desde la devaluación los alimentos han subido en un 103%, y los productos de limpieza, un 108%.
Algunos de los sectores que en las próximas semanas deben renegociar sus salarios son construcción, industria petrolífera, trabajadores del metro de Buenos Aires, camioneros y bancarios, entre otros. Desde el Gobierno ha comenzado a filtrarse la idea de que hay sectores -aunque no se ha especificado cuáles- que podrían hacer frente a fuertes incrementos salariales sin hacer que éstos repercutan en los precios. El planteamiento no es sino la continuación de la estrategia esgrimida por Kirchner desde octubre, según la cual los empresarios estarían obteniendo fuertes beneficios y deberían recortarlos en beneficio de la estabilidad social. Los analistas argentinos advierten de dos problemas de fondo sobre la lucha del Gobierno argentino contra la inflación. En primer lugar, el ritmo vertiginoso de crecimiento de la economía argentina, que en 2005 fue del 9,2% y en 2006 no será menor al 7% y se caracteriza por un fuerte aumento de la demanda. El crecimiento económico fue del 8,8% en 2003 y del 9% en 2004. Con ese ritmo es muy complicado enfriar una economía donde la moneda está siendo mantenida artificialmente muy por debajo de su valor real respecto al dólar para fomentar la competitividad de las exportaciones, lo que provoca que la salida de los bienes sea más atractiva que su colocación en el mercado interior. El otro problema es que una medida excepcional como es la intervención del Ejecutivo en el mercado -en ocasiones con una fuerte polémica y cruce de acusaciones con sectores como supermercados o productores de carne- se ha convertido en un recurso natural del Gobierno, que podría volver a repetirlo en 2007, año en el que están previstas las elecciones presidenciales.
Se amplía la brecha entre ricos y pobres
La brecha entre ricos y pobres en Argentina sigue aumentando y los sectores más desfavorecidos son cada vez más vulnerables a la subida de precios. Las estadísticas reveladas el pasado miércoles señalan que la diferencia de ingresos entre la población con mayor nivel de ganancias y la que menos es de 31 veces. Cuando la mediación abarca al 20% más rico de los argentinos y al 20% más pobre la diferencia supera las 15 veces.
La mala distribución de la riqueza, en un país en el que tradicionalmente una amplísima clase media había garantizado más o menos un reparto más equilibrado, no es un problema surgido tras la crisis. La década de los noventa, con Carlos Menem en el poder y su aplicación de una política económica que se reveló desastrosa 10 años después, comenzó a agrandar las diferencias entre los más ricos y los más pobres. En la actualidad, el 20% de los argentinos obtiene el 53,6% de la riqueza que se crea en el país, una cifra que todavía no alcanza los niveles de otros países de la zona y de los que Chile es el paradigma, pero que confirma una tendencia que parece difícil de cambiar.
Un dato preocupante, y ésta es una diferencia con el caso chileno, es que el 10% más pobre de la población prácticamente se estanca en su nivel de ganancias, un factor que no se da en los demás sectores sociales. Otra cifra significativa es que el 46% de los asalariados trabaja al margen de las regulaciones administrativas y la proporción de trabajadores en negro no ha crecido.
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