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Reportaje:

El referéndum fantasma

El descontento con el Estatuto catalán da alas a la campaña del PP en pro de una consulta imposible sobre la unidad de España

La cita es a las seis de la tarde, pero el líder se retrasa. Cuando llega por fin Mariano Rajoy, envuelto en un abrigo oscuro bajo el que asoma una corbata de un naranja rabioso, es el delirio. Cientos de personas que se apiñan este viernes de febrero en la plaza Botines -centro histórico de León- rompen a aplaudir al grito de "¡Presidente, presidente!".

Las señoras más atrevidas se le tiran al cuello para besarle. Rajoy, flanqueado por la plana mayor del PP local, provincial y regional, se abre paso a duras penas entre un público maduro. Aquí y allá se ve alguna pareja joven, algún grupo de chicas muy arregladas, y hasta un par de escolares. Todos quieren firmar "para el referéndum". Y a recoger firmas ha venido el líder del PP.

Elorriaga cree que el referéndum toca una fibra profunda y "transversal"
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León es la octava ciudad que visita Rajoy, embarcado desde el 31 de enero en una campaña en pro de una consulta ciudadana que, para orillar las leyes, no alude al nuevo Estatuto catalán. "¿Considera conveniente que España siga siendo una única nación, en la que todos los ciudadanos sean iguales en derechos, obligaciones, así como en el acceso a las prestaciones públicas?". Ésa es la pregunta más o menos oficial. Pero en la mesa colocada bajo la Casa Botines -sede casualmente de Caja España-, no hay referencia alguna a ella. Sólo hay carteles azules con la frase Todos tenemos derecho a opinar.

Para Eduardo García, de 26 años, ingeniero industrial y responsable de Nuevas Generaciones en León, es un gran día. Rajoy verá con sus propios ojos hasta qué punto ha calado en esta ciudad el asunto del referéndum. "Aquí hay gente mayor, pero el otro día fuimos a la universidad y hemos tenido buena respuesta", dice. Eso sin contar con Internet. "A través de la red han llegado en torno a las 700.000 firmas del millón que calculamos tener este fin de semana", explica Gabriel Elorriaga, responsable de Comunicación del partido. La red ha dado más de un problema también. Desde páginas pirata que han intentado burlar a la gente, hasta falsas firmas en bloque para colapsar la página del PP.

En León no ha habido problemas, dicen. Y el recuento va bien. En una semana, según la presidenta del PP provincial, Isabel Carrasco -diminuta, aunque bien visible en su chaquetilla de estampado selvático-, se han recogido 20.000 firmas. No está mal para una ciudad de 150.000 habitantes. Cuna además del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Aquí coincidió con Mariano Rajoy, que pasó en ella 10 años, entre los 5 y los 15 años. El padre de Zapatero era abogado, el de Rajoy, juez.

Cristina Gómez, joven concejal del PP de León, cree que la nacionalidad del presidente tiene algo que ver en la movilización de esta tarde. "La gente está decepcionada con Zapatero, porque ésta es su tierra, y hay un agravio comparativo con Cataluña y con otras regiones. León pierde habitantes y está bastante olvidado. Y las promesas de Zapatero no cuajan porque gobierna con los votos de los catalanes". ¿Las firmas? Cristina reconoce que más que a solicitar un referéndum vienen a respaldar "la idea de España que tiene el PP". No es eso lo que defienden los dirigentes de su partido. Elorriaga está seguro de que el hipotético referéndum toca una fibra profunda y "transversal". Alude a las encuestas, en las que, dice, "se ve que entre un tercio y la mitad de los que hoy se declaran votantes del PSOE están en el tema del Estatuto más cerca de nosotros que del Gobierno". Será verdad, pero en plaza Botines, a la sombra del soberbio edificio de la Diputación, sólo hay votantes populares.

María, estudiante de Derecho de 18 años dice que ha firmado porque está "a favor de la unidad de España". Y añade: "No quiero que Cataluña se separe. El referéndum es como una amenaza". Y como tal ha sido recibido. Porque aunque las posibilidades de celebrarlo son nulas -la ley no prevé una consulta sobre el Estatuto fuera de Cataluña, y, además, convocarla es potestad del Ejecutivo-, la campaña de recogida de firmas ha sacado de quicio a La Moncloa. "Habríamos preferido un pacto parlamentario pero no ha sido posible. El Gobierno ha rechazado nuestra oferta de negociar una nueva configuración estatal", explica Elorriaga. Además, el nuevo Estatuto implica un cambio constitucional solapado, lo que requeriría los votos del PP. Eso sin contar con que "no tienen el mandato electoral para hacerlo".

Como todos los dirigentes populares, invoca un precedente para justificar su actual campaña: la recogida de firmas de PSOE y PCE, en 1981, para solicitar un referéndum sobre el ingreso de España en la OTAN. El Gobierno de UCD recibió las firmas y las guardó en un cajón. Sólo tras el triunfo socialista la consulta se celebró (aunque no para salir de la OTAN) ¿Saben los firmantes que reclaman un referéndum imposible hoy por hoy?

A Dolores L. García, ama de casa de sesenta y muchos, no parece importarle. "Yo he firmado por las injusticias que se están viendo. Porque todos somos iguales, aquí no hay pobres ni ricos". Es lo que dice la concejal Cristina Gómez. "Si nos ha ido bien durante 25 años con este sistema único, entre autonómico y federal, ¿para que cambiarlo?". Homogeneidad es palabra que repele en Cataluña, sin embargo. En todos estos años los esfuerzos han ido encaminados a subrayar la personalidad propia, a ser como Escocia dentro del Reino Unido. Internacionalmente reconocible. No es algo que el PP esté dispuesto a aceptar.

Basta oír el discurso de Rajoy en Cádiz, Dos Hermanas, Santander, Huesca y A Coruña. O en Móstoles. Es mediodía cuando la comitiva del presidente del PP desembarca en la plaza de Pradillo, centro de la segunda ciudad de la Comunidad de Madrid, con 210.000 habitantes.

La plaza está repleta de mujeres curiosas y de jubilados. Vecinos como Pablo García, obrero de la construcción de 68 años que llegó a Móstoles desde La Iglesuela (Toledo) hace 30 años. "Yo ya puse mi firma, por la unidad de España, si no, nos vamos todos al garete", dice. De pronto, un hombre enfundado en un chándal cruza la plaza lanzado un grito que pretende ser provocador: "¡Ya quisiéramos ser nosotros como los catalanes!". Nadie se inmuta. El rebelde, un sesentón delgado, con grandes gafas, justifica su gesto porque no le gustan "estas cosas que organiza el PP. Es como la fiesta del 2 de mayo que celebran aquí. Yo soy madrileño, pero si los franceses nos hubieran catequizado, igual Madrid sería como París".

Rajoy ni se ha enterado de su protesta. Está ya en el restaurante donde decenas de simpatizantes y altos cargos del partido se han reunido para oírle. El líder sube a un pequeño estrado y desgrana uno a uno los temas esenciales de esta campaña. Critica la "negociación con ETA", porque "tiene un claro precio político". Denuncia las excarcelaciones de etarras, el cese del fiscal de la Audiencia Nacional y, sobre todo, se despacha contra el Estatuto.

Tres días después, en el auditorio Ciudad de León, repite discurso. Aunque Rajoy parece algo más suelto. Apunta incluso alguna broma. "En lugar de preguntarnos hacia dónde vamos, llevamos dos años preguntándonos quiénes somos y de dónde venimos". Por eso, explica, no viene a hacer un discurso político. "Esto no es un problema ideológico, es un problema de sentido común. ¿Qué sentido tiene que el más rico reciba más inversiones y el más pobre, menos?". Aplausos cerrados. Pero este éxito en Castilla y León tiene un precio elevado en Cataluña. Son costes políticos que, de momento, el partido parece dispuesto a pagar. "En Cataluña tenemos desde hace tiempo un apoyo electoral de apenas el 18% de los votos. Aunque es cierto que la hostilidad hacia nosotros ha aumentado", dice Elorriaga.

La estrategia del referéndum ¿no es, a fin de cuentas, arriesgada? Aunque irrite al Gobierno y sirva para dejar claro "que no quiere someter a consulta el nuevo modelo territorial", también puede pasarle factura al PP. "Se ha producido un desgaste personal de nuestros líderes", admite Elorriaga. "Nuestro papel necesariamente crítico es poco grato con un sector del electorado. Pero no podemos dar un paso atrás en el modelo de Estado".

Mariano Rajoy firma en contra del nuevo Estatuto catalán durante un acto político en León.
Mariano Rajoy firma en contra del nuevo Estatuto catalán durante un acto político en León.EFE

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