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Columna
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Esterilidad absoluta

En la sesión de control celebrada esta semana en el Parlamento de Andalucía el presidente de la Junta ha tenido que responder a tres interpelaciones sobre la reforma del estatuto de Cataluña. Parece que para la próxima sesión de control se ha registrado en la Mesa de la Cámara una interpelación sobre las razones de la inactividad del Gobierno andaluz ante la excarcelación de presos de ETA.

¿Hasta cuando? ¿Estamos en el final de una estrategia política, que va ser corregida en el futuro inmediato, como pareció dar a entender Javier Arenas con su pronóstico en Jaén el pasado viernes de que el Estatuto, esta vez el de Andalucía, se aprobará por consenso antes del verano o, por el contrario, nos estamos deslizando por una pendiente que puede conducir a una situación irreversible, en la que el consenso estatutario resulte imposible?

Para el PP andaluz tiene que ser terrible preguntarse qué hacer tras decir sí a la reforma del Estatuto

Me gustaría creer que es la primera de estas dos alternativas la que se acabará imponiendo y que, en poco tiempo, dejaremos de hablar, mejor dicho, dejará el PP de hablar del Estatuto de Cataluña y de ETA a propósito de la reforma estatutaria andaluza y que se entrará en una discusión del articulado de la proposición de ley elaborada por la Comisión competente, sobre cuya toma en consideración el Pleno del Parlamento de Andalucía tiene que pronunciarse el próximo día 16. La decisión que el grupo parlamentario popular tome ese día 16 será muy ilustrativa.

Si la estrategia política en Andalucía fuera diseñada por los dirigentes del PP en clave andaluza, me parece que habría pocas dudas de que esta sería la opción que se acabaría imponiendo. No creo que la estrategia que está siguiendo el PP en toda España de centrar toda su tarea de oposición en la reforma del estatuto de Cataluña y en la política antiterrorista sea una estrategia razonable, pero de lo que estoy seguro es que dicha estrategia en Andalucía es disparatada. La Comunidad Autónoma de Andalucía es un espacio para hacer política distinto del espacio español. Justamente eso es lo que significa el Estado de las Autonomías. Hay un sistema político español y diecisiete subsistemas políticos autonómicos y hay que tener una estrategia política propia para cada uno de ellos. El que no dispone de ella, se acaba quedando fuera de juego. Y hablar de la reforma estatutaria catalana y de la excarcelación de los presos de ETA cuando lo que figura en la agenda parlamentaria andaluza es la reforma del estatuto de nuestra comunidad, supone justamente eso, situarse en fuera de juego. Cualquier conocedor de las reglas del fútbol, es decir, todos los ciudadanos españoles, sean o no aficionados, saben que eso significa la esterilidad más absoluta.

Mentiría si dijera que estoy persuadido de que esta estrategia en positivo es la que se va a acabar imponiendo en el interior del PP. Sería bueno que así fuera, pero no es que no esté seguro, sino que no considero probable que esto ocurra.

La dirección andaluza del PP lleva demasiado tiempo haciendo seguidismo de la dirección nacional. No en esta legislatura, sino en todas desde la recuperación de la democracia. No ha habido hasta la fecha el más mínimo atisbo de autonomía en la elaboración de su estrategia política, a diferencia de lo que han están haciendo otras direcciones regionales del PP. Alberto Núñez Feijoo desde que fue elegido presidente del PP en Galicia en sustitución de Manuel Fraga se ha manifestado en unos términos que no suponen un choque con la línea definida por la dirección nacional, pero que tampoco son un calco de ella. Se ha pronunciado sobre la reforma estatutaria de Galicia sin tener que demonizar la reforma catalana, no se ha visto obligado a mezclar la reforma gallega con ETA e incluso está teniendo unas buenas relaciones con los dirigentes del Bloque Nacionalista Gallego. Cuando se leen las declaraciones de Núñez Feijoo no se tiene la impresión de estar oyendo el eco de Rajoy, Acebes o Zaplana. Hay un discurso político propio.

Nada de eso, como se ha dicho, ha sucedido en Andalucía durante más de veinticinco años. A veces llego a pensar que no se trata ya de una cuestión de voluntad política, sino de incapacidad para poder hacerlo. No se si la dirección del PP no hace una política distinta en Andalucía porque no quiere o porque no sabe como hacerla. Han sido tantos los años en los que se ha limitado a hacer lo que le decían que tenía que hacer, que tal vez ya es incapaz de pensar por su propia cuenta, de diseñar una estrategia propia.

La conducta que está siguiendo en estas últimas semanas apunta en esta dirección. De otra manera no se entiende esa suerte de esquizofrenia que preside su manera de proceder. La discordancia entre lo que se dice y lo que se hace no puede ser mayor. Por un lado, Javier Arenas va dejando caer de manera reiterada que el PP votará a favor de la reforma estatutaria andaluza y, por otro, sin embargo, el grupo parlamentario popular no participa prácticamente en el proceso que se está siguiendo en el Parlamento para aprobar la reforma estatutaria. Hay una suerte de cantinfleo en la conducta de la dirección del PP que es la expresión de un enorme desconcierto y que conduce a que no se pueda esperar mucho de ella. Sinceramente, creo que no sabe siquiera donde está.

La dirección andaluza del PP no es fiable. No sabe lo que quiere. No hay absolutamente nadie, al menos que se conozca públicamente, que pueda ser considerado portador de una estrategia política propia para Andalucía. Y cuando esto ocurre, se acaba haciendo lo que se ha hecho siempre. Para la dirección andaluza del PP tiene que ser terrible preguntarse qué hacer después de decir sí a la reforma del Estatuto. Ése es su verdadero problema.

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