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RESTRICCIONES AL TRÁFICO EN LA CALLE DE LA MONTERA

El cierre al tráfico de Montera suprime los coches, pero mantiene la prostitución

Comerciantes y vecinos dudan de que el plan del alcalde frene la degradación

Las prostitutas, los escaparates de trajes de novia, los salones de juego, los sex-shops y los peatones conviven desde ayer en una calle peatonal: la de la Montera. Desde las cero horas del viernes, el Ayuntamiento ha cerrado al tráfico esta calle situada a tiro de piedra de la Puerta del Sol.

En una primera fase, las autoridades municipales han puesto señales de prohibición del paso a los vehículos, salvo los de emergencia y los de carga y descarga en horario limitado (lunes a viernes, de medianoche a once de la mañana). A partir del próximo verano, comenzará la segunda fase, que consiste en remozar la calle con un pavimento nuevo, más árboles y mobiliario urbano.

La peatonalización de esta vía -que es un foco de "degradación", según el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón- pretende poner fin a esta situación y recuperar esta zona para el eje comercial de Preciados-Carmen.

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Los coches desaparecieron ayer de esta calle. Hasta ahora transitaban por ella alrededor de 1.000 automóviles, según fuentes municipales. Pero las prostitutas que pululan por sus aceras, en su mayoría rumanas, seguían ofreciendo sus servicios a los peatones. Unos 10.000 viandantes, según el Ayuntamiento, pasan a diario por Montera. Una cifra que se verá incrementada con la peatonalización. O no. "Esto no va a servir de nada. Yo jamás he visto a una puta de Montera subirse en un coche. Esto se convertirá en un bulevar de prostitutas", se queja un vecino.

Todo seguía igual, excepto por el enfado de algunos conductores que veían frustrada su ruta habitual. Los agentes de Movilidad se encargaron de controlar el tráfico. La queja de los conductores era la habitual en estos casos: la falta de información.

Mientras anochece y las mujeres se multiplican en las aceras, la gente acelera su paso. "No puedes ni pararte a mirar un escaparate sin que algún tío te pregunte cuánto cobras", explica una empleada de uno de los hoteles de la calle. "Por la noche empiezan todos los follones: peleas de travestis, de chulos. El otro día, un hombre que se sintió ofendido por lo que le dijo una chica, empezó a apedrearla y no me rompieron los cristales de milagro", relata la recepcionista. En su hotel, dice, "no entra ni una sola prostituta".

Muchos comerciantes y vecinos creen que el cierre al tráfico de esta calle no va a terminar con la degradación. "Esto no sirve de nada si no va acompañado de medidas sociales y de seguridad", explica Concha, la dueña de Factory, una tienda de piercings y tatuajes

.En uno de los sex-shops de la calle hay un show porno en vivo formado por 15 cabinas dispuestas en círculo que dejan en medio una especie de escenario giratorio. Allí algunas chicas, por unas cuantas monedas de euro, exhiben sus habilidades. Un cristal opaco del lado de la chica impide, según el empleado de la tienda, que la mujer pueda reconocer al cliente.

Se enciende la luz de una cabina y una mujer semidesnuda, que está hablando por un teléfono móvil, percibe la mirada de un nuevo individuo. Se despide apresuradamente en rumano de su interlocutor y con todo el tedio del mundo empieza acariciarse para su invisible admirador. Un euro cada 30 segundos.

Un poco más arriba, en uno de los salones de juego y por un euro, también gira una ruleta electrónica que tiene obnubilados a 10 filipinos. "¡No va más!", repite una y otra vez una voz electrónica. Los jugadores están tan concentrados mirando la bola que parece que con la mirada podrían frenarla en la casilla del número al que han apostado. "A los filipinos les encanta el juego", explica el empleado del establecimiento. Al fondo, un mujer de unos 70 años, con la espalda completamente encorvada y con la única luz en la mirada que la de los premios que anuncia la máquina tragaperras, vacía, una moneda tras otra, su billetero.

Salón de juego

Desde las puertas del salón de juego, ayer por la mañana, podía verse a algún conductor discutiendo en la Red de San Luis con la Policía Municipal y quejándose porque los agentes no le dejaban pasar para realizar sus encargos en la calle. "Siempre es lo mismo. Esto no tiene ningún sentido. Ahora tengo que dejar el coche en un garaje a tomar culo", se quejaba indignado uno de los conductores que intentaba acceder a la calle.

En otro sex-shop, al lado del salón de juego, no confían en que la peatonalización vaya a cambiar nada y se quejan de la degradación y de que se les relacione con las meretrices. "A nosotros no nos beneficia este ambiente de prostitución. Por dedicarnos al sexo, a veces nos relacionan con la prostitución", explica uno de los empleados del salón. "Las putas se apoyan en la puerta esperando a sus clientes y espantan a los nuestros", sigue. "Pero pobrecitas, la culpa no es suya", comenta con cierta lástima. La mayoría de comerciantes de la zona coincide en este planteamiento y se compadece de las meretrices.

"A veces les doy café, porque me dan mucha pena. Qué culpa tienen ellas de estar explotadas por un hijo de puta que las chulea...", opina Marisol, la dueña la tienda de ropa Flipa Doble, en la zona de Montera más próxima a Gran Vía. Esta mujer lleva el negocio con su marido, Abelino. Hace unos meses, éste tuvo que enfrentarse a un proxeneta porque no quería apartarse de la entrada de su tienda. El chulo se fue, pero al cabo del rato volvió con una barra de hierro y le golpeó en la cabeza. "Nos pegamos tanto que acabamos en la puerta del Mc Donalds", explica señalando el restaurante de comida rápida que está 50 metros más arriba.

Concha, la dueña de la tienda de Factory, la tienda de piercings y tatuajes, cree que la degradación no va a terminar. Según ella, porque "la policía no quiere hacer nada". Concha insinúa que algunos miembros del cuerpo de policía municipal hacen la vista gorda a cambio de favores. "Yo, como no tatúo a ningún madero [policía], puedo decir lo que pienso", añade muy segura. Concha explica que la policía ha estado en varias ocasiones pasando muchas horas en su local para controlar algunos establecimientos muy cercanos, donde, según ella, se vende droga y se reúnen proxenetas. "Al cabo de los días me decían que no podían hacer nada porque los superiores no tenían interés en arreglar el problema", explica resignada.

"Supercontento"

No todos son escépticos. El dueño de una tienda de camisas está "supercontento" con la peatonalización. "Llegarán tiendas con nombre, y eso echará a la prostitución. Seremos una calle como Preciados o como Fuencarral", sueña. Desde la tienda Mil Demonios, en el pasadizo que hay en Montera, Luis García, de 31 años, se queja de que "cada vez que la policía hace una redada mete a todos los detenidos en el pasaje. Y de esta forma sí que nos espantan a los clientes". Él paga por el alquiler del inmueble 500 euros al mes.

Al lado, otros dos treintañeros, Juanjo Sánchez y Laura Serrano, regentan la librería La Tarde Libros. "La peatonalización está bien. Montera es muy estrecha y con los coches hay mucho jaleo. Quizás, la fama de la calle no es buena, pero todo el mundo pasa por aquí si quiere ir de Gran Vía a Sol. Nadie baja por la calle de Tres Cruces (paralela a Montera). En Montera, con o sin prostitución, siempre hay gente", comentan.

Entre los comerciantes, hay dos bares de venta de comida que levantan las suspicacias del resto. "Ahí venden droga", dice convencido un vecino. Pero la policía está en ese momento registrando el local y pidiendo la documentación a empleados y clientes. No encuentran nada y se marchan. Antes, han hecho lo mismo con el locutorio de al lado.

Los peatones cruzan despreocupadamente la calle de la Montera, muy cerca de la Puerta del Sol, ante la ausencia de vehículos.
Los peatones cruzan despreocupadamente la calle de la Montera, muy cerca de la Puerta del Sol, ante la ausencia de vehículos.CRISTÓBAL MANUEL

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