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Columna
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Oposición ciudadana

Acaba de presentarse en Alicante la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas, formada por diferentes profesionales y profesores de la universidad. Su propósito, según han anunciado sus portavoces, es intervenir de una manera efectiva, práctica, en los asuntos de la ciudad. Tal como se desarrolla la vida municipal en Alicante, no habrá de faltarles oportunidad a los miembros de esta plataforma de participar en una u otra cuestión. Incluso, es posible que el trabajo se les acumule en algún momento, y les ponga en un aprieto. Son muchos los problemas que reclaman la atención de los ciudadanos en la actualidad. La nueva asociación tiene a su favor la experiencia, pues muchos de sus miembros ya formaban parte del colectivo que se ha venido oponiendo al plan de Rabassa.

La aparición de las plataformas ciudadanas es un fenómeno relativamente nuevo entre nosotros. En los años recientes, sin embargo, su número ha aumentado de manera considerable, casi siempre asociado al auge del urbanismo que tantos inconveniente ha provocado en diferentes lugares. En Alicante, la iniciativa popular ha obtenido algunos éxitos considerables. El principal fue impedir que se construyera un palacio de congresos en el monte Benacantil, como pretendía el alcalde Díaz Alperi. Fue un momento inolvidable en la vida de la ciudad, que unió a miles de sus habitantes en un objetivo común, por encima de los cauces habituales que marcan los partidos políticos. En una línea de actuación semejante, Abusos Urbanísticos No ha puesto en serias dificultades a la política urbanística del Gobierno regional. Son dos ejemplos del poder que pueden alcanzar los ciudadanos cuando actúan de un modo organizado.

Como es natural, la aparición de estos movimientos ha sido muy criticada por los partidos políticos por cuanto, a primera vista, parecen disputarles el espacio. No es exactamente así, claro está, pero el conservadurismo que han alcanzado los partidos políticos, les hace temer cualquier cosa que atente contra su situación actual. La realidad es que las asociaciones surgen por la propia incapacidad de los partidos para acercarse a los ciudadanos e interesarse por sus problemas. En el terreno municipal donde, por la clase de asuntos que se debaten, la política podría desempeñar un papel muy activo, los partidos no han querido aprovechar la circunstancia. Al contrario, han tratado de restringirla con cuantos medios han tenido a su alcance.

Hace unos días, se aprobaba en Alicante el reglamento de Participación Ciudadana que, una vez más, ha puesto de acuerdo al Partido Popular y al Partido Socialista. Pues bien, cuando se lee con detalle el reglamento -y los reglamentos conviene siempre leerlos con detalle- se advierte que todo él está redactado con la intención de controlar al máximo el papel de los ciudadanos. En aras de la eficacia política, el poder municipal dirigirá la participación de los vecinos. Esta forma tan excluyente de ejercer la democracia, ¿no está en el origen del desinterés que tantas personas sienten hacia la política?

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