"Tenemos orquestas tan buenas o mejores que las extranjeras"
Podría ganarse la vida como diplomático o mediador de conflictos, porque a Víctor Pablo Pérez (Burgos, 1954) no le faltan cualidades: responsabilidad, sentido común, mesura y discreción en sus opiniones, tacto en el trato con el otro, tesón y mucha paciencia; pero siendo todavía un niño eligió la música, hace de ello cuatro décadas, y no hay duda de que actualmente es una de las mejores y más expertas batutas de España, que ha situado a sus dos orquestas, la Sinfónica de Tenerife, que abandonará a finales del próximo julio, y la de Galicia, de la que es titular desde 1993, no sólo en un puesto preferente en el mapa musical de España, sino que también las ha dado a conocer en Europa. "Musicalmente, durante años hemos sufrido un gran complejo de inferioridad pensando que todo lo de fuera era mejor, pero las cosas han cambiado y hemos demostrado que muchas de las orquestas españolas son tan buenas o mejores que algunas de las europeas que nos visitan en gira", asegura. Víctor Pablo Pérez se halla en Barcelona, donde desde mañana y hasta el próximo martes dirige la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya en cuatro conciertos, con un programa dedicado al compositor Dmitri Shostakóvich que conmemora el centenario de su nacimiento.
"Creo que el principal reto de un director es el de emocionar al público"
Fue una mezcla de empeño personal y "suerte", dice, lo que le permitió hacer añicos el tópico. "Para muchos resulta más tranquilo hacer carrera como free lance, de orquesta en orquesta, pero para mí no. Y no lo es porque he comprobado que orquestas como la Filarmónica de Dresde, en Alemania; la del Maggio Musicale Fiorentino, en Italia, o algunas francesas, por poner unos pocos ejemplos, no son mejores que muchas de las que hay en España. Me empeñé en que debíamos demostrar que con un pequeño esfuerzo podíamos ser alguien; un esfuerzo hecho con presupuestos cortos, infinitamente más pequeños de los que tienen muchas orquestas europeas, y a cambio de los cuales se nos pide, se nos exige, un nivel similar al de las mejores formaciones".
Parece una recriminación, sin embargo, Víctor Pablo Pérez lo dice con gran ahorro de matices en la voz y extrema contención en los gestos, como si tratara de evitar que nadie pudiera sentirse ofendido por sus palabras. Incluso cuando se le pregunta por la producción de Don Giovanni firmada por Lluís Pasqual, que él dirigió musicalmente y con la que el Teatro Real de Madrid abrió, con polémica, su temporada lírica el pasado 30 de septiembre, esboza una tímida sonrisa y dice: "Hay gente que añora algunas etapas y que con esta producción se sintió algo agredida. Pero yo no digo nada... Todo el mundo estaba muy tenso y me propuse con serenidad calmar la tensión".
Su marcha de la Orquesta Sinfónica de Tenerife al finalizar esta temporada cierra un periodo de trabajo en común de 20 años en los que la identificación entre director y orquesta ha sido absoluta. "Ha sido un privilegio para mí. He tenido la suerte de poder trabajar con la complicidad de los músicos y los políticos, sin ninguna imposición y con total confianza. Que conste que no siempre ha sido una fiesta, pero sí que siempre, desde el podio, he tratado, al margen de las relaciones con la orquesta, de emocionar al público, porque ése es el principal reto de un director. Cuando eso deja de ocurrir hay que pensar en la retirada", afirma. ¿Y ha ocurrido en Tenerife? "Nos conocemos mucho y creo que todavía podemos emocionarnos con muchas partituras, pero son 20 años y ahora toca descansar de ese proyecto e implicarme, si cabe más, con la Sinfónica de Galicia, una orquesta todavía en crecimiento".
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