Dos pasos atrás
"Un paso adelante, dos pasos atrás... es algo que sucede en la vida de los individuos, en la historia de las naciones y en el desarrollo de los partidos", escribió Lenin hace cien años. Pues bien, la pasada semana le tocó a Joan Ignasi Pla y al PSPV-PSOE con su pasmoso repliegue tras el órdago lanzado al PP a propósito de la reforma del Estatuto valenciano: un paso adelante, dos pasos atrás.
Un repliegue sorprendente, porque ni propios ni extraños entienden muy bien para qué generó unas expectativas en torno a la definición del valenciano en el Estatuto y a la rebaja del listón electoral, a las que estaba dispuesto a renunciar a las primeras de cambio. Y aunque, en términos de balance puro y duro, Pla no ha perdido en la negociación, sino que ha dejado las cosas casi como estaban, e incluso ha conseguido rebañar el pase a la ley electoral de la dichosa barrea, lo cierto es que la decepción por las esperanzas defraudadas le perjudican fundamentalmente a él y a su partido, el PSPV, aunque no tanto al PSOE. Porque a la organización estatal la perjudica en la medida que el PSPV es una parte del PSOE, pero no lesiona los intereses de Zapatero, por cuanto permite al Gobierno y al partido socialista mantener el discurso de un partido de centro y responsable, capaz de llegar a acuerdos, desde el Gobierno y desde la oposición, incluso con el PP.
De momento Pla ha conseguido sublevar a sus dos socios potenciales, el Bloc y Esquerra Unida, que han dejado de ser compañeros de viaje. Esta última formación, en una respuesta un tanto exagerada, ha anunciado manifestaciones contra el nuevo texto estatutario y ha dicho que el pacto entre el PP y el PSPV significa simple y llanamente "ofrendar nuevas glorias a España". Pero con todo, eso no es ni mucho menos lo peor para su liderazgo. El problema fundamental para los socialistas es que Pla ha perdido la iniciativa y por tanto el control de la agenda política que por un par de semanas pareció dominar.
En un texto curiosamente titulado Instituciones suicidas, Ernesto Garzón Valdés ha explicado cómo la composición de la agenda política influye directamente en la formación de las preferencias de los votantes, ya que en la medida que la política significa movilizar prejuicios, algunos problemas son intencionadamente preferidos y otros intencionalmente excluidos. De forma que el Estatut, como conjunto, va a quedar fuera de la agenda política valenciana, limitado a algo edulcoradamente institucional, que en todo caso dará más beneficios a Camps que a Pla. El resultado del debate mediático beneficia claramente a Esquerra Unida y al Bloc, que quedan como víctimas, por la "injusticia" de la barrera del 5% y la "renuncia" de los socialistas en el asunto de la lengua. A ambos temas ha dado oxígeno Pla con su órdago y paradójicamente sobre las dos cuestiones va a tener que permanecer callado a partir de ahora con el sorprendente pacto.
Así las cosas, lo más importante en estos momentos para Pla y los socialistas es recuperar el control de la agenda política. La ejecutiva del PSPV-PSOE se enfrenta al reto de articular un discurso en el que aparezcan como motores y protagonistas del cambio. Porque se equivocará muy mucho Joan Ignasi Pla si piensa que, a partir del deterioro del PP, para llegar al Palau de la Generalitat le basta con subirse a la cresta de la ola de José Luis Rodríguez Zapatero.
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