¿La gala? Una castaña
Todo el mundo habló muchísimo.... Galiardo le dijo a un ganador: "Sé breve, aunque seas argentino". Quienes más se pasaron fueron los ganadores; los presentadores hablaron sincopados, como si les hubieran puesto frenillo. Tenían una consigna que les dejó yertos, por eso la gala parecía un yermo de Castilla cuando hablaban los presentadores y una especie de piscina de palabrería cuando lo hacían los galardonados.
Muchos hicieron broma: no sabían qué decir, ¡pues haberse callado! Si ellos tuvieran en sus películas a gente que hablara tanto les harían callar de inmediato. Pedro Masó dijo que él había aprendido a decir "¡acción!" y "¡corten!" desde niño, pero él no se cortó ni un pelo. No se cortó nadie, en realidad; hasta Isabel Coixet, que sabe bien el valor del secreto de las palabras, se entretuvo con sus propias dudas y no aprovechó la ocasión para contar la lección de su película.
¿Por qué esta gente, que tiene aquí la posibilidad de contar su cine, cuenta tan sólo la nomenclatura de sus equipos o de sus parentelas de Valladolid? Está bien que la gente hable; de hecho, para eso está hecha la lengua, pero la televisión no es sólo eso, lengua y (seudo) literatura. La televisión es imagen, voz y cara diciendo cosas, y en la gala de los Goya hubo más dedicatorias que vida. ¡Qué manía! La radio empezó su crisis cuando la gente se precipitó a dedicar cualquier cosa: los discos, las lágrimas. En la televisión no se puede dedicar. Hubo un ganador de cortos que dijo que no quería hacerle caso a Méndez Leite, y se lanzó a enumerar gente de la que ni se acordaba. ¡Patético!
Sobre Corbacho, por cierto: estuvo espléndido en su veloz parlamento sobre la rubia que él no acuesta a diferencia de su colega Juan Cruz; pero sería injusto que hoy no le hiciéramos un reproche: debe equilibrar en su Homo zapping (Antena 3), pues el último viernes, por ejemplo, halló mucho objeto de sátira en otras cadenas (en Tele 5, sobre todo) y dejó casi en blanco el casillero de su propia casa. ¿La gala? Una castaña.
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