Un proyector de 100 soldaditos de plomo
Ingmar Bergman, el Instituto Sueco y los círculos cinematográficos y culturales del país sufrieron una conmoción días pasados cuando trascendió que el primer proyector de cine que tuvo en sus manos el famoso director, convertido con el tiempo en un testimonio invalorable de su historia, había desaparecido, presumiblemente robado del lugar donde estaba guardado. El mismo Bergman había contado en sus memorias tituladas Linterna mágica que, siendo niño, su hermano mayor se lo había cambiado por 100 soldaditos de plomo. Un precio que con el paso del tiempo y todo lo que ocurrió en la vida y obra de su poseedor, se habría multiplicado en una subasta hasta cifras incalculables. Relató también que el proyector había tenido mucho que ver con el despertar de su vocación por las imágenes móviles. Finalmente, la ansiedad llegó a su fin este fin de semana cuando se supo que el proyector no había sido robado ni estaba perdido, sino que había sido "víctima" de un descuido burocrático, al ser cambiado de lugar. Lars Hedenstedt, del Instituto Sueco, confirmó el gran alivio de Bergman, que "había sido muy grande".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.