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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El terror de los justos

Hay una secuencia extraordinaria en este tremendo, estremecedor filme sobre (y contra) el terrorismo que es Múnich, una secuencia de diabólica habilidad conceptual y de difícil digestión. Tres de los cinco miembros del comando israelí que, con paciencia franciscana, ha ido eliminando a líderes palestinos como represalia por el asesinato de rehenes deportistas ocurrido en Múnich en 1972, se disponen a asesinar a una mujer. No es una terrorista, ni una palestina: es, sencillamente, una asesina a sueldo que ha matado por dinero a uno de los miembros del comando. La encuentran en una vivienda-barco en los canales holandeses, la sorprenden, le disparan. Ella está vestida con un simple batín, pero antes de caer se sienta en un banco y allí es ultimada. De pronto, un espasmo abre su batín y la deja desnuda ante sus verdugos. En un gesto instantáneo, el jefe del comando la cubre con un faldón del batín. Pero el más veterano del grupo vuelve a desnudarla: "Es mejor así", afirma. Y se largan.

MÚNICH

Dirección: Steven Spielberg. Intérpretes: Eric Bana, Daniel Craig, Ciarán Hinds, Mathieu Kassovitz, Hanns Zischler, Geofrey Rush, Ayelet Zurer. Género: criminal, EE UU, 2005. Duración: 150 minutos.

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Munich

Y allí queda la víctima, tan desnuda como ella dejó al muerto anterior. O dicho de otra manera, se acaba de cumplir el ojo por ojo y diente por diente de cualquier venganza: si alguna vez ese comando tuvo alguna razón (y Spielberg no expresa jamás ninguna simpatía por la actuación del comando), si ellos creyeron de verdad que la sangre judía "es la única que me importa", como brama en un momento Daniel Craig, o si creían actuar por una causa justa, tal causa no existe ya: se han convertido sencillamente en asesinos sin otra connotación.

La lección que ilustra Spielberg es la que tan ejemplarmente muestran otros grandes cineastas contemporáneos, con Clint Eastwood a la cabeza: cuando se utiliza la violencia para combatir la violencia, todo se contamina y las fronteras entre la justicia y el mero asesinato se hacen sencillamente inexistentes. De manera que el idealismo violento al que respondían los miembros del comando, esa certeza de practicar el terror de los justos se trueca en simple, pedestre asesinato: "¿Estamos matando a terroristas palestinos o a líderes palestinos?", se interroga otro de ellos en un momento del absorbente metraje del filme. Y la respuesta vuelve a ser meridiana: en el ánimo de quienes les han ordenado matar, tal distinción no existe: todo palestino es un terrorista potencial.

Con esta crudeza se expresa Spielberg en esta película de raíz histórica y hechuras de buen, vigoroso thriller y que tan poco ha gustado a los sectores más fanáticos de la comunidad judía estadounidense. Porque más allá de las simpatías que el cineasta pueda tener por el Estado israelí, lo que no comparte en absoluto son los métodos criminales de un Estado que dice defenderse, pero que en realidad se comporta como una engrasada maquinaria de venganza y asesinato selectivo; que se proclama poseedor de una verdad milenaria, pero que no duda en avasallar a sus, más que vecinos, víctimas.

Honestidad

Spielberg se comporta como un ciudadano de ejemplar honestidad al dejar de lado la facilidad de las convicciones de manual y al poner sobre la mesa, con toda crudeza, las más que dudas, convicciones sobre la justicia y su administración en manos israelíes. Y lo que resulta es una película modélica, que funciona perfectamente bien como un thriller criminal, pero que no olvida que, ante todo, está al servicio de una tesis.

Es incómoda, dura y premonitoria; pero es también una película sencillamente imprescindible para entender en qué diablos de mundo estamos viviendo. Y que sirve, además, para recordar que por encima de Goldas Meir o Sharones, la razón de Estado israelí ha funcionado desde hace décadas sobre la base del terror y del aniquilamiento del contrario. Y que por si hiciera aún alguna falta recordarlo, ese plano final, con las Torres Gemelas aún en pie, sirve para que pensemos de qué forma aquellos polvos han dado lugar a estos lodos.

De izquierda a derecha, Mathieu Kassovitz, Eric Bana, Ciarán Hinds, Hanns Zischler y Daniel Craig, que forman en <i>Múnich</i> el comando de los servicios secretos israelíes.
De izquierda a derecha, Mathieu Kassovitz, Eric Bana, Ciarán Hinds, Hanns Zischler y Daniel Craig, que forman en Múnich el comando de los servicios secretos israelíes.
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