_
_
_
_
Reportaje:

¡Qué mono es!

La atracción que suscitan los rasgos de un bebé se debe a la activación de la zona de placer del cerebro

Si la mera imagen del cachorro de panda Tai Shan, que retoza ahora en el Zoo Nacional de Washington no es suficiente para hacer que nos derritamos, quizá el enamoramiento de los espectadores humanos lo consigan.

"¡Mírale! ¡Es monísimo!".

"¡Es adorable! ¡Nunca he visto nada tan mono en mi vida!".

Tai Shan tiene seis meses, pesa 11 kilogramos y es la primera cría de panda gigante viva que ha nacido en el zoo del Smithsonian. Y aunque los pandas adultos del zoo son desde hace mucho tiempo una de las principales atracciones turísticas de Washington, el estreno público del bebé en diciembre ha desatado un frenesí en la ciudad.

El verano pasado, una película sobre otro encanto blanquinegro, el pingüino emperador, se convirtió en uno de los documentales de mayor recaudación de todos los tiempos. Las ventas de coches pequeños y deliberadamente cucos como el Toyota Prius y el Mini Cooper se dispararon, mientras que las de los todoterrenos no tan monos quedaron estancadas. Hasta lo excesivamente grande puede resultar mono. El rostro recién reestrenado de King Kong posee el achatado atractivo de una muñeca, y su pasión por Naomi Watts parece un caso grave de amor adolescente: desgarrador y cuco.

Los humanos poseen una sensibilidad extrema ante los rasgos que recuerdan a un bebé
Los científicos han empezado a analizar el origen de estas sensaciones

Los científicos que estudian la evolución de la señalización visual han identificado una amplia variedad, todavía en expansión, de características y comportamientos que hacen que algo parezca mono: unos ojos brillantes, orientados al frente y situados a baja altura en una gran cara ovalada, unas voluminosas orejas redondas, unas extremidades blandas y un balanceo de lado a lado al andar, entre muchos otros. Los rasgos de lo cuco son los que indican juventud extrema, vulnerabilidad, inocuidad y necesidad, y prestarles una estrecha atención tiene mucho sentido darwiniano. Al pertenecer a una especie cuyos miembros más jóvenes son tan patéticamente inútiles que no pueden levantar la cabeza para mamar sin supervisión adulta, los seres humanos deben estar conectados para responder rápida y animosamente a cualquier signo de deseo infantil. Según los investigadores, el detector humano de monadas tiene el listón tan bajo que toma el control y considera mona casi cualquier cosa que se parezca remotamente a un bebé humano o una parte del mismo, de modo que acaba incluyendo a los jóvenes de casi todas las especies de mamíferos, pájaros de crespa cabeza como la grulla japonesa, las orugas de la mariposa tigre, un globo agitándose, una gran roca redonda apilada sobre otra más pequeña, o los dos puntos, el guión y el cierre de paréntesis tecleados sucesivamente. Cuanto mayor sea el número de rasgos monos que posea un animal u objeto, o cuanto más exageradas sean las señales, mayor será la reacción.

Lo cuco es distinto de lo bello, afirman los investigadores, y pone énfasis en lo redondeado en lugar de lo escultural, lo suave en lugar de lo refinado, lo torpe en lugar de lo rápido. La belleza suscita admiración y exige un pedestal; lo cuco genera afecto y pide un regazo. La belleza es inusual y brutal, arruinada por un solo grano. Lo mono es tópico y generoso, y se contenta en ocasiones con expeler una sensación acogedora.

Aunque digan que lo cuco posee raíces racionales, los científicos reconocen que no han hecho más que empezar a delinear sus sutilezas y su origen. Nuevos estudios indican que las imágenes monas estimulan los mismos centros cerebrales del placer que despiertan el sexo, una buena comida o drogas psicoactivas como la cocaína, lo cual podría explicar por qué todo el mundo luce una enorme sonrisa ante la jaula de un panda. A su vez, observa Denis Dutton, filósofo de arte de la Universidad de Canterbury, Nueva Zelanda, la rapidez y generalización de la respuesta a lo mono hacen de ese impulso algo sospechoso. "Lo mono se abre camino por todos los estratos del significado y dice: 'No nos preocupemos por las complejidades, limítate a quererme'", afirma Dutton, que está escribiendo un libro sobre estética darwiniana. "De ahí es donde puede proceder la sensación de vulgaridad y de estar siendo manipulado o de ser tomado por imbécil, lo cual lleva a muchos a rechazar la lindeza como algo bajo o superficial".

Los anunciantes y los diseñadores de productos siempre juegan con esos rasgos para aportar atractivo instantáneo a su mercancía, y mezclan y tontean con el vocabulario de lo cuco para mantener el mensaje fresco y atractivo. Ese ejercicio de evolución cultural orientado al mercado puede dar unos resultados extraños, aunque atrayentes, como esas muñecas repollo descaradamente feas, los Furby, la cara de higo de E.T. y las facciones de rana de Yoda. Aunque el Volkswagen Escarabajo original no era considerado lo bastante mono, la edición actualizada se hizo todavía más redonda y brillante. "El nuevo Escarabajo parece una cara sonriente", afirma el especialista Miles Orvell (Universidad de Temple, Filadelfia). "A estas alturas, sus orígenes en el régimen hitleriano y su pretendida similitud con un casco alemán han quedado totalmente olvidados".

Puede que los publicistas adapten sus estrategias para incitar al máximo a nuestro inherente radar de bebés, pero los bebés en sí, según los científicos evolutivos, no se desarrollaron para ser monos. Por el contrario, la mayoría de sus cualidades destacadas emanan de las exigencias de la anatomía y el cerebro humanos, y se tornan atractivas para el ojo de una posible niñera sólo porque los niños no sobrevivirían de otro modo.

La cabeza grande y redonda, los ojos mirando al frente, la nariz chata, la blandura y redondez de las formas, son características de una etapa precoz de desarrollo. Los movimientos de los bebés son notablemente torpes, ya que aprender a coordinar las numerosas series bilaterales de grandes y precisos grupos musculares del cuerpo requiere años de práctica. Al empezar a caminar, los niños realizan un continuo esfuerzo por encontrar el equilibrio entre el pie izquierdo y el derecho, de forma que sus andares consisten tanto en el movimiento lateral como en cualquier impulso hacia adelante.

© The New York Times Service

Panda gigante del zoológico de San Diego fotografiado a los seis meses de edad.
Panda gigante del zoológico de San Diego fotografiado a los seis meses de edad.REUTERS
Max Kurz estudia a un pingüino rey.
Max Kurz estudia a un pingüino rey.U. HOUSTON

El impulso del cuidador

Los investigadores que estudian a los animales queridos por la gente aprecian el impulso humano de cuidar cualquier cosa que se parezca, incluso remotamente, a un bebé. Pongamos por caso a los pingüinos. A algunas personas les entusiasman tanto esas criaturas, afirma Michel Gauthier-Clerc, investigador de pingüinos de Arles, (Francia), "que creen que los pingüinos son mamíferos y no aves". Les encanta la postura erguida de esos animales, su divertido y pequeño esmoquin, su forma de balancearse al caminar. ¡Cuánto se parecen a un niño jugando a ponerse elegante!

La teoría de Gauthier-Clerc es que la aparente torpeza de los andares del pingüino no tiene nada que ver con la falta de maña o con un equilibrio incierto. Los pingüinos se balancean para ahorrar energía. Al caminar de lado a lado se queman menos calorías que avanzando hacia adelante, y para unos pájaros que ayunan durante meses y viven en un clima glacial, cada caloría cuenta. En cuanto al atuendo del pingüino, es el adecuado. La espalda negra le camufla mientras nada y la pechera blanca le protege de depredadores submarinos.

Otros investigadores están intentando extraer conclusiones de la forma de andar de los pingüinos para aplicarlas a los problemas de movilidad en humanos e incluso a los robots. "Deben de tener una elegante estrategia de movimientos para la estabilidad que no conocemos", explica Max Kurz (Universidad de Houston, EE UU), que hace caminar a los pingüinos rey por una pasarela con el suelo sensible a la presión para diseccionar su locomoción. Más adelante pretende estudiar su forma de correr. Kurz reconoce que se divierte viendo moverse a los sujetos de su investigación "pero este trabajo es serio", asegura.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_