La mentira de la vivienda protegida
Esto no es más que la historia de una decepción, la mía o más bien la de equismil jóvenes agarrados a una esperanza. Esperanza... de vivienda protegida.
Una fría tarde del noviembre de 2004, camino de los 30 y agarrado a una calculadora y a una nómina que no daba más de sí, decidí volver a creer. Decidí escapar del infierno de precios abusivos e hipotecas impagables siguiendo a un renacido mesías: la vivienda protegida. Escuché las alabanzas del "Soto del Henares" (Torrejón) y el milagro pregonado por sus profetas: solución para vivienda joven, digna, plan de choque, construcción inminente y recobré la fe.
Encontré una cooperativa (Dimora) que auguró el comienzo del milagro (la construcción) en julio de 2005 y su consecución dos años después, y empecé a soñar... y a pagar. Por fin alguien hacía algo de verdad por los jóvenes, por fin alguien quería ayudarnos, por fin luz al final del túnel, por fin.
Sin embargo la santísima Trinidad, Rollán (alcaldesa de Torrejón), comunicó problemas con la simultaneidad de las obras (urbanización y edificación). El milagro se retrasaba a finales de 2005, fe hermano fe... Llegó la firma del contrato de adjudicación y salieron los números a relucir, IVA, previsión de subida del suelo... taitantos millones, eso si con protección divina. Templanza hermano, templanza.
Y llegada la fecha no hubo milagro. Los santos empezaron a bajar de los púlpitos: la urbanización al 80%, faltan accesos, las licencias se retrasarán hasta... o más. Mi fe se tambaleaba mientras fotos, reportajes y artículos vendían aún el milagro en los medios. Y empecé a sospechar de los dioses que tan mal me trataban. Desconfié de la proximidad de las elecciones (2007) y de que quizá no era mi bien sino mi voto (o el de otras futuras víctimas de este engaño) lo que buscaban.
He dejado de creer, lo siento señores pero mi fe no da para más. Estoy cansado de promesas incumplidas, de plazos que no llegan y mi dignidad, por protegida que sea, no se puede dejar pisar más. Me han engañado. Simplemente soy parte de una herramienta de propaganda que sólo se utilizará cuando convenga, en una guerra que no es mía. El precio ascendente del suelo, mi felicidad, mis lágrimas o mi vida, nuestras vidas, poco parecen importar.
Y me disculpo por mi injustificado enfado pero es que últimamente no duermo bien. Mis hijos no nacidos no me dejan dormir, están agobiados por la cada día más pesada carga de mi futura hipoteca a 50, y por un milagro que sigue sin llegar.
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